ADRIK ✓ [Pesadilla #1]

60 | Esperado epílogo

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E P Í L O G O

Tiempo después...

Un silbido.

Algo tan perceptible que llega hasta mi cabeza y esta duele tanto que por un instante siento que va a estallar.

El silbido sigue presente.

Frunzo el ceño pero no puedo ver nada.

¿Qué está ocurriendo?

Una ráfaga de viento golpea mi cuerpo y las manos se me ponen frías. Intento hablar o pedir ayuda, salvo que no puedo hacerlo. Algo me impide hacerlo. Mis oídos pitan de repente, un zumbido reemplaza el pitido largo e implacable y otra ráfaga de viento llega a tocarme. Es tan fría y helada, mucho más que la anterior que me entumece los dedos de los pies.

Necesito despertar.

Es una pesadilla andante caminando a mi alrededor como todas las noches.

Los vellos invisibles en mi rostro se erizan por completo y un grito se construye en mi garganta a punto de salir y hacerse oír por sobre las paredes de mi mente y lo que consiste en la casa; sin embargo, es nulo.

Porque no puedo abrir la boca y gritar tan fuerte como quiero.

No puedo hacerlo.

Mis labios están sellados. La idea de que estoy sufriendo alguna parálisis del sueño atormenta mi cabeza sin remordimiento llevándome a preguntarme muchas cosas como: ¿Estoy muero? ¿Jamás volveré a despertar? ¿Acaso lo haré? ¿Y si no?

Los dedos de mis manos y pies se han vuelto nada, ya no puedo sentirlos, sólo existe en ellos un hormigueo perceptible e invasivo que me molesta y me retuerce las entrañas.

Cada segundo que pasa se vuelve más tortuoso, cada respiración, cada ráfaga de aire que entra por mi ventana es tan dolorosa que me empiezo a asustar de que sea así todo lo que pasa alrededor de mi cuerpo dormido. El hormigueo en mis dedos empieza a expandirse y ataca sin piedad cada articulación, vena, músculo, hueso...

Ya no siento mis brazos ni mis piernas.

La invasión en mi cuerpo se siente tan horrible que otro grito, más desgarrador e inigualable que el primero se construye lentamente en mi garganta perfeccionando su tonalidad por el horror acumulado.

Otro silbido llega hasta mis oídos y el grito se vuelve más poderoso. Lo puedo sentir, desde cómo sube por mi garganta hasta como se instala en mi boca preparado para salir disparado de su encierro.

La ráfaga de nuevo.

El hormigueo eterno.

El miedo sepulcral.

Los evidentes recuerdos y el nuevo silbido me hacen temblar el cuerpo tan precozmente que estoy cagado del miedo.

Grita.

Grita.

Grita.

Deseo hacerlo, con todas mis fuerzas, y no puedo.

Y entonces pasa algo que me deja frío.

La pesadilla se desmorona de repente y un fondo negro es lo único que deja de reemplazo.

Confundido, e, intentando romper la naturaleza me despego del encierro mortífero de mi pesadilla y trato de conseguir caminar abiertamente por el gran fondo negro que me rodea. Hace tanto frío y siento tanto terror por estar tan solo en la cúspide de mi pesadilla, que lo único que llega a reconfortarme es que en mi imaginación no hay gritos de terror ni hormigueos paralizantes; solo hay vacío y la nada pura.