7.

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Kagome.

  Desperté a la mañana siguiente sintiéndome recuperada y con más energía. Después de desayunar y darme un baño me dediqué a hablar con los monjes que custodiaban ese templo.
Decidí olvidar los pensamientos homicidas hacia Sesshomaru sólo por el momento, no significaba que había comenzado a quererlo sólo por no destruirme cuando pudo hacerlo, por que yo aún sigo queriendo matarlo.

Cuando los monjes me contaron sobre su aldea y su experiencia me incliné y fui a sentarme al jardín que ese lugar tenía. Me senté debajo de un árbol con la espada en mis piernas. Necesitaba una funda definitivamente, sentía que iba a activarse en cualquier momento.
Pasé mis dedos suavemente sobre la empuñadura tocando la tela con la que era cubierta y decorada.
Parecía una aldea tranquila, sin embargo había algo me hacía sentir aún incómoda. Bajaría y buscaría las respuestas que necesitaba y así practicaría con los demonios que aparecieran.

—Jovencita —Un monje se me acercó, pero se mantuvo de pie mirándome fijamente—. ¿A caso esa espada.. es suya? —Alcé mi cabeza y después asentí.

—Sí, un recuerdo de mi madre al parecer —Respondí con algo de inseguridad, la verdad es que aún no me sentía segura sobre esta espada vieja.

—La dueña de esa espada era una sacerdotisa —El anciano siguió mirando la espada y después soltó un suspiro—. Midoriko era una joven princesa y sacerdotisa, una vez vino a nuestra aldea por que había un espíritu en forma de araña. Recuerdo que había dicho que la aldea estaba repleta de telarañas y por eso la gente estaba enfermando. Su poder espiritual era enorme y con esa espada esa mujer logró cortar en dos aquel espíritu —Yo me había quedado mirando a ese hombre mientras narraba aquella historia. Quería creer que no era así pero sentía una gran tristeza en su ser. Finalmente subió su rostro para buscar mi mirada, y cuando finalmente se encontraron el me tocó la cabeza que me hizo perder la vista por unos segundos.

"Señorita Midoriko, por favor descanse en nuestro templo. Tendrá todas las atenciones."

"No puedo quedarme más, gracias excelencia pero tengo que irme.."

"Sacerdotisa.."

"Si me quedo más aquí será peligroso, será mejor que me vaya."

La vista volvió a estar como antes y la tristeza de aquel hombre paso a ser lastima. ¿Por qué? —Los ojos de Midoriko siempre expresaron un infinito cansancio y temor. Pero los suyos son distintos a pesar de que ella era su madre, sus ojos parecen ver más allá de lo que un ojo normal puede. Espero que algún día sus ojos puedan ver la solución para que el bien reine en nuestro mundo de nuevo —Asentí.

—Gracias, excelencia.

—Procura cuidar tu alma, las sacerdotisas siempre creen que van a salvarse por que su poder es purificador pero a veces.. sus almas pueden ser la destrucción. —Finalizó y simplemente se dio la vuelta para irse.

Me quedé pensativa, si bien esto estaba comenzando demasiado extraño. Desde que conocí a Sesshomaru comencé a tener algo como.. recuerdos y la historia de mi madre ha estado persiguiéndome cuando en realidad nunca le presté una atención especial. Desde que era una bebé hasta que cumplí dieciséis años había querido y admirado a Kikyo. Ella me cuidó y me ayudó más de una vez. ¡Toda mi vida hasta ahora!
Midoriko era un nombre bastante conocido y respetable, parecía que todos sabían sobre ella, pero ella falleció justo al darme a luz. No recuerdo su cara, ni su voz.. no recuerdo nada sobre ella. 

Me levanté y metí la espada en mi obi. Después caminé hacia la aldea. Eran tres monjes pero ya muy viejos, supongo que su aldea quedó salvada después de ese acontecimiento y prefieren seguir con este pacífico ambiente a tener que luchar. Morirían si lo hicieran.

¿De donde viene nuestro odio? || SesshomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora