Capítulo 24.

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De pronto otra conversación entre dos mujeres de la limpieza llamó la atención de Martina. -Apuesto a que es una secretaria o algo así... -No tal y como iba vestida, con ese sombrero y todo eso -argumentó la otra vehemente-. Y de todos modos, ¿para qué iba a llevar a una secretaria al funeral de su padre? -¿De quién están hablando? - preguntó Tini aclarándose la garganta. -De la misteriosa castaña con la que llegó el señor Yatra a Atenas -rio Cami-. ¿Una secretaria? De eso nada, no con esa ropa. -Muchas secretarias están muy cualificadas y ganan mucho dinero –aseguró Tini. -Esa castaña se parecía mucho a ti -bromeó otra-. Y tú desapareciste la noche del lunes. ¿Tienes algo que confesar? -¿Yo... yo? -repitió Martina desconcertada. -¡Martina hubiera estado demasiado ocupada dándole clases sobre sexismo al señor Yatra como para acompañarlo! -rió alguien. -Esta noche voy muy retrasada, será mejor que me ponga a trabajar –comentó Tini. Al acabar su turno Martina tomó el autobús a casa. Nada más llegar vio una limusina aparcada. La tensión se apoderó de ella y el corazón le latió acelerado. Al acercarse Sebastian Yatra salió del coche con toda naturalidad. Y, como era habitual, su aspecto era sensacional. Traje sastre gris marengo, camisa de rayas, corbata de seda. El corazón de Tini zozobró. Sebas parecía exactamente lo que era: un hombre de negocios rico y sofisticado. ¿Cómo podía haber imaginado, ni tan siquiera por un segundo, que podía relacionarse con una persona así? Martina sacó las llaves con mano temblorosa. -No juegas limpio, Sebas. Te dije que no quería verte. -Te hice daño y lo siento -murmuró él tranquilo. Martina ladeó la cabeza. No estaba preparada para escuchar aquella disculpa tan penosa para su ego. De sus ojos salieron lágrimas mientras trataba de meter la llave por la cerradura. Sebas le quitó las llaves, abrió y dio un paso atrás. Tini entró y apagó la alarma. -No tengo ganas de hablar contigo, ¿de acuerdo? -No, no estoy de acuerdo. Yo quiero que hablemos. Martina tragó. Probablemente lo único que quería era ofrecerle una explicación y marcharse, pensó. Se encogió de hombros como si aquello no le importara y trató de mantener alta su dignidad. Sebas la siguió por las escaleras que había detrás del mostrador. Ella abrió la puerta de su casa y encendió la luz de la mesilla. Aquella era su casa, y tenía una sola habitación, pero estaba orgullosa de ella. Había pintado las paredes de amarillo, colgado pósters y cubierto un sillón con una bonita tela de color. Dejó las llaves sobre la mesa junto a la ventana y se volvió hacia él. Sebas la observó con una intensidad inquietante. Martina se ruborizó y se cruzó de brazos, plenamente consciente de pronto de su pobre aspecto. Levantó la barbilla y sus miradas se encontraron. Ella se estremeció, sintió un calor inundar sus muslos, una necesidad despertar de pronto. -Ven a casa conmigo -rogó él con voz espesa. -¡No! -jadeó Ella confundida ante aquella invitación. Las densas pestañas de Sebas descendieron lentamente sobre su intensa mirada mientras él respiraba hondo, lleno de tensión. -Tienes razón, tenemos que hablar primero -concedió él a su pesar. ¿Primero?, se preguntó Tini volviéndose temblorosa, atónita ante la idea de que él pudiera obligarla a rendirse con una sola mirada. -El otro día, en la isla, me equivoqué totalmente contigo -admitió Sebas sin vacilar-. Cuando me llamó mi gerente con las malas noticias no le dejé ni explicarse. No quería discutir sobre ese asunto. Me temo que pensé que habías sido tú quien había hecho esa llamada desde el aeropuerto. Estaba furioso. -Sí. -Pero esta mañana he sabido que decías la verdad, había alguien más la otra noche. La cámara de seguridad del corredor lo tiene todo grabado -reveló Sebas -. Si yo hubiera estado más centrado aquél día me hubiera acordado de la cinta de vídeo y habría comprobado de inmediato que decías la verdad - Martina asintió en silencio, sin mirarlo -. Tengo mucho carácter, pero normalmente no llego a juicios tan precipitados sobre la base de pruebas circunstanciales únicamente. -Bueno, es cierto que las circunstancias no me favorecían, ¿verdad? -respondió Tini tratando de no darle importancia, deseosa de acabar con aquella visita -. Tú no me conocías, ¿cómo ibas a saber que yo no hago esas cosas? -Eres muy generosa, pero no voy a esconderme tras esa excusa. Hemos pasado el suficiente tiempo juntos, yo debería de haberlo sabido -la contradijo Sebas -. Lamento terriblemente la forma en que te traté. Fui... brutal. Martina no discutió ese punto. Se quedó mirando para abajo, resistiéndose a la tentación de posar los ojos sobre él. Sebas se lo estaba poniendo difícil. No quería servirse de la excusa que ella le ofrecía como hubiera hecho la mayoría de los hombres. No trataba de aminorar en nada su culpa, de negar su crueldad. El silencio era tenso. Ella sabía que él esperaba una respuesta, pero no tenía nada que decirle. - El empleado que fue a la competencia con la filtración fue un ejecutivo llamado... -¿Ricky Bolton? -preguntó Tini de improviso, sin pensar. -¿Cómo lo sabes? Dijiste que no lo habías visto... -Y no lo vi. Esta noche, a la hora del descanso, Cami me ha dicho que Ricky Bolton le preguntó dónde estaba ese día y que... -¿Y por qué iba a preguntar Bolton dónde estabas tú? -Es el tipo de la octava planta que siempre me estaba molestando -explicó Martina con una mueca. -Pues se me ha negado el placer incluso de despedirlo, ha dimitido. Cambió la información por un puesto de trabajo mejor en otra empresa... aunque no creo que permanezca en ella mucho tiempo, desde luego. -¿Y por qué no? -Porque es incapaz de lealtad alguna a ninguna empresa -sonrió Sebas curvando sus sensuales labios -. ¿Cómo va nadie a confiar en él? A la primera excusa lo despedirán. -¡Ah! -exclamó Tini contemplando y admirando por fin el rostro de él mientras sentía que se le secaba la boca-. Pues no pareces muy enfadado.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora