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Esposa, hijos, un trabajo no tan mediocre, un amante, y que su única preocupación fuera saber si el dinero alcanza para mantener a la caza fortuna de su amante y su familia.

Al menos, es a eso a lo que siempre aspiró.

Porque en la cabeza de un adolescente quizá habría un camino rosa donde todos los sueños pueden cumplirse. Bueno, Jeongin toda su vida soñó con eso; una vida monótona donde él fuera capaz de proteger todo lo que amara.

En sus sueños no habían Hwang Hyunjins, ni habitaciones que desbordaban del blanco, ni máquinas conectadas a su cuerpo, ni doctores preguntando sobre su vida personal. Jeongin jamás quiso todo aquello que, sin avisar, llegó a interrumpir su vida soñada.

Es desesperante. El no saber, es desesperante. Arrancarse los pelos al tironear de ellos no va a darle respuestas. Las personas que lo mantienen en cautiverio tampoco lo harán. Sentirse perdido es absurdo, porque no hay salida. Jeongin no está perdido, está encerrado vaya alguien a saber dónde. Lo sabe.

¿Cuántas veces perdió el tiempo en exigir preguntas a los gritos? Y que esos gritos retumbaran contra las paredes y sólo él fuera capaz de escuchar sus súplicos. Porque sus exigencias al tiempo se volvían súplicas.

¿tenía idea de qué día era? No. Ni siquiera tenía noción del día y la noche, pues aunque acostumbrara a mantener su sueño estable con los horarios, Jeongin tiene la sensación de que van dos días en los que no puede conciliar el sueño.

Sin embargo, lo que él considera dos días, quizá son menos de diez horas. Es angustiante. Hay siempre un nudo en su garganta que le impide pensar con claridad. Tal vez está tan aterrado que ya no está tan seguro de lo que su mente es capaz de recrear para mantenerlo cuerdo, o no.

Y ojalá supiera qué es lo que tiene que hacer para ser libre. ¿Hablar? Hablaría lo necesario. ¿Trabajo sucio? ¡No importa! Incluso si a cambio de su libertad tendría que regalar su cuerpo a un psicópata, no importaba. Quiere ser libre, escapar de lo puro que se sienten esas cuatro paredes.

Necesita el aire fresco del invierno golpear su rostro una vez más. El rocío de las mañanas, los gritos de sus compañeros al entrar al salón, los pasos de las personas. Jeongin necesita de aquel ruido que le recuerda que está vivo, y bajo un mundo. En aquel silencio del cuarto teme olvidar su nombre. Cada vez que puede recuerda quién es, por si acaso su estadía se prolongase.

Extraña las ocurrencias de Han, la adorable presencia de Jiwoo, a sus padres y quizá un poco a su prima y tíos. Extraña su vida, el despertar temprano y acostarse antes de las doce luego de terminar su tarea o ver el capítulo de su serie favorita. El renegar por olvidar lavar sus zapatillas rojas o no colgar la camisa de la escuela, pues terminaba arrugada y llegaba tarde por querer plancharla.

Puede decirlo, ya no es un pecado en su vida. Extrañar a Hyunjin no tiene que ser un tabú para él. Porque, mierda, lo necesita más de lo alguna vez lo pensó. No entiende, siempre creyó que Hwang era irrelevante; alguien insulso en su vida que nunca pasaría a ser algo más que un pasatiempo.

Su cuerpo, alma y cabeza lo extrañan. Se ve a sí mismo recordando cómo se sienten sus besos en cada zona de su cuerpo. Recordando las palabras que el azabache siempre acostumbraba a usar para doblegarlo. Jeongin al recordar, quiere rendirse como siempre termina haciendo en los brazos de Hyunjin.

Sus pasteles dulces, su sonrisa alegre, su manera extraña de pensar, su obsesión por quererlo cerca todo el tiempo. Los encuentros casuales, las noches que pasaron juntos y las sin fin de risas que juntos se dedicaron.

¿Pensarás tanto en mí como yo en tí?

Tal vez no. Tal vez Jeongin era el irrelevante para el azabache. Pero cuanto más lo pensara, más estúpido sonaba.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora