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—¿Me quieres explicar por qué Hwang Hyunjin tiene mi número?

El mayor dejó de masticar la comida y miró de reojo al menor.

—Me dijo que eran amigos de la infancia y me habló de que ustedes tenían una bonita relación que le gustaría retomar. No sé qué más dijo porque lo dejé de escuchar cuando me aburrí —respondió tranquilamente, manteniendo algo de la comida almacenada en sus mejillas.

—No tienes el derecho de divulgar información privada sobre mí. ¿qué sabes si ese tipo dice la verdad?

—Bueno, dijiste su nombre. Además Hyunjin es un buen chico ¡Es muy tierno, te digo! No seas malo con él...

Y era gracioso de alguna manera. Porque Jeongin recordaba el Hyunjin del pasado que lloraba por todo y no dejaba de seguirlo. Y en la noche, cuando tuvo el honor de encontrárselo otra vez, aquella dulzura había mutado para volverlo un chico sin pelos en la lengua. Por esa razón, no podía creerle a su amigo cuando hablaba del pelinegro como un ser de luz amable.

—No fue amable conmigo la otra vez —murmuró con los brazos cruzados.

—Quizá fuiste tú el que no fue amable y él tampoco va a dejar que lo insultes sin hacer nada.

—¡¿Por qué asumes que yo fui quien lo insultó?! —exclamó Jeongin indignado. Jisung volvió a levantar la vista, como queriendo buscar algún gesto en el rostro del menor que le indicara que estaba bromeando. Al ver que su amigo de verdad se sentía indignado abrió la boca asombrado.

—Oh... ¿Lo dices en serio?

Jeongin cruzó sus brazos por encima de la mesa y escondió su rostro en ellos. ¿Por qué entre todas las personas dentro de aquel instituto tenía que ser justo su amigo quien desconfiara de lo que decía?

—Yah, no te enojes. Jiwoo diría algo como; ays, te van a salir arrugas Innie. Además Hyunjin me dio algo para ti, olvidé mencionarlo.

—¿Cómo?

Imposible. Aquel tipo no podía darle algo que pudiera gustarle, incluso no tenía porqué hacerlo. Mas era inevitable hacer que su mente dejara de crearse ideas erróneas a ese supuesto regalo. ¿Qué sería? Y aunque moría de ganas de saberlo, jamás daría su brazo a torcer preguntándole a su amigo de qué se trataba. Mordió su labio inferior y pretendió ignorar la mirada curiosa de Jisung.

—Están en la mochila, son dulces. ¿No crees que es un poco perturbador?

Dulces... ¿Acaso era una broma? ¿Pretendía burlarse de él?. Tal cual como un balde de agua helada cayendo sobre él, Jeongin se vio recapacitando al notar que se estaba tomando muy en serio la aparición del pelinegro. No tenía que afectarle, que Hyunjin estuviera cerca no debía alterarlo. Y mil y una veces se preguntó por qué su cuerpo seguía reaccionando de las peores formas que no quería reconocer.

Y cuando esos momentos abrumadores, donde era capaz de arrancarse los pelos del estrés, aparecían; se repetía incontable cantidad de veces los porqués no tenía que acabar con su mente pensando en él. Su aroma a podrido, su rostro repulsivo, su voz chillona. Cualquier cosa, así sea mentira, Jeongin las repetiría hasta creerlas él mismo.

Porque estaba mal que su lobo aullaba por un Alfa. Estaba mal que sus defensas bajaran con solo su presencia. Estaba mal sentirse vulnerable de la misma manera que estaba obligado a sentirse por su Omega. Y las palabras del pelinegro dichas en aquel bar resonaban como disco rayado en su cabeza, acabando con él.

No pienses, no pienses, no pienses. Mal, está mal.

Podía repetirse las mismas palabras una y otra, y otra, vez hasta que le sonaran extrañas. Sin embargo, ni diciendolas un millón de veces más lograría calmar esa necesidad incontrolable.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora