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Quizá era la oscuridad del lugar. O las luces rojas que danzaban en sus cuerpos sin intenciones, o tal vez algunas sí. Quizá la llama de la vela que nunca se consumía. Pero de alguno estaba seguro y era que el ambiente se volvía más oscuro. Más tentador.

—Sé que no me equivoco —murmuró el alto y Jeongin pudo haberse hecho el desentendido y echarle la culpa a la música de no escuchar lo que decía. Mas el movimiento de sus labios era preciso, no podía confundirse.

Puede que el tacto en su brazo era irreal, pero no podía ir y admitir que su cuerpo reaccionaba. Que tener a Hyunjin impidiéndole huir era un mundo diferente, o extremo a la orilla de la lava ardiente.

—Suéltame, tú y yo nunca debimos habernos visto. Y sobre Jisung, te pido que lo dejes en paz. No está cómodo contigo —escupió soltándose del agarre con brusquedad.

—Espera. Ya que estás aquí podíamos tomarnos algo... Hace mucho que no nos vemos.

No podían, no debían. El menor comprendía su invitación de miles de formas que no debía. No estaba allí para reconstruir una relación que hace tiempo había culminado. Tenía la vida que siempre quiso y Hyunjin entrometiéndose no podía acabar bien. Simplemente nada que los tuviera involucrado a los dos en un mismo juego podía llegar a terminar bien.

Y Hyunjin jamás creyó que el chico que toda su vida estuvo en su cabeza, en su respirar y en cada emoción de su niñez estuviera frente a él una vez más. Estaba tan distinto, tan grande y se atrevería a mencionar que Jeongin; ante sus ojos, estaba hecho un hombre. Cada parte de él, desde su altura hasta su rostro. Tenía ganas de tocar con sus torpes manos la belleza encarnada en él. Porque era único, perfecto y admirable. Sin embargo, el menor no podía enterarse de sus pecadores pensamientos por quien no debía.

No podía permitir que se volviera a alejar por la misma razón del pasado. Ahora que lo tenía en su camino, no quería dejarlo ir, aunque este rogara por ser liberado.

—No, Hyunjin. Y no nos vamos a volver a ver.

—¿Por qué? No tiene nada de malo. Dos Alfas amigos de toda la vida tomando algo mientras la oscuridad de un bar cubre los secretos que nadie jamás sabrá. Por los viejos tiempos —canturreó manteniendo su postura, logrando que su cuerpo se viera más grande de lo que ya era. Y mentiría si no decía que lo hacía aproposito, pues su grandeza llegaría a intimidar al castaño. Y fue sorprendente ver que lo imitaba, y a diferencia de lo que creyó; los ojos de Jeongin se oscurecieron levemente mientras demostraba que tan grande llegaba a ser.

Y Jeongin era enorme. Era todo lo que hubiera soñado ser cuando era un cachorro.

—No existen los viejos tiempos. Tú y yo no tenemos un pasado que recordar. Te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir cada día de mi vida que te vuelva a ver. No te quiero cerca de mí. Todo en ti jamás dejará de darme asco, tu aroma me aleja, tu rostro me repugna, tu voz quiebra mis sentidos, y tu porte de Alfa toda la vida será falsa; insignificante para mí.

Lo que se suponía que tendría que doler, solo provocó que su pecho ardiera y un destello azul se escapara de sus ojos. Por un segundo pudo sentir las palabras del menor erizar todos sus vellos. Pudo tocar lo intangible de alguna forma. Y tal vez no tenía que haber sucedido ello, pero no era él. Su lobo parecía no querer controlarse ante el Alfa menor que no tenía intenciones de entregarle respeto.

Sonrió ladino y con un poco de gracia asintió

—Sigues igual. Tu lengua sigue igual ¿Eso haces cuando te sientes amenazado? Gruñir y gruñir... Admito que das miedo ¿Qué clase de Alfa eres para que las personas en vez de sentirse protegidas solo tengan miedo de acercarse? Me dices falso, pero tú no eres única copia Yang. No eres más que la falla de lo que se intentó de original.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora