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Abrió sus ojos en grande ante lo que tenía en frente. Pensó que una construcción así sólo existía en los cuentos de hadas. Ese palacio que le pertenece a Sesshomaru era ridículamente magnífico, gigante, elegante. Era todas las cosas buenas que se le podían ocurrir. Sostuvo muy bien a Kirara para no dejarla caer al dejarse desconcentrar por la belleza del lugar hasta que tocó el suelo con sus pies. También estaba rodeado de soldados, soldados que eran perros demonio.

Sesshomaru no estaba sorprendido para nada, aunque era lógico ya que era su casa. Probablemente pasaba allí la mayor parte del tiempo.

Caminó indecisa, descalza y con el haori de Sesshomaru puesto. Hacía un clima agradable allí, pero se sentía avergonzada por estar practicamente semidesnuda en un lugar así.
Él avanzó dejándola atrás, y delante suyo apareció una mujer qur atrapó por completo su atención. ¿Quién era?

-Bienvenido de nuevo, Sesshomaru -Su rostro tenía una expresión ligeramente más alegre que la del nombrado pero eran muy parecidos. Incluso la luna en sus frentes era exactamente la misma. Debía ser un familiar, su madre o su hermana. Se inclinaba más por la última opción-. ¿Trajiste invitados?

-No fastidies -Le indicó a la sacerdotisa con la mano para que avanzara a su lado. Conforme más se acercaba más nerviosa la ponía la presencia tan poderosa que tenía la hermosa mujer que los miraba al final de las gradas-. Dile a Shiori que se encargue de ella y no preguntes nada, no seas entrometida.

-Oh, por supuesto -Dio una pequeña sonrisa con esos hermosos labios pintados de rojo intenso y mostró sus peligrosos colmillos-. Pero recuerda que esta también es mi casa, hijo.

Como si hubiese sido automático, Kagome hizo una reverencia con el rostro sonrojado. ¡¿Su madre?! ¡Y es tan joven! -Perdón por ser irrespetuosa, señora.

Se carcajeó y el hombre la miró extrañado. -Que niña tan curiosa has traído.

-No hace falta que le hagas reverencia -Aclaró palmeando su espalda para que se levantara de nuevo, pero estaba muy avergonzada.

-L-Lo siento..

Caminaron juntos hasta el interior del palacio, la madre de Sesshomaru desapareció en segundos para acatar la orden que él le había dado. La relación con ella en ese momento era extraña, ya que él no confiaba para nada por lo que había hecho con Souunga.

Una chica morena de cabello blanco apareció para darles la bienvenida. Sesshomaru la dejó ir con ella entonces la siguió por los largos pasillos. Ese lugar se sentía un poco solo y aburrido. Las paredes eran todas de un color beige con bordes café más oscuros y además de eso todas las puertas estaban cerradas. No había nada de decoración.

-Soy Shiori -Le dijo sacándola de su mente-. Yo le ayudaré a que se de un baño y buscaremos ropa limpia. ¿Quiere un traje tradicional o prefiere un quimono casual?

Se quedó observándola repasando el orden de lo que había dicho y decidió responder. -Yo.. soy Kagome.. -Se mostró un poco tímida-. Sólo quiero ropa limpia, y algo para poder curarla.. -Le mostró al pequeño y peludo demonio en sus brazos. La chica asintió y caminó hasta llegar al último cuarto del pasillo, abrió la puerta permitiéndole entrar.

Había una tina de madera con agua caliente esperándola, ya ella se había mojado lo suficiente en aquel pozo pero no lo rechazaría. Shiori tomó una sabana y la acolchonó para que la sacerdotisa pudiera dejar a la pequeña gatita. -¿Le ayudo a desvestirse? -Preguntó de una manera demasiado amable pero no estaba acostumbrada a esas atenciones.

-No, gracias -Le sonrió apenada y la chica salió del cuarto. Kagome se apresuró en cerrar la puerta sólo por si a caso. Se quitó el haori y luego entró a la tina dejando que sus musculos se relajaran un poco.
Suspiró y se hundió casi por completo, sólo dejando la mitad de su rostro de la nariz hacia arriba fuera del agua. Desde allí observó a Kirara y mejor se apresuró en bañarse.

¿De donde viene nuestro odio? || SesshomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora