-No sé de qué estás hablando -tartamudeó ella, poco preparada para un ataque como aquél.
-Sí, lo sabes muy bien. Estás tratando de esconderte tras el hecho de que trabajas para mí, pero es demasiado tarde -continuó él con una fría ironía. -Yo sólo quiero que me dejes en paz. -Cada vez que me miras tus ojos me dicen lo contrario -respondió él sosteniendo su mirada tranquilo y alcanzando la mano de Martina antes de que ella pudiera darse cuenta de cuáles eran sus intenciones -. Tienes el pulso acelerado. Estás temblando... -¡De ira! -respondió ella soltándose y dándole la espalda-. Sé lo que quiero en la vida y, créeme, tú no estás incluido en el lote. -¿Y qué hay en ese lote? -¿De verdad quieres saberlo? -Sí, de verdad quiero saberlo. -Muy bien. Pues quiero comprar una librería. Ésa es la razón por la que tengo dos trabajos. Llevo mucho tiempo ahorrando y pronto pediré un crédito. -Te lo doy yo ahora mismo, con contrato legal -se ofreció Sebas. Martina dio un grito de frustración, entró en la oficina más cercana y vació la papelera. -¿Es que no lo entiendes? -preguntó saliendo de nuevo-. No quiero ningún favor, no necesito ninguna ayuda. -Pero estás dejando que tu trabajo aquí sea una barrera entre nosotros dos. -Sebas... serías incapaz de reconocer que una sólida muralla de ladrillo es una barrera. -No debería de haberte pedido que fueras mi amante -murmuró Sebsd. Martina estuvo tentada de mirarlo a los ojos. La tensión de su cuerpo se desvaneció ligeramente. -No... -Era demasiado pronto -añadió Sebas. -¡De verdad que eres lento a la hora de comprender! Un brillo divertido cruzó los ojos asombrados de él. - Te he echado de menos, pethi mou. Aquella sonrisa era como el calor del sol. Martina apartó los ojos de él como si se quemara. -Así que estás aburrido de tanto servilismo y necesitas algo nuevo. ¿Se te ha ocurrido alguna vez llamar a una agencia matrimonial? -Pronto terminarás tu trabajo aquí. Déjame que te lleve a cenar a algún sitio. Martina lo observó, apoyado contra la puerta, como un depredador que se hubiera tomado un rato de descanso. Sebas era capaz de hacer surgir en ella el hambre y la pasión más poderosas. Tini recordó todas las noches pasadas en vela, tratando de olvidarlo a él y odiándose a sí misma por su debilidad. Y sin embargo ahí estaba de nuevo esa excitación, ese anhelo doloroso que iba mucho más allá del mero deseo físico... - Tini... -comenzó a decir él en voz baja. -Cuando termino mi trabajo me voy a la cama, Sebas -contestó ella escueta, agachándose para seguir abrillantando el suelo. -Bien, entonces nos saltamos la cena. Martina se enfadó ante aquella sugerencia y se enderezó de pronto. Pero lo repentino del movimiento le produjo un mareo. La vista se le nubló, se sentía incapaz de enfocar las cosas correctamente. De pronto sintió que se caía, que caía en la oscuridad, que le fallaban las piernas.