17.

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El sudor brilló en su frente como pequeñas piezas de diamante y el sol se encontraba en el punto más alto. Habían comenzando los días de mucho calor, no habían nubes y el viento que a veces aparecía era caliente.
Sango había comenzando con el entrenamiento de cuerpo a cuerpo de su amiga por las mañanas, y Miroku le ayudaba con sus poderes espirituales por la tarde. En la noche Kagome iba a casa y buscaba alguna forma para no lastimar a InuYasha. Le preocupaba el dolor que pudiera causarle aunque él le repitiera que no le dolería por que su cuerpo era más resistente al de un humano común pero no podía dejar de pensar en dañarlo sin querer.

La noche anterior, había ido al templo de los monjes que cuidaban de la aldea, estaba un poco desanimada por que hablaron mal de ella. La regañaron y le advirtieron que si volvía a irse sin avisar entonces que no se molestara en volver. Ellos no lo entenderían, son un grupo de ancianos que pronto irán muriendo uno por uno. Sin embargo, su presencia por el momento era importante. Ellos también podían exorcizar, matar demonios y ese tipo de cosas, podían proteger la aldea.
Miroku se había criado con ellos pero actuaba muy diferente y es bastante amable. También un poco pervertido, pero a ella le ha mantenido su debido respeto. 

Soltó un jadeo y cayó sentada al duro suelo. Sango le había prestado uno de sus trajes para ayudarle a entrenar, le prometió que harían uno para ella manteniendo su elegancia como sacerdotisa y también un porte atrevido como una guerrera. Le emocionó bastante imaginar uno para ella, y que usaría ahora para luchar ella también. La exterminadora le tendió la mano y ella la agarró para ponerse de pie. —Vas muy bien —La felicitó, también cansada y llena de sudor. Ambas estaban con la cara roja por el sol que había.

—Gracias, Sango —Se levantó y ambas respiraron profundo. Fueron hacia la casa de Sango para tomar algo de agua y refrescarse. Hacia tanto calor que la castaña consideró que era demasiado y que mejor pararían por ahora.
Kagome se fue después de agradecerle, quería descansar un poco e ir a bañarse. Después le devolvería su ropa a Sango ya limpia.

InuYasha no se encontraba en la aldea, no sabía por qué. Pero Myoga una vez le mencionó que visitaba la tumba de su madre cada vez que podía, igualmente con la de Kikyo. Habían enterrado algunos restos cerca del templo de los monjes, por que querían también tener algo de ella y poder rezarle. Imaginó entonces que InuYasha andaría visitando a su madre.

Agarró su ropa y lo que usaría para secarse y caminó hacia el río. Era su parte favorita del día, Sesshomaru había estado ahí siempre, como que ya sabía en que momento ella iría a bañarse y él llegaba a descansar a algún árbol. Nunca decía nada, sólo lo necesario pero aún así le hacía compañía. Es bastante agradable.


InuYasha tenía las orejas aplastadas contra su cabeza, mostrando la tristeza y el dolor que sentía en su corazón por la pérdida de su madre. Dejó algunas flores a un lado de la lápida y soltó un suspiro un poco largo. Le hubiera gustado hacer un poco más por ella, no pudo encontrar una cura para la enfermedad que ella había desarrollado. Hizo todas las mezclas posibles, le preguntó a sacerdotisas y también a brujas buenas que sí podían ayudarlo. Algunas le negaron la ayuda por ser un híbrido, otras lo hicieron pero encontraron su malestar muy avanzado.
InuYasha recordó la sonrisa triste que Izayoi le había dedicado, y le pidió que prometiera que se mantendría con vida muchos años y luchara por su lugar en este mundo.

Se levantó desganado y comenzó a caminar de regreso a la aldea, quería acostarse debajo de algún árbol y comer algo, de todas formas todo estaba bastante tranquilo. Era preocupante pero sabía muy bien que Midoriko no aparecería hasta que la espada esté a la vista. 

Debía volverse más fuerte, debe ayudar a Kagome. Ella tiene la misma sangre que su madre, y que él. Quizás lo que no pudo hacer por su madre podría hacerlo por ella.
Si lo de la espada es completamente cierto, entonces quizás alcanzaría su objetivo con ella y ya no tendría que limitarse a usar sus garras para defenderse.

¿De donde viene nuestro odio? || SesshomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora