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Jeongin no entendía por qué los adultos no le permitían acercarse a su hyung favorito, mejor amigo, Hyunjin. Desde que tuvieron que llamar a sus padres aquella noche en la que Hyunjin olía de maravilla, Jeongin tenía prohibido acercarse hasta nuevo aviso ¡Y él de verdad lo extrañaba! Tenía tantas ganas de ir y mantenerse escondido en la unión del cuello y el hombre del más grande para disfrutar mucho más de él.

—¡Pero mami! Hyunjin y yo no pasamos tanto tiempo separados ¡Ya van tres días y ni siquiera me dejas llamarlo para que pidamos un deseo a las once y once! —lloró el castaño, aferrándose a la falda de su progenitora. Ella lo miró un poco con dulzura y otra con pena. Jeongin no podía estar cerca del mayor, porque el pelinegro se estaba presentando.

No era, por así decirlo, una cuestión de deseos a determinada hora. Para Jeongin y Hyunjin, las once y once formaba parte de sus vidas y aunque no la pasaron juntos algunas veces el momento de desear, sabían que estarían haciéndolo al mismo tiempo. Sería un momento donde ambos compartirían la emoción del sueño ¿Y si pedían lo mismo? ¿Cuánta posibilidad existía para que se cumpliera si los dos pedían lo mismo al mismo segundo? Por esa razón, necesitaba saber si Hyunjin estaba pidiendo los deseos.

Y al parecer el mayor estaba desarrollando los primeros síntomas de un Alfa, los dolores de garganta e irritación en la piel. Probablemente ahora estaría bastante alerta a su padre y demasiado celoso de su madre. Jeongin no podía estar cerca porque sería muy difícil para Hyunjin controlarse. ¿Y si sus dientes crecían de inmediato por las ganas de querer morder a Jeongin? ¿Y si provocaba que la presentación de Jeongin se adelantara? Era un peligro.

—Caramelo —llamó con aquel apodo meloso que su hijo odiaba —, podrás verlo la próxima semana, Hyunjin está enfermito y puedes contagiarte ¡Pero ve el lado positivo! Van a venir tus tíos y prima para jugar contigo mañana ¿No te alegra?

—¡No! —puchereó —¡Innie solo es feliz y alegre cuando Hyunjin le compra dulces! Sin Hyunjin, Innie es un cachorrito triste ¡Quiero a Hyunjin, mío, mío y solo mío!

La mujer observó cómo la actitud de su hijo se modificaba rotundamente, y confundida pensó en que, si Jeongin termina siendo Omega, sería un muy pocesivo Omega. Quiso sonreír mas algo allí no le cerraba del todo. Y ojalá que nada malo sucediera con aquellos dos cachorros ¿Realmente era saludable mantener aquel vínculo posesivo entre ellos? A ella le gustaba creer que eran sentimientos de niños, pura curiosidad y que tal vez sí habría una pizca de amor entre ellos.

De todas formas, era consciente de que no debía pensar demasiadas las cosas, o al menos hasta charlarlo con la madre del pelinegro, futuro Alfa. Jeongin subió enojado a su habitación y golpeó la puerta para que todo fuera un poco más dramático y todos en la casa se enteraran de su frustración. Extrañaba tanto a Hyunjin. Quería jugar con sus peluches pero era costumbre del pelinegro hacer la voz de su conejito de felpa mientras que él se la hacía al koala ¡Jeongin no podía hacer la voz del conejo! Porque no saldría ni un poco parecida a la de su hyung. Además, es cierto que podría jugar con otros muñecos que no necesitara de la voz del mayor ¡Pero él quería jugar con el conejo!

Era un buen momento para estar enojado y acostarse a dormir. Pegó un saltito y subió a su cama, tomó las mantas y se arropó desprolijamente. En su techo habían pegatinas de colores en forma de corazón, cuando no podía dormir las contaba. 27 corazones. Sin embargo, por más que rodara encima del colchón, no conseguía buscar el lugar perfecto. Ya que había concluido de que, su lugar perfecto, era con Hyunjin.

—¿En qué estarás pensando?

Hyunjin y Jeongin acostumbraban a contarse sus pensamiento, nunca coincidían pero al menos sabían lo que rondaba por la cabeza contraría. A Jeongin le gustaba deducir lo que su mayor pensaba, era un juego solo para él pero que siempre necesitaba de su hyung. Era sencillo; si él pensaba el blanco, Hyunjin estaría recordando lo bonito que era su pelo azabache. En otras palabras, siempre deducía a través de su opuesto, y para cerciorarse de que estaba en lo cierto, luego le preguntaba. Eran más veces las que acertabat que otras.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora