Silence • Yoonmin

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No puedo creer que lo tenga tan cerca, es realmente hermoso, aquella cara angelical, su cabello rubio color perla, aquellos ojos jaladitos que me han gustado aún más desde hace un par de años.

¿Por qué he perdido tanto tiempo? En verdad es que no lo sé, había estado embobado de este chico hace años, ¿Por qué no me había acercado a él? No quería reconocer lo que sentía, ¿vergüenza de mí? Tal vez; ¿vergüenza a que me vean con él? Jamás.

¿Quién sentirá vergüenza de estar con él? Es un ser precioso y ahora lo tengo aquí conmigo, tomándolo de su cintura, su mirada es tan cálida que puede hacer que este clima frío se sienta como primavera.

— Me gustas Park Jimin.

Él simplemente sonríe y acerco mi rostro al de él y al fin mi sueño de años se iba a cumplir...

Tan cerca de esos labios gorditos y rosaditos. Al fin, tan cerca de mí...

— Tae, es hora de levantarse.

Jimin retrocede un poco y solo llega a decir:

— Yo también quiero esto más que a nada Tae. Te veré en mis sueños.

Y su imagen se va desvaneciendo lentamente, que hasta puedo ver mi brazo a través de su cintura.

¿Qué diablos...?

— ¡Es hora de levantarse dormilón!

Mi brazo es movido con fuerza; mi cuerpo se mueve como el de un gusano y abro mis ojos al instante.

Adapto mis ojos a la luz, parpadeo un par de veces hasta que la figura que tengo al frente comienza a hacerse clara y me alegro de que mi mañana haya empezado con ella.

— Abuela, es sábado déjame dormir. — Tomo la almohada y la coloco en mi cabeza, tratando de que el sueño vuelva otra vez.

— Eso sí que no. — Mi abuela Sun Hee me destapa de golpe y el frío se adueña de mi cuerpo. — A levantarse Taehyung, son las 12 ya es casi la hora del almuerzo.

Hago una pequeña rabieta en mi cama y pataleo.

— ¡Abuelita! Soy tu único nieto; ¿no deberías consentirme? — Hago un puchero mientras tomo asiento en mi cama. — Se supone que soy tu engreído.

Sun Hee ríe, coloca sus manos sobre mi cabeza y despeina aún más mis cabellos.

— Claro que eres mi engreído. ¡Eres mi bebe!

Toma mis mejillas, las aprieta y mueve mi cara de lado a lado haciéndome sonreír y dejándome mimar por la dulce anciana que tengo al frente.

Sus pequeñas arrugas alrededor de sus ojos, tal vez formadas por lo risueña que es, algunas líneas en su frente por las amarguras que le he hecho pasar, sus cabellos negros entre blancos y una baja estatura que la hace ver aún más dulce.

— Entonces déjame dormir Abu, por favor. — Junto mis manos y trato de hacerle una plegaria. — Un ratito más.

Mi abuela niega con la cabeza.

— No, nada de que un ratito más, apúrese y cámbiese no sea mugroso, además tienes que decirme. ¿Quién es él?

— ¿Quién es quién, Abu?

Ella se sonroja y empieza a tirar aire hacia su cara con su mano.

— Park Jimin. ¿Quién es?

Y allí es cuando siento mi alma caerse, ponerse de pie y volverse a caer.

«Mi dulce abuelita ¿puede ver tus sueños?»

Mi mandíbula estaba en el piso y mi cara de desconcierto era todo un poema.