Capítulo 33.

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Martina lo observó hablar y, aunque no veía sus ojos, sintió de pronto una distancia entre ellos. Él hablaba en griego, y sus facciones estaban tensas. Segundos más tarde colgó.

-Voy a tomar una ducha, y luego puede que trabaje un poco -anunció él-. Trata de dormir, pethi mou.

-¿Qué ocurre? -preguntó Martina al verlo levantarse de la cama sin decir nada más.

-Nada que deba preocuparte.

-¡Quizá prefieras que desaparezca por arte de magia! -exclamó Martina.

Sebas se pasó la mano por los cabellos y juró largamente en voz baja, en griego. Sus ojos brillaban. Respiró hondo, entrecortadamente, tratando de controlar su carácter, visiblemente alterado, y dijo:

-Tini, tú túmbate y duerme...

-Me voy a casa -contestó ella furiosa, temerosa y confundida, sacando las piernas de la cama.

-¡Yo quiero que te quedes!

-Pues no es lo que parece.

-No estoy dispuesto a suplicar, yineka mou -advirtió el.

Aquella forma de dirigirse a ella la aplacó. Al menos Martina creyó que se trataba de un término cariñoso en griego. Escuchó el ruido del agua correr y reflexionó. Sin embargo su inseguridad fue en aumento. No pudo evitar cuestionarse su comportamiento, la renovada intimidad a la que lo había invitado, sus errores.

Se había arrojado a los pies de él buscando desesperadament e convencerse de que entre ellos dos había una relación. Lo amaba, pero eso no era excusa para que se humillara. Hubiera debido de resistirse a su propia debilidad. ¿Por qué tenía que equivocarse siempre con él?

Tini salió de la cama y recogió aprisa su ropa. Recorrió el pasillo hasta encontrar la habitación en la que se había cambiado y se tumbó en esa cama. Si Sebas quería que estuviera con él la buscaría. Y si no era así entonces había hecho lo mejor.

Martina estuvo despierta durante mucho tiempo, pero Sebas no apareció ni trató de persuadirla para que volviera a sus brazos.

A la mañana siguiente el mayordomo le llevó el desayuno a la cama. Después Sebas la llamó por el interfono y le dijo que había concertado una cita con un ginecólogo para aquella misma mañana.

-Nathan Parkes es amigo personal mío. Si eso te hace sentirte incómoda trataré de arreglarlo de otro modo -aseguró Sebas con tacto.

-No me importa qué ginecólogo me vea –respondió Martina.

Ella se mostró indiferente ante todos los intentos de Sebas por mantener una conversación mientras recorrían Londres. No podía soportar la mera cortesía entre ellos dos. Quizá lo amara, pero en aquel preciso instante lo odiaba por haber sucumbido a su debilidad. Lo odiaba por sucumbir con entusiasmo y hacerla después sentirse diez veces peor. Hubiera deseado no haberlo conocido

Lo deseó con tanta fuerza que lo dijo en voz alta, justo antes de salir del fabuloso Ferrari.

-Pues yo no lo deseo –contestó Sebas mientras caminaba a grandes pasos para alcanzarla -. Y estoy seguro de que tú tampoco.

-¿Y tú cómo sabes qué siento yo? ¿Y para qué has salido del coche?

-Para ir contigo, naturalmente...

-¡Al diablo! ¡Esto voy a hacerlo yo sola!

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora