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A Jeongin le gustan mucho las flores, recién ahora es que lo nota. No cualquier flor, al menos le gustan las que nacen en los bordes del terreno de la casa de Jiwoo. Son bonitas, le gustan. Ya son tres dientes de león que hace volar, siempre pidiendo un deseo. Hace días hubiera creído que era estúpido e inútil pedirle deseos a una planta que no hacía más que alejarse y caer en alguna parte del mundo. Tal vez nunca cayeran, tal vez el primer diente de león que sopló cuando era chico sigue su viaje en el viento. Y ahora, al soplar, puede ver toda una constelación encima suyo a pesar del cielo celeste del día. Estrellas inocentes que se dispersan con sus cuerpos frágiles. Ellas ya estaban listas para entregarse al viento. Y Jeongin listo para desear de nuevo, siempre repitiendo el mismo sueño.

—Debemos llevarlo a otro lugar —murmura la femenina a su amigo, que igualmente se encuentra observando la delicadeza con la que el supuesto Alfa se mueve —Mis padres ya sospechan, no es normal que su hija esté llevando comida al sótano tres veces al día si no es para alimentar a una persona. En cualquier momento pueden bajar al sótano y lo verán. ¿Qué crees que pase después? Tengo debajo de mi casa a un asesino.

—No creo que un asesino sople dientes de león —jisung dice perdido aún en el lejano chico castaño —. Se ve tan diferente... No sé quién es, yo..., No es el mismo Yang Jeongin que hace unos meses hubiera hecho temblar a cualquier persona que lo mirase.

Ya no es un monstruo que aleja a las personas. Ahora ve a lo más cercano a un ángel. Uno que confió y aterrizó en la tierra, siendo recibido de la manera más cruel que el ser humano puede recibir a un ángel. Aturdido, tocando el infierno. Aturdido, acariciando las flores con su puro aliento. Es alguien diferente, a bien o a mal, no saben realmente. No tienen idea de a quién tiene enfrente, de quién es ahora Yang Jeongin.

Un monstruo que nació de las grietas del averno y creció. Creció tanto que con la punta de sus dedos alcanzó el firmamento. Y reconoció que las nubes allá arriba eran suaves, frescas y limpiaban las manchas de carbón de su cuerpo. Tocar una nube era sentirse limpio. Y qué decir cuando la noche cae y las estrellas rodean el cuerpo, cuando el sol le saluda y los demás astros lo involucran en sus charlas. Charlas donde Mercurio burla a Plutón, y cada tanto es regañado por Júpiter.

Quién diría que algún día a aquel monstruo le crecerían alas y volaría alto en el cielo.

—Hyunjin estuvo con él todo este tiempo... —susurra el masculino, su cabeza yendo a lugares donde sabe que nada bueno sacará de ahí. La pelirroja lo mira, cansada de siempre escucharlo mencionar al Alfa pelinegro que siempre le dio mala espina, y ahora confirma que siempre debió creer en la inseguridad de su lobo.

—Si tanto te afecta habla con él, si no lo haces entonces te aseguro que saldrás lastimado. Los ojos pueden mentir, Hannie, pero ambos sabemos perfectamente lo que vimos.

Tiene razón, Jisung sabe que ella siempre tiene razón. Pero es miedoso, un poco cobarde pues se ha encariñado de más con el Alfa, y saber que sus sentimientos no son correspondidos le parte el alma. No entiende, si no lo amaba ¿Por qué lo cortejó? ¿Por qué lo dejó fantasear en un mundo que al final caería en pedazos? Si sabía que el espejo era frágil y él muy torpe ¿Por qué dejarlo jugar cerca con la posibilidad de que se rompiera y los fragmentos le cortaran la piel?. Pensar así, hace que el Hwang Hyunjin agradable que conoció y del cual se enamoró, ahora se vea como un demonio malvado que lo usó.

Sacude su cabeza intentando borrar sus pensamientos. Pero la mente es cruel, y cuanto más quiera olvidar, más recordará.

—No llores. Tu carita hermosa se hincha cuando lloras. Llora cuando tus sueños se vean pisoteados, llora cuando no sepas cómo expresar tu felicidad, llora cuando te golpees o cortes —sus manos amoldaron las mejillas abultadas de su amigo y lo obligaron a mirarla —. Nunca llores por un hombre que no vale la pena.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora