Silence • Yoonmin

35

La suave brisa fría choca delicadamente mi piel, que me produce escalofriante. Tomo aire sintiéndome más relajado de lo normal, no había dormido tan bien desde hace un par de meses.

El agradable olor que no reconozco hace perderme en un estado de paz y todo se siente pacífico a mi alrededor como si fuera un consuelo celestial después de tanta lujuria terrenal.

Poco a poco recibo una luz fuerte al parpadear. Frunzo el ceño aún sin poder acostumbrarme por completo a la blanca y agobiante luz que parecer estar por toda la habitación.

Maldigo por lo bajo, muevo mi mano torpemente hasta que toco una suave piel dándome la espalda. Sonrío al recorrer con la mirada su desnuda espalda hasta llegar a su rostro. Min Yoongi se roba un suspiro mío.

Me estiro un poco para tomar su hombro y traerlo hacia mí, pero se hace polvo, finos destellos aparecen frente mis ojos mientras que solo polvo queda sobre mi cama.

— ¿Que-é? — Palmeo la zona de las sábanas y ya no hay nada.

Reconozco el color blanco de las sábanas y noto que son las mías. Volteo a ver a los lados y me encuentro en la habitación de Taehyung. Entro en pánico.

— ¿Qué pasó Jimin? ¿Yoongi desapareció?

Su voz es burlona, lo está disfrutando, se nota, pero, ¿por qué?

— ¿Mamá? ¿De qué hablas?

Me trato de poner de pie, pero mis piernas están encadenados a los extremos de la cama.

Fuertes barrotes me mantienen quieto.

— ¿Uh? — Hace un puchero, saca las llaves de su bolsillo — ¿Buscas esto? — Tintinea las llaves frente a mis ojos.

El sonido cuando chocan me rompe los tímpanos, su risa no se hace esperar, es demoníaca nada de la risa delicada que suele tener.

A pesar de que mis tobillos duelen por el fuerte peso de las grandes cadenas me levanto de la cama dando el primer paso para acercarme a ella.

Las cadenas me hacen volver hacia atrás y caigo pecho tierra el piso. Me retuerzo de dolor, mis lágrimas caen como si no tuviera cuencas en los ojos. Me arrastro, pero cada impulso que doy duele más que el otro.

Hundo mis uñas en el suelo de madera, se me desgarran, pero haré de todo para conseguir esas llaves.

— Mamá, por favor... Suéltame. — Suplico.

Ella da unos pasos hacia mí, pone las llaves a la altura de su cara y vuelve a mover las llaves contra sí. Suenan horrible, parecen lamentos infernales, gritos salen casa vez que chocan.

— ¡POR FAVOR MAMÁ! ¡PARA ESTO! — Me impulso para tomar las llaves, pero las lanza en algún lugar de la habitación.

Carcajadas salen de su garganta, una tras otra.

Toma mi cabello y lo jala hacia arriba haciéndome doler la quijada. Puedo sentir como brota sangre de mi cabeza en cada cabello que se sale.

— Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, habiéndolos arrojado al infierno, los entregó a cadenas de oscuridad, para ser reservados para el juicio. — Su voz se vuelve oscura y tenebrosa.

No sé qué pasaje está recitando, pero todo a mi alrededor se vuelve color rojo carmín, el piso está lleno de sangre.

Mi espalda duele como si me estuviera dando latigazos, abro mi boca y solo aire sale, no tengo la fuerza para gritar. Mis muñecas empiezan a sangrar, puedo sentir como si tuviera el alfiler cortándome la piel cada vez más profundo.