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Bang Chan era un mal tipo. De eso estamos seguro. Incluso teniendo sus razones para hacer lo que hace, no nada justifica. En su cabeza retorcida, la historia que hace poco su paciente le ha contado tiene, y al mismo tiempo no, sentido. Quiero decir, si opta responder mediante la ciencia la confesión, entonces muchas cosas cobran sentido. En cambio, si quiere sentir empatía y dejar la tortura a un lado por la desgracia del chico, el rumbo es diferente. Todos mienten, así se estipuló en su cabeza desde que aprendió a ver el mundo diferente. Quizá comenzó a verlo más oscuro de lo que debería.

Puedo quitarte al lobo, Jeongin...

El eco de sus pasos en los pasillos de aquel hospital simulan la música que motiva los latidos de su vivir. Silencio. Adora el silencio, porque en algún momento se escucha el murmullo de un grito. Gritos que vienen de algún lugar, mas nadie sabe exactamente de dónde. No importa, pues todo lo que pasa allí ¿Es por el bien de todos, no?, Ban Chan hace tiempo dejó de preguntárselo.

¿Puedes hacerlo?

La puerta al final se viste de blanco igual a tantas otras. Las distinguen las placas plateadas con números y letras. Quien lo espera allí siempre es su, no tanto, fiel compañero que siempre se sumerge en pilas de papeles que para Chan, no tienen importancia. Pues muy pocas veces se lo ha visto merodear entre las hojas para dar una último veredicto. Sin embargo, con Yang Jeongin era diferente.

—Younghoon, tengo noticias. Y de las buenas.

El error fue confiar en lo oscuro. El creer pertenecer. El fingir ser la misma oscuridad. ¿Y quién estuvo equivocado? Que el castillo se derrumbara, que las mentiras a sí mismo se esfumaran ¿De quién fue la culpa?

Puedo hacer que todo acabe... Serás libre, Jeongin, y felíz.

¿Vale la pena? El mentir para ser feliz ¿Lo hace? Porque Jeongin está dispuesto a dar lo último que le queda para ser feliz como siempre quiso de chiquito. Confió en lo oscuro, permitió dejarse hundir por él, y ahora busca desesperadamente un luz que lo guíe porque se está asfixiando. La ausencia de la luz lo está matando, y no sabe cómo sobrevivir.

—Tenía razón... ¡Chan, yo tenía razón!... Su aroma es un mecanismo de defensa, relepe en vez de atraer. Es similar a las plantas que perciben señales de sombra y cambian el perfil de compuestos volátiles que emiten, para defenderse de la posible amenaza... ¡No es sólo psicológico! Los compuestos químicos que ingirió toda su vida fueron los culpables.

La gente burda es capaz de comparar la felicidad con el amor, y el amor por los goces de la vida. Y si el hombre feliz es aquel profundamente racional, prudente, reflexivo; alguien capaz de tomarse el tiempo necesario para medir las consecuencias de su acción. Entonces ¿En dónde lo dejaba a Jeongin la vida si su felicidad estaba dentro de un vaso lleno de mentiras a rebalsar? Su cuerpo, quien resguardó por tanto tiempo quién fue y quién será, olvidó florecer en un punto determinante de la historia. Siendo este brote el toque a la eudaimonía. Ahora está tan lejos, que posiblemente jamás llegue a experimentarlo.

Quiero ser libre.

Pero no existe libertad en un alma marchita que perdió el encanto del soñador.





























—Estoy bien, no hay nada de qué preocuparse —sin embargo, las personas que lo ven y esperan sus palabras no son capaces de creerse el cuento.

Su madre muerde sus belfos inconforme con la respuesta del Alfa. Y el padre, quien se mantiene atento a cualquier señal de dolor, no tiene más remedio que aceptar la sexta declaración de su hijo en lo que va del día.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora