Sebas se quedó helado, paralizado por el susto.
-Quizá... quizá hubiera debido de decírtelo... de otro modo -musitó Martina incapaz de pensar en otro modo de soltar aquella bomba sin que le estallara en la cara.
Lo cierto era que no había tenido la intención de decírselo, ni siquiera lo había pensado, pero el estrés y la ira la habían traicionado. Martina estaba en tal estado de nervios que ni siquiera se había dado cuenta de que había salido del coche y de que estaba a punto de salir de un ascensor desconocido.
-Dijiste que me llevabas a casa...
-Pensé que estarías más cómoda en mi apartamento.
-Me llamaste escurridiza, no sé cómo te atreviste.
El silencio se hizo tenso de pronto. Martina no quería ni pensar en lo que, impulsivamente, le había dicho en la limusina. Y definitivamente no quería hablar de ello. ¿Qué esperaba de Sebas? En aquellas circunstancias compartir un problema no significaba en absoluto solucionarlo.
Sebas vivía en el ático. Un mayordomo griego les abrió la puerta. Los muebles eran elegantes y había una importante colección de obras de arte. Martina se fijó en un óleo. Se parecía a una pintura de Picasso que había visto en una ocasión en un libro. Apartó la mirada comprendiendo que podía ser el original y dijo:
-Quiero cambiarme.
Sebas le enseñó una lujosa habitación de invitados. Martina se quitó la ropa y los zapatos. Se aseó en el baño y notó que le temblaban las manos. Luego sacó la ropa que Demetrios había recogido en su taquilla y se la puso, dejando la otra en el suelo. Nunca volvería al edificio Yatra International a trabajar. Bajo ningún concepto. Pero tenía que haber muchos otros trabajos nocturnos que pudiera hacer. Aunque quizá no todos estuvieran disponibles para una mujer embarazada.
Martina caminó de vuelta por el pasillo buscando a Sebas.
Fue entonces cuando vio una foto grande enmarcada. Sebas otro hombre mayor muy parecido a él al que creyó su padre, y Helena. La morena había estampado su firma en una esquina. Martina respiró hondo y buscó el salón. Y comenzó a hablar antes de que Sebas se diera la vuelta y la mirara.
-No pensaba decírtelo, ha sido una estupidez. Voy a hacerme el test del embarazo mañana.
-¿Tienes ya una cita con tu ginecólogo?
-No.
-Yo te conseguiré una...
-No es necesario -replicó Ella tensa.
-Yo creo que sí -la contradijo él con calma-. El examen de un médico siempre es mucho más fiable.
-Pero...
-Yo estoy tan involucrado en esto como tú -insistió Sebas cabezota.