Capítulo 11.

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Martina respiró hondo, pero eso no la hizo sentirse mejor. La circunstancia no podía ser peor. Era natural que hubiera deseado estar solo, pero entonces, ¿por qué había insistido en que lo acompañara? Hubiera deseado comprender por qué aquella información que había oído era tan importante. Sebas había estado trabajando hasta la noche antes del funeral de su padre. ¿Acaso su muerte había sido repentina? ¿No hubiera debido de estar antes con él? Eran más de las siete de la mañana cuando Sebas y Tini aterrizaron en el aeropuerto de Atenas. El sol lucía brillante. Los guardias los saludaron con gesto grave al pasar la aduana, y pronto una ola de periodistas con cámaras, gritando, se acercó a ellos. Sólo unos cuantos guardias los contenían. Martina se quedó helada al sentir los flashes de las cámaras. Sebas pasó un brazo alrededor de sus hombros y la guío por el aeropuerto imperturbable, sin contestar a una sola de las preguntas que le dirigían en todos los idiomas. -¿Quién es la mujer que lo acompaña? -oyó Tini que preguntaba un hombre en inglés. Tini estaba escandalizada ante el comportamiento de los paparazzi. ¿Qué había sido de la intimidad? Sebas se dirigía al funeral de su padre, ¿acaso lo seguían fuera a dónde fuera? Con frecuencia en el trabajo, durante los descansos, Tini había oído hablar a sus compañeras sobre la vida privada de Sebas. Era la comidilla interminable de los titulares y de la prensa amarilla. Había tenido aventuras con las mujeres más atractivas, y se le consideraba todo un Dios del sexo. Pero Martina siempre se había considerado por encima de todo eso. No le inspiraba el menor interés un hombre al que ni conocía ni podía conocer, así que no había prestado atención. Sebas y Tini cambiaron de terminal y entraron en una pequeña sala de espera. -¿Es siempre así con los periodistas? -preguntó ella. -Sí, bueno, me temo que hoy tu presencia ha causado más excitación de lo habitual -contestó Sebas encogiéndose de hombros. -Pues espero que nadie me reconozca. ¿A qué estamos esperando? -A un avión que nos llevará a la isla en la que se celebra el funeral. Otro vuelo, pensó Martina reprimiendo un suspiro. El viaje parecía interminable. -¿Otra isla? -Chindos. ¿Pero será posible que no sepas nada de mí? ¡Es que no sabes nada! -comentó Sebas sorprendido-. No estoy acostumbrado. -Pero apuesto a que es bueno para ti... es la prueba de que no eres el centro del universo - musitó Tini haciendo una mueca-. Lo siento, lo siento, sólo estaba pensando en voz alta. -Tienes una desastrosa falta de tacto que debe de causarte graves problemas -comentó Sebas escrutándola con una sonrisa. -La gente ya me conoce -contestó Tini tragando, agradecida que él no hubiera explotado. -¿Y por qué siempre buscas pelea? Pareces tan delicada y femenina... -continuó Sebas sin dejar de observarla. -¡No, por favor, delicada no...! -¿Bonita? -¡Eso es peor! -lo censuró ella-. Los hombres se niegan a tomarme en serio, es el problema de ser castaña y bajita... -Pero si tú no eres castaña, tienes un pelo muy llamativo -comentó Sebas con desdén-. Si de verdad no quieres provocar esa actitud en los hombres no te tiñas de ese color. -Es mi pelo, es natural. -¿Natural? No te creo. Quítate el sombrero. Tras unos segundos de vacilación Tini lo hizo. El color de su pelo brillaba contrastando con el negro del abrigo. -¿Lo ves? Es natural. Sebas miró fijamente aquel cabello. El silencio era tan espeso que podía cortarse. Tini lo observó con los ojos entrecerrados. Sebas era alto y reservado, y moreno que resultaba exótico. Y el elegante traje le sentaba de un modo impresionante. Pero no podía seguir así. Martina se echó a temblar, se daba cuenta que era incapaz de mantener el control. Cada vez que miraba a Sebas sentía una desesperada e inmensa excitación sexual. No podía soportar que le ocurriera eso con ningún hombre. Era una debilidad, algo irracional, humillante...

-¿Cómo es ser una mujer de la limpieza? -preguntó Sebas de pronto, medio tartamudeando. -Escucha, no hace falta que me des conversación. -Ha sido una pregunta sincera. -Bueno, bien, pues es... aburrido, repetitivo y además está mal pagado -explicó Tini con insolencia-. Así que si esperabas otra cosa siento decepcionarte. -Y entonces, ¿por qué lo haces? -Tengo un buen horario, y además no tengo a ningún jefe pelmazo detrás. No me gusta que me controlen. -Ya me he dado cuenta. Deberías de solucionar ese problema y tratar de buscar un empleo mejor. Aunque quizá no tengas ninguna preparación ni experiencia en ninguna otra cosa. -Ya tengo planes, gracias. Soy una mujer ambiciosa, dentro de lo que cabe. No estaré abrillantando suelos mucho tiempo -explicó Martina burlona. -No es muy buena idea contarme eso precisamente a mí -comentó Sebas escrutándola con duros ojos -. Yo nunca bromeo con los negocios, Tini. -Ni yo. Los negocios son lo primero en mi vida. Y lo último. Lo son todo. -¿En serio? -Sí, y te advierto que ya me debes bastante dinero -informó Tini amable-. ¿Te has dado cuenta de que espero que me pagues por cada una de las horas que he perdido? -Naturalmente. -Con horas extra incluidas -especificó Tini dispuesta a luchar-. Me tomo muy en serio eso de que me hagan pasar hambre, no me den tiempo para descansar y me tengan despierta hasta las tres de la mañana. -Eres tu peor enemigo, Martina -murmuró Sebas con ojos sonrientes-. Te hubiera pagado mil veces más si te hubieras quedado calladita. -Bueno, no soy una avara. Y a propósito, cuando dije que no iba a seguir abrillantando suelos durante mucho tiempo no estaba pensando en lo que oí, eso ya lo he olvidado. -¿Y cómo has podido olvidarlo? -preguntó él incrédulo. -Aunque hubiera comprendido la importancia de ese comentario, cosa que no es así, soy una persona honesta. Nunca hubiera tratado de aprovecharme de esa información. -Los peores son los que se pasan la vida diciéndote lo honestos que son. -¡Es evidente que creerás lo que se te antoje, así que adelante! –exclamó Martina ofendida. -No puedes culparme por tomar precauciones.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora