Capitulo 5

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~22 DE JULIO~

Toqué el timbre de la puerta frente a mi cruzandome de brazos a la espera de que me abrieran la puerta.

-¿Hola?

-Hola. ¿Están los señores Lockwood?   Le pregunté a la chica con trenzas que me había abierto la puerta con total serenidad.

-Sí, ¿quién los busca?

-No, no hace falta que me anuncies. – La esquivé para dirigirme directamente al comedor mientras que la oía quejarse detrás de mi.

-¡Señorita, espere! Rodé los ojos ignorándola para detenerme en la entrada del comedor.

-¿Hay sitio en la mesa para mi? La taza que tenía en las manos Samantha Lockwood cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos mientras que ella se agarraba a la mesa fatigada. Por otro lado, Reinaldo me miró abriendo bien los ojos como si estuviera viendo a un fantasma.

-¿H-hija?

-¡Ah! ¿Qué sigo siendo vuestra hija? ¡Mira por donde! –Mi madre corrió hacia mí para abrazarme mientras que yo rodaba los ojos.

-¡¿Dónde te habías metido tanto tiempo?! ¡Pensé que no volvería a verte nunca!

-¿Tu querido esposo no te había hablado de mi? Me fui a estudiar... Murmuré siguiendo la mentira que le diría a todos. –Pero ya estoy de vuelta.

-¿Qué? –Papá me miró severamente mientras que yo sonreía satisfecha.

-¡¿De verdad?! ¿Y dónde está tu equipaje?

-Ah, no te preocupes por eso. No voy a vivir aquí.

-¿Cómo?

-Tú y yo vamos a hablar. ahora.
Reinaldo me agarró del brazo arrastrandome con él hacia su despacho.

-¿Ahora te preocupas por mí?

-Tenías terminantemente prohibido volver a esta ciudad, Giulia.

-Sí, hace dos años atrás cuando aún era menor de edad. Ahora no puedes controlarme. ¿Por qué no volver a mi ciudad natal? La ciudad que me ha visto nacer y crecer.

-No te quiero cerca de Dominique Reened. –Reí con ganas cruzandome de brazos divertida.

-¿Y eso quién lo dice? ¿Tú? No me hagas reír, por favor...

-Olvidate del sustento que recibes en tu cuenta bancaria todos los meses. Volví a reír.

-¿De verdad crees que me importa tu dinero? Dejé de usarlo en cuanto empecé a ganar mi propio sueldo. Ah, y no te preocupes, que como dije antes, no me voy a quedar en tu casa. Ya tengo mi propio piso.

Dicho ésto, me dí la vuelta para salir del despacho con intención de marcharme sin ni siquiera despedirme de mi madre.

Me subí al taxi que le había pedido que me esperara para poner rumbo hacia la empresa de Dominique.

Aún no me había dado tiempo de ir a un concesionario de coches para mirar alguno. Nada más levantarme me duché para ir a casa de mis padres y ahora debía ir a la compañía de Dom como él me había pedido.

También había mentido un poco, aún no tenía ningún piso alquilado ni nada por el estilo, pero eso nadie tenía porqué saber, ¿no?

Suspiré mirando por la ventana totalmente agotada. Anoche debía haber dormido de un tirón después de las doce horas que me había pegado de vuelo, pero sin embargo... Dormir era lo menos que había hecho.

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