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No está seguro de cómo puede describir la sensación que ahora tiene al estar refugiado en brazos que nunca pensarían dañarlo. O al menos es así como quiere verlo, su cabeza y su cuerpo. Incluso puede olvidar el frío del sótano estando con Hyunjin. Lo siente temblar cada tanto, específicamente cuando sus manos recorren por encima de las mantas su cuerpo y siente sus huesos sobresalir. Es ahora cuando Jeongin se percata que su cuerpo cada minuto es más delgado, más huesudo, más enfermo. Cree que es debido a que está pasando por una especie de "presentación", una muy débil presentación. Ah, pero Jeongin ya ha sufrido demasiado como que para una simple presentación le afecte como debería afectarle.

Aquella actitud altanera que siempre lo definió, hoy en día ni siquiera sabe dónde la dejó. Quizá, debería gritarle al pelinegro que se aleje, que deje de tocarlo porque se siente asqueroso. Y con esos pensamientos se acurruca en el pecho del contrario, disfrutando las sensaciones que hace tiempo despreció. Inhala, y el olor a pino lo relaja; Hwang Hyunjin está ahí para él aún después de que los Omegas decidieran dejar el sótano.

Ni siquiera quiere saber cuánto tiempo pasó, cuando estando en el hospital hubiera encontrado la manera de descubrir el pasar de los días. Ahora quiere olvidar el tiempo, quiere por siempre estar en ese lugar que considera seguro. Lo siente besar su coronilla y a Jeongin le gustaría pedirle que lo volviera a hacer, pero su voz sigue perdida y no tiene fuerzas para intentar articular.

Sabe perfectamente que el sótano está infestado de su aroma, y mentiría si no supiera qué está pasando con su cuerpo. Porque estuvo tanto tiempo conectado a cables que algún momento escuchó acerca de su sangre. Alfa y Omega. Y Jeongin no quiere indagar mucho en el tema, y supone que aquel aroma dulce fue el que lo caracterizó en su pequeña niñez. Le agrada. Ahora cuando duerme puede visualizar el lobito endeble que trata de estar de pie, es blanquito y su pelaje suave, sus ojitos plata nunca podrían compararse con los endemoniados escarlatas. Cuando duerme se visualiza a él acariciando al animal y este buscando su cariño, cariño que nunca le otorgó por estar nublado por su ambición. Puede susurrarle «está bien, estoy aquí ahora», y el lobo podría creerle toda su vida a comparación con el Alfa que siempre espera ser traicionado. Jeongin está allí, cuidando lo que en su pasado repudió, y repudiando lo que siempre deseó. Porque cuando estuvo en la cima olvidó que la caída era más dura. Cuanto más alto, más grande es la sombra.

Y lo odia, a aquel monstruo que terminó por dejarlo solo. Que lo alejó de Hyunjin, que lo mantuvo cautivo sin saberlo, que acabó con su familia. Sigue escuchándolo reír de su pena, burlarse de su desdicha. Abraza con fuerza al pequeño lobito blanco que le promete protegerlo, pero aún así no es capaz de dejar de escuchar al monstruo. Jeongin sabe, no importa qué tanto haga para deshacerse del Alfa, está unido a él de por vida. Y es eso lo que le recuerda que sigue vivo, la risa del lobo.

—Innie... —llama el mayor. Jeongin cree que escuchó a un angel susurrarle que lo cuidará, por favor, porque no puede cuidarse por sí mismo ya. —¿Quieres comer? —pregunta nunca dejando de acariciar su cuerpo maltratado. Aunque a Hyunjin le hubiera gustado realmente preguntar «¿Qué sucedió?», no cree que el castaño desee hacer memoria. El menor niega, no quiere separarse de él.

Jeongin se aferra al abrazo y Hyunjin tiene miedo de devolver la fuerza por temor a romperlo. Está tan débil, quiere llorar.

—Tienes que comer... —recuerda, pero vuelve a negar escondiendo su rostro. Y cree entenderla razón sin la necesidad de escucharla de su misma voz. El intenso olor en el sótano proviene del desnutrido cuerpo y supone que su persona es lo suficientemente pura como para otorgarle calma a Jeongin. De alguna manera le da orgullo. —Déjame subir y pedirle a Jiwoo comida para ti...

Hyunjin no sabe cómo explicar el estado deplorable en el que el menor se encuentra. Le gustaría llamar a un doctor o a alguien que pudiera hacerse cargo del castaño. Y al mismo tiempo le aterra que lo alejen cuando con tanta necesidad se aferra a él. No quiere alejarlo, no quiere perderlo, ni siquiera sabe cuáles son las emociones que embriagan al chico. Pero Dios, jamás se imaginó en aquella situación con el que considera su profundo amor. Así que se aferra tanto como pueda, tanto como resista. Como si fuera el último día, el último abrazo.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora