Capítulo 34.

464 39 55
                                    


Veinte minutos más tarde la incertidumbre tocó a su fin.

-Estás embarazada -le informó Nathan Parkes.

-¿Seguro? ... Es decir, ¿no cabe ninguna duda?

-Definitivamente. No cabe ninguna duda. Al principio es normal que te sientas un poco mal -continuó el médico-. Lo que no me acaba de gustar es tu peso. Estás muy delgada.

-Me he saltado algunas comidas últimamente -admitió Martina.

-La náusea suele restar apetito, tienes que tratar de comer con regularidad. Eso suele ayudar. ¿Vas a llevar a término este embarazo?

Martina asintió sin levantar la cabeza. Había creído que estaría preparada para aquella noticia, pero de pronto descubría que no era así. Estaba confusa, tenía miedo. Diez minutos más tarde estaba en la sala de espera vacía tratando de calmarse. Podía ver el Ferrari por la ventana. Al salir a la calle Sebas caminó a grandes pasos hacia ella. Sus ojos intensos la miraron expectantes. Tini se quedó mirándolo.

-Así que hay algo que celebrar -dijo Sebas abriendo la puerta del coche y haciéndola entrar.

-¿Podrías por una vez en tu vida decir algo sincero?

-Vamos a ser padres -explicó Sebas -. Yo, personalmente, creo que la concepción de mi primer hijo es un hecho importante, pero si tú no tienes nada positivo que decir será mejor que te calles.

Tini rió. Sebas se giró a su lado e inmediatamente puso en marcha el motor del vehículo. Luego ella se mordió el labio y preguntó:

-¿Cómo te sientes en realidad?

-Destrozado... orgulloso de mí mismo, en cierto sentido... sentimental -enumeró Sebas con voz ronca, tomándola de la mano en el semáforo.

-Yo me siento sencillamente muy confusa.

-Pareces cansada. Te llevaré de vuelta a mi apartamento para que puedas dormir.

-No, le prometí al señor Barry que iría en cuanto pudiera... y de todos modos tengo que cambiarme de ropa -añadió insegura.

-Preferiría que te quedaras en mi apartamento - insistió Sebas soltándole la mano al cambiar la luz del semáforo-. Esta tarde tengo que volar a París, y dudo mucho de que pueda volver antes de mañana por la noche.

Consternada por la noticia, Martina miró a Sebas de reojo. Estaba tenso, pero lo cierto era que había admitido con franqueza que se sentía destrozado. Si ella estaba confusa, ¿por qué no podía estarlo él también?

-Creo que estaré más cómoda en mi casa -añadió con firmeza.

-Espero que cuando seas mi esposa hagas todo lo que te diga -murmuró Sebas inexpresivo. Un silencio pesado se apoderó de ambos. Martina abrió enormemente los ojos. No podía creer que él hubiera dicho lo que había dicho-. Sobre todo cuando lo que me preocupa es tu bienestar.

-No estarás pidiéndome en serio que me case contigo, ¿no?

-Muy en serio.

-Pero si apenas nos conocemos...

-Nos conocemos lo suficiente. Tú me gustas, te respeto. Te deseo. ¿Qué más quieres?

-¿Y qué hay del... amor?

-¿Qué hay de nuestro hijo? - Martina se puso pálida-. Quiero casarme contigo -añadió Sebas con énfasis.

-No, en realidad no. Hoy en día la gente ya no se casa porque esté embarazada - protestó Martina con el corazón acelerado.

-La gente como yo sí.

- Sebastian, yo... - Tini tragó.

-Tú sabes que lo que digo tiene sentido.

-Sí, pero...

-Nos casaremos en cuanto lo haya arreglado todo -afirmó Sebas resuelto.

-Lo pensaré - respondió ella.

Sebas detuvo el Ferrari frente a la librería. Luego le soltó el cinturón de seguridad a Martina y dijo:

-Deberías de estar avergonzada de ti misma, yineka mou. ¿Dices que lo pensarás? Anoche no podías esperar a...

-¡Sebastian! -gimió ella medio riendo, medio en tono de reproche.

- Tini, o eres una sinvergüenza que me ha utilizado para disfrutar del sexo o... o... o eres una mujer decente que sencillamente no puede resistírseme.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora