Capítulo 22-.

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. -Mientras que yo en cambio... -continuó Sebas en un tono de voz más alto. El corazón de Martina latía tumultuoso. Podía sentir la rabia de Sebas, cruda como un huracán, crujiendo en el aire. Sin embargo no podía reprimir su deseo de contestar.

-Mientras que tú eres rico y privilegiado, un cerdo ignorante. ¡Y ahora quítame las manos de encima! Una décima de segundo más tarde Martina dejó escapar un gemido estrangulado al sentir que él la levantaba del suelo y la ponía sobre la cama. Aterrizaron a tan increíble velocidad que se le cortó la respiración. Ella se quedó clavada. Él estaba pálido a pesar del tono de su piel, y sus ojos brillaban intimidándola. -¡Si fueras un hombre te habría matado por insultarme de ese modo! -¡Me estás asustando...! -musitó Tini. Una expresión de terrible desagrado cruzó el rostro de Sebas, que se enderezó instantáneamente -El helicóptero te está esperando en la villa -añadió entre dientes -. ¡Haz tu maleta y márchate! ¡Y no vuelvas a poner un pie en el edificio Yatra International! Martina, tan pálida como la sábana, sacó las piernas de la cama y se sentó. -Pensé que podría amarte, pero ahora te odio - musitó con voz espesa. Sebas dejó caer un montón de billetes sobre la alfombra, a los pies de Tini, con un gesto de desprecio. Martina los miró incapaz de pronunciar palabra. -Como tú misma has dicho muy bien los negocios son lo primero y lo último en tu vida. Así que, si te sirve de consuelo, he pasado una noche fantástica. Por un momento ella se sintió devastada, pero después su reflejo innato de supervivencia la hizo reaccionar. -¿Es eso lo que cuesta el billete de avión desde Atenas? -Cristo, ¿qué significa eso? -La pobre gente como yo tiene que ser práctica. No sé cuánto cuesta un billete en avión de aquí a casa -explicó Tini negándose a mirarlo, negándose a sentir nada. -Puedes recoger tu billete de vuelta en la terminal. -Entonces lo único que necesito es dinero para el transporte a casa una vez que llegue a Londres -dijo Martina tomando un billete del suelo y resolviendo mandarle el cambio-. Y lo de más de los puedes meter por donde te quepan porque no necesito nada de ti - Sebas con tan declaración se quedó atónito y mirándola incrédulo por su parte Tini se sentía muy orgullosa por reflejar que ningún hombre así fuera él la podía tratar mal-¿Qué hay de Cami? -¿De la otra mujer de la limpieza? ¿Tú qué crees? -Que si echas también a Cami vas a lamentarlo - Martina levantó la cabeza despacio, muy despacio, con una mirada tan fría como la de él. Era el momento de proferir la peor amenaza de su vida-: Acudiré a los periódicos, Sebas. Les contaré toda esta historia en verso, ya que parecen tan interesados en ti. Y con lo que saque compensaré a Cami... Sebas la observó con un disgusto y una incredulidad inconfundibles. Tini estaba sobrecogida, pero se puso en pie por miedo a delatar su debilidad. Le dio la espalda, recogió sus zapatos viejos y se los puso. Luego, con la bolsa de la ropa de trabajo en la mano, pasó por delante de él con la cabeza bien alta. Llegar hasta el ascensor de la villa se le antojó eterno, y lo mismo atravesar el vestíbulo. El helicóptero estaba aparcado a cierta distancia de la casa. Subió a él tratando de mantener el control y, sobre todo, de no pensar en lo estúpida que había sido echando sobre sí aquella desgracia. Pero el primer suspiro de autocompasión escapó de su boca mucho antes de que abandonara Atenas. Martina no estaba acostumbrada a cometer errores, y menos aún con los hombres. Era una persona cauta. Por eso, cuando volvió a recordar todo lo ocurrido, no pudo creer que se hubiera comportado de un modo tan tonto. De inmediato decidió que había recibido lo que se merecía. Ella misma había invitado toda aquella humillación. ¿Cómo había podido olvidar que aquel hombre era el modesto chico que, pavoneándose, había asegurado ser capaz de persuadirla para que se acostara con él? Y, lo que era aún peor, Martina se veía obligada a reconocer que se había sentido muy próxima a una persona capaz de sojuzgarla y malinterpretarla. Sebas ni siquiera la había escuchado. ¿Pero qué se podía esperar de alguien tan estúpido y con tantos prejuicios, por otro lado? El problema era que nunca nada le había dolido tanto como aquello...

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora