Capítulo 25.

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-Bueno, he dejado mis planes de compra para más adelante. Y vendí el stock de la empresa A antes de que se enterara nadie... -añadió Sebas sosteniendo su mirada con brillantes ojos oscuros y utilizando los mismos términos que había empleado en la isla, en la cama, para explicarle a Martina sus tácticas en los negocios. Tini se ruborizó-. Y en cuanto a la empresa B mis competidores han creído erróneamente que si yo estaba interesado en ella era porque contaba con una nueva tecnología. Han comprado una buena parte de sus stocks -continuó Sebas irónico-. Luego descubrirán que no es así, pero cuando vayan a deshacerse de la mercancía lo harán con pérdidas.
-Así que al final lo más probable es que tú la compres por nada... Se hizo el silencio. Sebas observó los ojos de Martina con una mirada intensa y oscura. Ella se puso tensa. Era insoportablemente consciente de su potente masculinidad. Bajo la ropa sus pechos estaban duros, hinchados, y los pezones tensos y deseosos. Un rubor rosado coloreaba sus mejillas. De pronto Sebas cruzó la distancia que los separaba con un solo movimiento. -No volveré a hacerte daño otra vez, Tini.
-Creo que ahora deberías de marcharte, Sebas -contestó ella. -¿Por qué? -preguntó él sorprendido. Con sólo aquella palabra, que revelaba cuán fácilmente pensaba Sebas que se ganaría su perdón, Martina se armó de valor. Toda su flaqueza desapareció. -Creo que es evidente -murmuró ella seca-. Lo que ocurrió en la isla no volverá a ocurrir más. No tenemos nada más que decirnos el uno al otro. -No te dejaré marchar -declaró Sebas en un tono de voz sedoso pero firme. -¿Y quién diablos te crees que eres para decirme eso a mí? -preguntó ella con ojos chocolate brillantes de ira. -Tu amante -respondió él en voz baja. Tini se puso pálida-. Te dije que yo no soy de los que se acuestan con mujeres una sola noche. Aún estás enfadada conmigo, Tini, y lo comprendo, pero no es un problema insuperable. -No importa si yo sigo enfadada o no -protestó ella-. En la isla... tú y yo... bueno... fue más una fantasía que otra cosa. -Gracias -contestó Sebas sonriendo a medias. -Pero ahora estamos en el mundo real, Sebas. -Yo no sabía que lo hubiéramos abandonado ni tan siquiera en Chindos...

-Pues yo sí -contraataco Martina con vehemencia-. Era mi paraíso idílico preferido: una playa a la luz de la luna, un guapo extranjero haciéndome justo los comentarios correctos y... ¡zas!, de pronto estamos en la cama. -¿Qué estás tratando de decirme? -Que los dos nos olvidamos de quienes somos - afirmó Tini escueta. -¿Y qué somos, aparte de dos personas que se desean mutuamente? -exigió saber el. -¡Yo soy una simple trabajadora, y tú eres un magnate de las finanzas griego! ¡Deja ya de endulzar la píldora! -se exasperó Martina -. ¡Yo podría haberme pasado la vida limpiando la planta de arriba y tú no me habrías visto jamás! -Sí te hubiera visto... -¡No, no me habrías visto! ¡La gente como tú nunca mira realmente a nadie como yo! -Pero ahora que te he mirado no voy a echarme atrás -la interrumpió Sebas insistente-. Y en cuanto a eso de que eres una simple trabajadora me hará muy feliz arreglarlo. -¿Crees que es un problema? -preguntó ella divertida-. ¿De qué estás hablando? -Quiero que continuemos con esta fantasía, me las arreglo bien con las fantasías -confesó Sebas con calma mientras la rodeaba con los brazos por la estrecha figura-. Creo que eres adorable, yineka mou. -¿A...adorable? -repitió Martina débilmente. -No hace falta que trabajes -murmuró Sebas con una voz íntima y ronca que pareció encender chispas en la piel de Tini -. Te compraré un apartamento y... -¿Un apartamento? -tartamudeó Martina atónita e irritada. Sebas deslizó un dedo por la barbilla de Martina, alzó su rostro y miró hambriento sus enormes ojos. -Yo soy griego. Quiero cuidarte en todos los sentidos. Pareces sorprendida, ¿por qué? En Chindos te dije que tenía planes para ti. Ella estaba seria. Abrió la boca, pero ningún sonido salió de su garganta. Al segundo intento consiguió pronunciar, en un tono demasiado alto: -Deja que trate de comprender lo que dices... ¿me estás pidiendo que sea tu amante? -Sí, te estoy pidiendo que sigamos viéndonos -replicó Sebas con frialdad. -Que sea tu juguete... -añadió Tini casi incapaz de respirar, al borde del colapso, sin saber si echarse a reír o a llorar. El escrutó la expresión de reproche de sus ojos cafés. -No, no es eso lo que deseo que haya entre nosotros. -¿Le pedirías a una mujer de tu misma clase social que fuera tu amante? -exigió saber ella, que no pudo resistirse a hacer la pregunta. -Tú eres la única mujer a la que se lo he pedido nunca -contestó Sebas echando atrás la cabeza arrogante. -Pues lo siento, pero no estoy disponible -replicó Martina sin asomo de arrepentimiento. Sebas deslizó los dedos por la melena castaña haciéndola su prisionera. -Estás atrapada, sólo que ahora mismo eres incapaz de admitirlo. Tú me deseas tanto como yo... - En este preciso momento podría darte un buen puñetazo. - Veamos, ¿quieres que probemos? -¡Sebas, no...! Pero Sebas apretó sus labios contra los de ella. Y después introdujo su lengua en la tierna boca de Martina en una experta exploración carnal.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora