10.

1.4K 178 8
                                    

—Sí, vimos a una sacerdotisa, de hecho.. no sólo la vimos. Ella se quedó con nosotros tres días y se fue hace muy poco —Uno de los monjes explicó. InuYasha, Sango y Miroku habían llegado finalmente a la primera aldea que estaba después de la suya. Lo primero que hicieron fue acercarse al templo, consejo de Miroku.

InuYasha olfateaba el aire, podía percibir el aroma de esa muchacha y de su hermano también. ¿Por qué Sesshomaru estaría cerca de ella? Podría matarla. También logró percibir el aura de un humano, pero era bastante maligna.
Sango y Miroku continuaron hablando con los monjes buscando una manera de llegar más rápido a Kagome. ¿A dónde iba con tanta prisa? Quizás si Kikyo le hubiera contado sobre lo que él haría con ella no se hubiera ido tan rápido y lo esperaría. Pero bueno, supuso que tenía algo importante que hacer.

Continuaron su camino a la siguiente aldea por que ya nada tenían que hacer ahí. El olor de Kagome estaba fresco entonces sería más fácil para el orejas de perro encontrarla. —Debemos apresurarnos. Ella no está lejos de este lugar —Informó y aceleró su paso. Corrió lo más rápido que pudo y a su lado iban los humanos sobre la gata.

—¿Qué crees que pueda hacer la señorita Kagome?

—No lo sé, Miroku. Para la mala suerte de todos no me tomé el tiempo de conocer a esa chiquilla. No puedo adivinar o suponer que estará haciendo.

Se quedaron en silencio y continuaron avanzando. Probablemente ahora si se verían la cara. Ya a estas alturas dudaban de que hubiera ido muy lejos. Una humana tan frágil como lo es ella no aguantaría mucho tiempo desplazándose, tenía que buscar descanso por algunos días o se agotaría demasiado rápido. 

La linda sacerdotisa llegó a la segunda aldea, robando miradas y provocando dudas en la mente de los aldeanos. Ese lugar siempre ha sido tranquilo y nunca han necesitado de la ayuda de alguien más, aunque Kagome si podía sentir la presencia extraña de alguien ahí.
Observó detenidamente el lugar, dándose cuenta de la falta de protección. Había una gran casa al fondo de todas las demás. Seguro vivía algún terrateniente.
Decidió caminar hacia allá después de dejar en libertad al caballo, pediría otro después. —Disculpe, señorita —Una mujer se le acercó con temor, lo que le dio curiosidad—. ¿Siente alguna energía maligna? ¿Hay monstruos cerca? —Frunció un poco el ceño confundida y negó con su cabeza.

—Sólo pasaba. Estoy buscando algo de información. No siento nada extraño —Mintió para mantener a la mujer y a los aldeanos que escuchaban tranquilos. Seguía sintiendo un aura extraña.

—Verá, nuestra aldea nunca ha sido atacada y es extraño y símbolo de alerta que venga una sacerdotisa —Explicó un hombre avanzado ya de edad.

—No se preocupen, no pasa nada —Afirmó y siguió caminando. No parecía que se mantendrían tranquilos, igual descubrirían que si pasa algo raro.

Su mirada se fijo en la lujosa casa que se encontraba al final de la aldea. Rodeado de grandes árboles así como otros más pequeños como los de sakura. A pesar de los muros, podía observar el jardín detrás de un par de guardias de se encontraban inmóviles en la entrada.
La extraña sensación venía de esa casa, buscaría entonces al culpable y si su miedo desaparecía, lo ayudaría inmediatamente.

Al acercarse a la entrada de la enorme casa, los guardias cruzaron sus lanzas y le prohibieron el paso. Ella es una extraña, nunca nadie había visto a una mujer como ella. —No necesitamos tus servicios, sacerdotisa —Hablaron.

—No vengo a ofrecer mis servicios, sólo quisiera hablar con el dueño de esta casa —Corrigió. Los hombres hicieron una mueca y después uno de los dos entró seguro para avisarle a quién sea que fuera el dueño de ese lugar. 

¿De donde viene nuestro odio? || SesshomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora