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El cuerpo que en brazos lleva debería de pesarle, pero su fuerza que tantas veces le dijeron que era descomunal se encarga de sostenerla. Es un peso muerto, pero siente que carga un ramo de flores. Ella sumisa ante sus encantos que lo hacen peligroso, y cada individuo que intenta someterlo cae de igual forma. Los orbes escarlata no analizan la situación, simplemente están allí marcando con su intenso color la plena victoria del animal que se cansó de quedarse en su oscura habitación. Ya no hay drogas en su sistema, sus mismos anticuerpos se encargaron de acabar con las toxinas que lo debilitan. Y allí, lejos y cerca está la salida, salida que se siente fresca y delirante. Como el rosal bipolar que se mancha en un solo color pero nuevamente vuelve a ser blanco en su interior. Es cierto, deja un rastro sangriento de aquellas ratas que quisieron rebelarse a su melodía, pero sus manos se manchan de azul, y tejen ramas que se oscurecen hasta cubrir su cuerpo de una manera no gráfica. Allí está él, fuera y dentro, cargando a una brillante inocencia con sus manos asesinas mientras camina hacia su escape. Y no lo sabe, realmente no sabe si es su libertad o su huida; si es el fin o el comienzo de una nueva temporada de caza donde, esta vez, se convierte en cordero.

Y finalmente lo encuentran. La fragancia de las primeras flores primaverales lo hallan y endulzan su aura con frescura. Puede respirar, y todavía sigue creyendo que es una ilusión. Ni siquiera sabe a dónde se dirige, sólo que está afuera, allí donde todos consideran libre y nadie lo sigue ¿Por qué no lo hacen? Quizá ha olvidado de las feromonas que su cuerpo suelta, y estas son suficientes para desestabilizar a una persona. Quizá a una multitud. ¿A dónde va? ¿A dónde correr y por qué camina cuando detrás suyo el infierno arde por quererlo de vuelta?. No tiene un hogar, no tiene a dónde ir, no tiene nada en la libertad; mas ahora ¿Es felíz? Realmente no sabe qué considerar felicidad, porque en su rostro e interior únicamente hay rastro de furia y odio. Odio hacia todos, odio a sí mismo.

El mundo quiere perder el control, porque camina un demonio sangrante con una obra celestial en sus manos. Mientras el lobo se aleja de su humanidad, el que dentro aguarda en sollozos silenciosos observa que no la merece, ni a ella ni a quien su corazón anhela. ¿Hasta dónde ha llegado? Necesitó de una sola persona para poder escapar, porque nadie debe pagar por su existencia; y aunque la dejó ir por circunstancias lejanas a ello, fue una víctima más. ¿Entonces qué le espera a él?

Jeongin se repite miles de veces que jamás mencionarlo en su estadía no fue un error, porque no sabe qué tan peor reaccionaría si quien tuviera en brazos fuera Hwang Hyunjin y no Kim Jiwoo. No estaría corriendo, posiblemente se hubiera quedado en ese mismo cuarto sintiendo los brazos del mayor rodearle y susurrarle que no hay porqué temer, que están juntos y no volverá a dejarle. Con ella quiere proteger, y con él se vuelve vulnerable y desprotegido. Con ella es todo lo que un Alfa debe ser, fuerte y aterrador. Con él, su aroma ácido y penetrante se vuelve dulce y agradable como lo fue en su niñez, es sumiso y tímido. Jeongin podría sentir que en cualquier momento va a explotar, mas escondido en la oscuridad donde tanto tiempo el lobo se resguardó, no tiene ganas de enfrentarse al mundo.

Es cruel, es horrible, y todo por su culpa. O culpa de lo que le tocó ser, culpa por haberse presentado mal, porque todo estaría bien si hubiera deseado ser Omega con tantas ansias que deseó ser Alfa. Que su olor por siempre fuera dulce y no atacara a las personas, que al estar con quien ama no sea fingiendo ser un Beta, que el ser lo que tuvo que haber sido era lo mejor. Y el rosal vuelve a teñir otra rosa.

Despierta, no hay recuerdos. Su visión es abstracta, y sus sentidos deciden no querer trabajar. Un zumbido lo aturde, y quisiera llevar sus manos a sus oídos, pero hay olor a sangre que no es suya allí, en cada uña humana que presenta. No hay recuerdos, entonces la bestia salió y dañó personas.

Jeongin despierta en un lugar oscuro, una bombilla tintinea en el techo y una ventana diminuta revela el estrellado cielo de aquel día. Sentado contra una pared de ladrillos se corre hacia un lado cuando siente las arcadas, y vomita al momento. No quiere pensar en qué sea eso que salió de su boca, ni en la sangre que también salió de su cuerpo. Misteriosamente está limpio, lleva ropa demasiado grande para su tamaño y el pelo le cae por su frente y pica sus ojos por el largo. ¿Dónde está? Se pregunta. Hay una escalera que lleva hacia arriba pues él ya está abajo, y allí espera una doble puerta cerrada donde una luz amarilla opaca se asoma por el espacio entre ambas puertas. Trata levantarse, pero se siente tan débil que solo quiere dormir. ¿Sigue en el hospital? Tal vez sea una nueva habitación del edificio, quizá sea una nueva forma de torturarlo. Pero Jeongin hace tiempo que no ve un cuarto ajeno al blanco y las incontables luces artificiales que hacen a los colores más brillantes. En la mayoría de las personas hubieran deseado no encontrarse nunca en un lugar tan oscuro como aquel, mas Jeongin quiere llorar porque creyó haber olvidado cómo era el cielo una vez el sol se esconde. Y aunque tenga sueño, tanto como se es imaginable, no quiere dormir por miedo a nunca más ver el cielo de aquella forma.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora