Nayatzu es un rey viudo de la zona del Este que tiene dos hijas. Habían rumores por toda la región de que el -ahora- anciano rey era también un gran hechicero que salvó a todo su pueblo de terribles bestias.
Su esposa era una mujer ordinaria y con una belleza envidiable. Sus dos hijas nacieron con ella, pero sólo una heredó poderes espirituales.Midoriko era la mayor, una mujer inteligente y de pocas expresiones, con un poder espiritual enorme. Estaba dispuesta a entregar su vida al poder y proteger su lugar de nacimiento, también a su hermana.
Su padre le había enseñado todo lo que estaba a su alcance, así ella podría comenzar a confiar en sus poderes y ser habilidosa. Ella sería la siguiente en el trono y tenía que proteger el pueblo, era una chica muy correcta.Izayoi era totalmente distinta, era tan joven y también tan inteligente. Sin embargo, no sentía miedo ni odio hacia las otras criaturas. Todos los días su padre hablaba de los demonios que venció, de lo peligrosos que eran para ellos y que por nada del mundo ellas siendo sus hijas debían hablar o mantener una relación de ningún tipo. Midoriko obedeció, Izayoi lo dudó.
Meses más tarde desde el cumpleaños 18 de Midoriko, murió el rey y ella se quedó con el trono. En algunos casos, era una ley inquebrantable que las sacerdotisas fueran totalmente puras y solitarias pero ella siendo una reina y sacerdotisa al mismo tiempo, debía contraer matrimonio y también tener descendencia. No podía enamorarse, pero nunca burlaba las reglas. Se casó tiempo después con un general que era bastante apuesto y amable.
—Izayoi —Habló la azabache mayor. Su hermana había estando actuando de manera muy extraña. Casi no hablaba y desaparecía por horas. Quería saber que pasaba, su hermana no era así.
Ahora se sentaba casi siempre en el balcón de su habitación, especialmente cuando había luna llena.—¿Qué sucede, hermana? —Preguntó sin voltear a verla. Parecía esperar algo, y a Midoriko la ponía ansiosa. Ella frunció un poco su ceño y se cruzo de brazos.
—No deberías estar despierta tan tarde, temprano iré a visitar una aldea cercana y necesito que vigiles por mi.
—Lo siento.. es que.. no tengo sueño.
—Toma un té, volveré a venir y si no has dormido para cuando llegue sabes que te dejaré haciendo la limpieza —Izayoi asintió y la mayor sólo se retiró. Fue a su habitación a ponerse una capucha y se escabulló en el jardín.
Sabía muy bien que su pequeña hermana esperaba a alguien o algo.
Se recostó a un árbol y esperó pacientemente, recitando conjuros y tallando el rosario en su muñeca. Sabía que esa niña de quince años era muy introvertida, pero también sabía que su hermana era un ser humano con un corazón enorme y podría confiar en la criatura que fuera.
Cuando la Luna estuvo en lo más alto, Midoriko escuchó pequeños pasos y se ocultó bien. Se asomó y entrecerró sus ojos, definitivamente era su hermana. Su pregunta era, ¿a dónde iba?
Izayoi pasó por una pequeña abertura que había en el muro. Corrió en cuanto estuvo fuera del palacio por aquel bosque. No tenía miedo, un pequeño resplandor la guiaba a su destino y así no estaría en peligro de perderse.
Su hermana la siguió con cuidado hasta un río que había en medio del bosque, se escondió detrás de una roca y observó como su pequeña hermana de quince años se quedaba de pie, quedita.—Izayoi.. —Una voz grave sonó como eco y otra luz pero más grande apareció. Fue cesando poco a poco dándole espacio a una figura masculina de piel pálida y cabello plateado.
—Un monstruo.. —La sacerdotisa apretó su rosario y siguió poniendo atención. ¿Qué hacía ese hombre ahí? ¿Por qué con su hermana? ¡Era un demonio muy peligroso!
—Mi señor.. —Murmuró aquella chica con cierta alegría. Hablaron en la orilla del río, y compartieron cosas que Izayoi y el demonio nunca habían compartido. Midoriko no dijo ni hizo nada por que estaba sorprendida y decepcionada de Izayoi. Se levantó y corrió al palacio.
Los días pasaron y pasaron, se volvieron meses y después años. Midoriko estaba sorprendida de que Izayoi estuviera aún con vida. No había dicho nada, fingió que no sabía nada y la dejó, pues pensaba que aquel demonio de ojos dorados no iba a causarle ningún tipo de daño, hasta que el día de Luna Nueva llegó.
—Izayoi, estás embarazada —Pronunció el de cabello plateado que se hacía llamar Inu No Taisho. Aquella chica de ahora diecisiete años había quedado embarazada de un híbrido, y si su hermana se enteraba..
—M-Mi señor.. ¿es eso cierto? —Ella estaba asustada, aún era joven y si llevaba a su familia que era tan correcta cuando se trataba de meterse con criaturas diferentes a la desgracia por su hijo o hija sería la burla de esa dinastía.
—No temas. Cuidaré de ti y de él.
—¿Él?
—Es un niño, Izayoi.
Midoriko no soportó quedarse tanto tiempo en silencio y escondida, ella estaba embarazada también. No podía usar sus poderes ni atacar por que podía ser peligroso. Estaba molesta, ¡un híbrido! Su padre estaría furioso. Se fue de ahí prometiendo que sería la última vez que seguiría a su hermana.
Izayoi dio a luz primero que Midoriko, un niño como había dicho el general perro. Su nombre debía ser InuYasha. Fue un parto difícil, más ella pudo con él y los días siguieron con tranquilidad, ella llevaba al pequeño al río para que su padre lo viera, pero su hermana no podía más. Debía acabarlo, debía asesinar a su sobrino. ¿Pero como?
—Takemaru —Pronunció la sacerdotisa, llamando a su esposo. El hombre de cabello oscuro la miró esperando a que continuara. Reconoció la oscuridad en la mirada de su esposa—. Izayoi no puede seguir con ese niño en este palacio, en cuanto los demás reyes se enteren seremos la vergüenza de toda la región.
—¿Qué quieres hacer?
—Hay que matarlo. Tú lo matarás. Me aseguraré de que nadie se entere ni te echen la culpa.
El general asintió y se retiró.
Aquella noche, en el que el plan de la joven sacerdotisa debía llevarse a cabo fue la intervención del demonio. De aquel hombre al que ella acusaba de arruinarle la vida a su hermana.
El palacio estaba en llamas, el muro destruido y los soldados caídos. El general Takemaru había muerto, más Midoriko no se inmutó. No era su problema, Izayoi e Inuyasha habían sido asesinados (Así lo creyó ella), pero Inu No Taisho los devolvió a la vida con un poder que ella desconocía y los ayudó a escapar.
La sacerdotisa estaba ahogada en furia y su poder crecía, teniendo en cuenta que estaba embarazada y era peligroso debía hacerlo.
—¿Cómo te atreviste? criatura maldita. Cautivaste a mi pequeña hermana y le creaste un bastardo —Expresó—. Te exterminaré, demonio —Puso sus manos al frente y las junto dejando un espacio en el centro.
—Estás embarazada —Reconoció el demonio—. y aún así planeas matarme. ¿Vas a poner en riesgo tu vida por una decisión que Izayoi tomó?
—Tu la engañaste. Dime, ¿qué hará ella ahora con ese niño? ¡Nadie la aceptará! ¡Nadie querrá el niño de un monstruo en su aldea!
—InuYasha es mitad humano.
—Y su otra mitad es de demonio —Concluyó—. muere —Sus manos brillaron, eran poderes purificadores que sellarían por completo el alma de el general y pulverizarían su cuerpo.
El lugar explotó después de que aquella criatura desapareciera. Quedaron nada más sus espadas. 3 espadas que guardaban un poder enorme. Con lo ultimo de su energía, la mujer mandó las espadas a lugares donde nadie pudiera tomarlas y cayó desplomada en el suelo de aquel lugar que seguía en llamas.
Nunca le perdonaría aquello a Izayoi, aunque en su mente ella se encontraba muerta. Pensaba que se encontrarían en el otro mundo, pero estaba enormemente equivocada, por que ella y su pequeño hijo habían ido muy lejos de aquel lugar lleno de odio y desesperación.
Midoriko sólo recuerda haber sentido que alguien la alzaba, y después de ahí no volvió a ver la luz del sol.
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¿De donde viene nuestro odio? || Sesshome
FanfictionUn total malentendido que viene del pasado provoca una enemistad que no tiene razón ni lógica y que con el tiempo va perdiendo fuerza para transformarse en sentimientos humanos. Sesshomaru y Kagome, tendrán que pasar por ciertas situaciones juntos...