Capítulo 40.

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-¿Entonces qué? ¿Dejarlo para salir tú a trabajar? -Pues... -¿Negándote a recibir mi apoyo financiero? -Sebas, yo... -No, escúchame -se impuso él-. Si no nos casamos este niño crecerá fuera de mi familia. Y no voy a mantenerlo en secreto, así que no creo que te agradezca el hecho de ser diferente del resto de los hijos que, algún día, tendré en mi futuro matrimonio... con otra mujer.

Martina se desinfló como si fuera un balón. Otra mujer significaba Helena. Helena, que odiaría a aquel niño cada vez que fuera a visitarlos. Helena que, viéndose al fin como madrastra, no dudaría en humillar y denigrar al hijo ilegítimo. Tini sintió que se le encogía el estómago. -¿He dicho algo por fin que haya hecho mella en ti? –murmuró Sebas con voz de seda. -Quizá fuera un poco exagerada al decir que no te quería ni en bandeja. -Eso te ha quedado muy bien, yineka mou. ¿Significa acaso que sí vamos a casarnos? -inquirió Sebas con suavidad. -Tú no crees lo que te dije de Helena Teriakos, ¿verdad? -preguntó Martina a su vez. -No -confesó Sebas en voz baja-. Podría mentirte con tal de hacer las paces contigo, pero no voy a hacerlo. Naturalmente comprendo que aquel día estuvieras enojada, no sabías nada de Helena, y ella... no se dio cuenta. Si ella lo hubiera sabido nunca se habría acercado a ti - Tini apretó los labios. Era evidente que Sebas nunca iba a creer su versión. Conocía a Helena de toda la vida, y su confianza en ella era absoluta. ¿Cómo podía vivir con eso?-. Martina... la noche en que descubriste que estabas embarazada tomé una decisión equivocada. Pensé que no era el momento más adecuado para contarte lo de Helena. -Pero quizá nunca me lo hubieras contado. -Tú ya tenías encima la suficiente presión. Y, de todos modos, el asunto de Helena era algo a lo que me tenía que enfrentar yo solo. -Te sentías culpable con respecto a ella -respiró Tini tensa. -¿Y cómo crees que podía sentirme? -¿La... amas? -¿Qué tiene que ver el amor con esto? Aquello silenció a Martina. Era una respuesta que decía mucho, y al mismo tiempo no decía nada. Amara o no a Helena se casaría con ella, pues esperaba un hijo. ¿Pero cuánto tiempo permanecería con ella? ¿Tendría Helena razón? Y, por otro lado, si se casaban, ¿qué tenía ella que perder? Sería su mujer durante una temporada, y su hijo sería legítimo. Aquello quizá no fuera importante socialmente, pero sí lo era para Tini después de la experiencia de su padre. -Lo primero es el niño, después nosotros -declaró Sebas entonces, poniendo punto final a la discusión. Aquello sonaba a receta para el desastre a oídos de Martina, pero lo que en el fondo le importaba en ese momento era que lo amaba. -Me gustaría casarme en una iglesia, y vestida de blanco. Así que si estabas pensando en un registro civil, lo siento-impuso Tini con una sonrisa que a Sebas hipnotizo.

[…]

Seis semanas más tarde Martina entraba en la iglesia para convertirse en la mujer de Sebas. Llevaba un elegante vestido color crema que ella misma había pagado con sus ahorros. Era como un acto de fe en su matrimonio. Sólo había aceptado usar la tarjeta de crédito de Sebas para comprar los complementos. -Alguien tiene que llevarte al altar -le había dicho Sebas por teléfono, desde Ginebra -Olvídalo... ¿qué crees que soy? ¿un artículo de consumo? ¡Soy una mujer casi del siglo veintiuno! -¿Y por qué esa mujer del siglo veintiuno me ha rechazado la penúltima noche antes de nuestra boda? -Quiero que nuestra noche de bodas sea algo especial. Dijiste que lo comprendías -le recordó Tini. -Bueno, es que cambié de opinión hacia las dos de la madrugada, cuando tuve que tomar una ducha fría. Martina caminó hacia el altar con aquel recuerdo y con una amplia sonrisa. No veía a los invitados que llenaban la iglesia. Aquél era su día. Y la ceremonia fue muy bonita. Bebió cada palabra que se dijo, cada instante. Pero también se apresuró a pronunciar cada promesa. En el fondo de su mente yacía la imagen de Helena Teriakos poniéndose en pie y suspendiendo la ceremonia en el último momento. Por desgracia a Tini no se le ocurrió pensar que Sebas invitaría a Helena al banquete, de modo que fue un shock cuando la vio aproximarse a las puertas de la iglesia. -Estoy muy feliz por ustedes dos -comentó Helena-. Martina, espero que no te importe, pero necesito hablar un momento con Sebas.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora