Capítulo 12.

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Aquella confiada afirmación llenó a Martina de resentimiento. ¿A quién se creía que estaba engañando? Él no había vacilado en utilizar su poder como arma, y el hecho de que ella hubiera tratado de ver el lado positivo de la situación no lo alteraba en nada. -No te atrevas a justificarte, llama a las cosas por su nombre -advirtió Martina -. Si tú y yo no fuéramos quienes somos yo no estaría aquí. Y si Cami y yo no necesitáramos nuestros empleos te habría mandado a donde te mereces. -Me lo imagino -soltó él con voz de seda. -Y sabes muy bien que arrastrarme de este modo... bueno, no es precisamente un trato de ensueño, ¿no crees? No quisiera ser irrespetuosa, pero no me gustan los funerales. -¡Pues a mi padre le hubieras encantado! -exclamó Sebas con un brillo en los ojos. -¿Es que él era de los buenos? Sebas volvió a ponerse tenso. Toda la expresión divertida de su rostro desapareció. En silencio, asintió con gesto duro. Luego le dio la espalda a Tini, que hubiera deseado mantener la boca cerrada. Entonces alguien llamó a la puerta. Era hora de marcharse. Ambos salieron al creciente calor del sol y caminaron hasta embarcar en un pequeño avión. ¿Cómo había podido tener tan poco tacto? El avión sobrevoló las aguas del Adriático. Sólo el ruido del motor llenaba el silencio. Martina sintió que los párpados le pesaban. Se hundió en el asiento y se durmió. Le costó despertar y tardó en comprender dónde estaba. Abrió los ojos confusa. Estaba tumbada en el enorme asiento trasero de una limusina de lunas tintadas. De pronto, con un ruido metálico y caro, la puerta se abrió. Un joven moreno se quedó mirándola. -Así que tú eres la última conquista de Sebas... Tengo que decírselo a mi primo, tiene buen gusto. No es de extrañar que no hayas querido entrar en la iglesia, algunos de los parientes de su madre son de estrechas miras. Me llamo Lukas Yatra. Martina se incorporó, tensa ante la mirada de aquel joven, fija en sus piernas. Tiró de la falda y contestó: -¡No soy la última conquista de Sebas! -Bien, ésa es una buena noticia -sonrió Lukas deslizándose por el asiento y cerrando la puerta-. Entonces, si no eres de Sebas, ¿qué estás haciendo aquí, esperándolo a las puertas del cementerio? -Trabajo para él, ¿de acuerdo? -Por mí de acuerdo... -contestó el joven imperturbable ante la helada mirada de ella, alargando un brazo confiado hasta el cabello y murmurando contra su mejilla ruborizada -: Eres verdaderamente una muñeca... La puerta del coche volvió a abrirse, pero en esa ocasión era Sebas que, echando un vistazo a la escena, aparentemente íntima, rugió de ira. Alargó un poderoso brazo, agarró al joven del cuello y lo sacó de la limusina para echarle un rapapolvo en griego. Martina, atónita e inmóvil, miró a Sebas. -Ella dijo que no era tu chica... ¿crees que me habría abalanzado sobre ella de no ser así? -gritó Lukas mientras se alejaba echando chispas. Sebas entró en el coche con expresión seria y rasgos endurecidos, como de bronce, sin decir palabra. Sus ojos brillaron de ira al exclamar con desprecio: -¡No te he traído aquí para que vayas tendiendo trampas a los hombres! Martina, que tenía temperamento y que de hecho estaba ya alterada, estalló. Reaccionó instintivamente, levantando una mano y abofeteando el rostro de Sebas con fuerza... -¡Ningún hombre habla así de mí! -la mejilla de Sebas quedó marcada. Él la miró con atónitos ojos. Ella sabía que había ido muy lejos, pero estaba demasiado enfadada como para reconocerlo-. ¡Y tu vanidoso primo se merece otra! ¿Quién diablos se ha creído que es? ¡Llamarme muñeca y acariciarme el pelo como si yo fuera un juguete! ¿Y cómo te has atrevido tú a comportarte así, haciéndole creer me rebajaría a ser tu chica? -¿Rebajarte...? -repitió Sebas nervioso, con ojos brillantes. -¡Sí, rebajarme! -confirmó Martina temblando-. Las mujeres no somos objetos que los hombres puedan poseer... -Yo podría persuadirte de que me pertenecieras si quisiera -declaró Sebas medio gritando. Tini respiró hondo al escuchar aquello. Lo escrutó con ojos irritados y contestó: -¿Con qué? ¿Con un hacha primitiva? Porque déjame que te diga una cosa: sólo conseguirías que entrara en la cueva familiar noqueándome y arrastrándome de los pelos.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora