Capítulo 44: Nuevo hogar para ellas

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Apenas mis ojos comenzaban a aclararse, cuando una fuerte corriente de aire nos azotó. Por inercia, nos sujetamos a la alfombra que volaba sin dirección fija.

-Hemos llegado al Gran Desierto- gritó Reepicheep.

La tromba fue de tal magnitud, que nos dirigió hacia el suelo.

-No se suelten- ordenó Reepicheep.

Sin pensarlo dos veces, dije el Encantamiento que había utilizado para ayudar a cruzar ese desierto por primera vez, lo conjuré justo a tiempo de que nuestros cuerpos chocaran contra la arena. La alfombra se rodeó de una especie de campo de energía que le permitía mantenerse a salvo de aquellos feroces aires llenos de arena.
Seguimos avanzando con más calma y ahora con una dirección definida. Las niñas parecían más tranquilas. Me acerqué para abrazarlas.

-Les prometo que todo estará bien- susurré

Una de las gemelas observó sobre mi ceja.

-¿Está herida, señorita?- preguntó.

Algo caliente y espeso empezó a escurrir desde la parte superior de mi ceja izquierda hacia mí ojo. Toqué con cuidado y al mirar mi dedo me percaté que tenía sangre.

-Me lo hicieron esos soldados en la tarde- expliqué-la herida debió abrirse durante el zarandeo. Pero estoy bien.-

Las gemelas rieron.

-Miren- dijo Rebeca un poco más animada señalando unas enormes rocas acomodadas en forma circular.

-¿Qué es eso?- pregunté.

-Son tumbas, Majestad- explicó Reepicheep.

-¿Y siempre están ahí?- volví a questionar.

-A menos que los gigantes del norte vengan seguido a cambiarles de lugar...- habló Reepicheep

-¿Por qué entonces no las ví cuando llegamos?- me dirigí a Reepicheep.

-Tal vez no prestó atención.- respondió mi compañero.

Seguimos observando.

-Se ven impresionantes- comenté.

-Papá decía que estaban embrujadas.- habló Rebeca.- cuentan los de Calormen que se escuchan lamentos y ven sombras en las noches. Nunca creí que realmente existieran, pensé que era una mentira para mantenernos dentro de Tashban-

Las enormes roca desaparecieron cuando pasamos sobre ellas para irlas dejando muy atrás. Mientras tanto, observé que en el cielo las estrellas desaparecían disimuladamente y el cielo se tornaba de un color más claro.

-Debes estar a punto de amanecer- dije.

-Así es- afirmó Reepicheep.

Sin darnos cuenta, el alba llegó. Y los tenues rayos de sol acariciaban cada centímetro de nuestra piel. De pronto, comencé a sentirme débil.

-¿Qué le sucede?- preguntó Rebeca preocupada.

-Me siento muy agotada- dije débilmente.

-No ha comido. Ayer no probó ni un trozo de pan- explicó Reepicheep.

-Me está doliendo la cabeza- dije

-Tenemos que hacer una parada para alimentarnos- indicó el roedor.

-Pero no llegaremos a tiempo- susurré.

-No serviría de nada llegar a Narnia en éstas condiciones- me respondió Reepicheep- haremos la parada.-

-De acuerdo, pero, ¿En dónde?- preguntó Rebeca.

-Archenland- contestó mi compañero.

Avanzamos por alrededor de 2 horas hasta que a lo lejos vimos cerros forrados de llanuras verdes. Con cada minuto que avanzábamos, sentía que me desvanecía.

NARNIA. La Última Reina De Antaño (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora