Capítulo 14.

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La limusina subió por una calle empinada. Sobre un acantilado de altura espectacular surgió un enorme tejado. La casa parecía más grande cuanto más se acercaban. No era una villa, era todo un palacio. -¿Es ésta tu casa? –preguntó Martina. Sebas asintió mientras la limusina paraba delante de la gigantesca edificación -. Si vas a estar con tus amigos y tu familia será mejor que busques una habitación donde encerrarme, no quiero inmiscuirme en tus... -Tú te quedas conmigo -la interrumpió él tranquilo. -¿Y qué se supone que debo decir cuando la gente me pregunte? ¡Ni siquiera sé cómo se llamaba tu padre! -respondió Tini sin disimular su incomodidad. -Se llamaba Anibal, tenía setenta y un años y yo era su único hijo -informó Sebas con voz espesa-Era una de esas buenas personas que tú has mencionado antes, y su muerte ha sido repentina e inesperada. -No tuviste la oportunidad de decirle adiós. Eso es, difícil de asimilar -comentó Tini recordando sus propias penas. Sebas la miró de reojo, con desdén. -Ahórrate los tópicos, mi padre y yo llevábamos tiempo separados. -No era un tópico. ¿De quién era la culpa de que estuvieran... separados? -se atrevió Martina a preguntar. -Mía... -Pero tú no podías saber que... -¡Eso no es asunto tuyo! -gritó Sebas. Ambos salieron del coche. Martina miró de reojo a Sebaa que, tenso, reprimió un suspiro. Estaba decidido a contener sus emociones tal y como, supuestamente, todo hombre debía hacer. Hubiera sido mucho más fácil para una mujer. En aquel momento Sebastian Yatra era como un volcán, luchando por tragar toda la lava emergente, a punto de estallar. Tini dejó que la adelantara. Un montón de sirvientes se alineaban esperándolos en el opulento vestíbulo. Sebas dijo unas palabras. Tini vaciló y miró a su alrededor. De pronto una morena apareció inesperadamente en el dintel de una puerta. Sebas, que no la había visto, miró para atrás con gesto imperioso. -¡Martina! -la llamó impaciente. Ruborizada ante las miradas curiosas, Ella aceleró el paso. Justo cuando Sebas alargó una mano para tomar prisionera la de ella, la morena se acercó caminando. No debía de tener ni treinta años. Tenía el pelo corto y negro, y los ojos oscuros y exóticos. Y llevaba una ropa y unas joyas impresionantes. -Helena... -la llamó Sebas apretándole la mano a Tini. Helena plantó un frío beso sobre la mejilla de Sebas y ambos comenzaron a hablar en griego. La morena ignoró a Martina que, lejos de molestarse, estaba irritada por la cabezonería de Sebas al mantenerla a su lado. Él continuó hablando con la griega, que Tini supuso sería una pariente cercana, mientras las guiaba a ambas hacia un salón. Entonces comenzó a llegar más gente y Helena asumió el papel de anfitriona. Sebas había soltado ligeramente la mano de Tini, que trataba de escabullirse hacia un rincón. Pero Sebas no solo la retenía, sino que de pronto la hizo adelantarse y comenzó a presentarle a gente. No obstante Martina no pudo mantener ninguna conversación con nadie. Muchas miradas recaían sobre ella, pero Sebas no dejaba de llevarla de un lado a otro. Intercambiaba unas palabras aquí, una frase allá... estaba tan tenso que era incapaz de dialogar con nadie.

-¡Cristos, odio esto! -murmuró Sebastisn entre dientes, de pronto. Unos minutos más tarde un hombre mayor lo abrazó forzándolo a soltar a Martina. Ella dio un paso atrás y después comenzó a caminar hacia el balcón, que parecía recorrer toda la fachada de la casa. Salió y respiró hondo aquel aire cálido. Las vistas sobre el valle eran increíbles. Un interminable cielo azul abovedado cubría las crestas de los pinos sobre los que había flores que salpicaban color. Al fondo, mucho más abajo, majestuosas formaciones rocosas se internaban en el brillante azul turquesa del mar. Era tan hermoso que casi producía dolor. Tini estuvo admirando las vistas durante un rato. Después, consciente de su cansancio, se dio la vuelta y vio a Sebas. Era tan alto que era imposible no verlo. Tenía el ceño fruncido y miraba a su alrededor sin descanso, prestando escasa atención a lo que le decían. De pronto su mirada se posó sobre Tini, iluminándose como una estrella, y su rostro se relajó. Martina colisionó contra aquellos ojos brillantes. Su corazón comenzó a latir y se le secó la boca. Observó a Sebas caminar a grandes pasos hacia ella. Tenía centrada en él toda su atención, y era tan incapaz como él de apartar la mirada. Ambos parecían ciegos a los murmullos y a la especulación que aquella escena estaba suscitando. -¿Dónde diablos te habías metido? -preguntó él con la respiración entrecortada, fuera de tono, a dos pasos de ella. Emanaba de él tensión a manos llenas. Escrutó el rostro de Tini con ojos intensos y feroces y preguntó-: ¿Pero por qué quiero estar contigo justo ahora? -¿Será que se ha convertido en una mala costumbre eso de vigilarme para que no llame por teléfono? –preguntó Martina. En ese instante Helena se acercó a ellos a paso lento. Martina se ruborizó bajo su atenta mirada, inquisitiva y fría. Se sentía incómoda en presencia de aquella mujer, aunque no sabía por qué. -La señorita Stoessel parece exhausta, Sebas. Estoy segura de que apreciaría mucho si pudiera retirarse a descansar. -Sí, sí... me gustaría -intervino Tini. La bella morena sonrió y miró a Tini con aprobación. Sebas llamó a una criada con un imperioso gesto de los dedos. -Te veré más tarde -dijo Sebas volviendo a entrar en el salón. ¿Por qué sentía como si lo estuviera abandonando?, se preguntó Martina inquieta y molesta mientras seguía a la siervienta. Apenas la conocia. ¿ Que esta pasando?.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora