Capítulo 32.

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Sebas se quedó helado. Tini rompió a llorar y sus ojos se nublaron, girándose a otro lado. Pero él volvió a tomarla en sus brazos. Martina trató desesperadamente de soltarse, pero él era mucho más fuerte.

Por fin ella cedió, sintiéndose débil. Se dejó caer sobre su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Su fragancia le resultaba familiar. Cerró los ojos con fuerza y deseó que el mundo se detuviera.

-Te prometo que no voy a sugerirte esa solución -respiró Sebas con espeso acento griego.

-Es sólo que no quiero sentir esa presión... no es justo -musitó ella temblorosa, sintiendo que el nudo de su estómago se iba desatando.

-Tu madre sí que soportó bien esa presión...

-Sólo porque le asustaba terriblemente lo que hubiera podido ocurrirle de haberlo hecho -rió Tini -. Ni siquiera se daba cuenta de que mi padre no quería que yo naciera. Él le dijo que no iba a poder soportar verla como a una madre soltera, y ella lo creyó.

-Nunca terminaste de contarme la historia.

-No tuvo un final feliz.

-¿Y bien?

Tini levantó la cabeza y lo miró. Luego contestó:

-Mi madre fue su amante durante dieciséis años...- Sebas silbó-. Así que no diste en el clavo precisamente cuando me hiciste esa oferta - señaló Martina con una leve sonrisa -. Aunque al menos tú no estás casado con otra... - Sebas estaba perfectamente inmóvil, con los párpados entrecerrados-. Bueno, no era eso lo que yo hubiera deseado oír, pero supongo que fuiste sincero, cosa que él nunca fue...

Sebas se puso tenso y apretó el abrazo. Martina se sintió de nuevo completa. Y comprendió que el lazo que la unía a Sebas era más fuerte de lo que pensaba.

-Tienes razón - murmuró él-. Cuando te pedí que fueras mi amante no estaba pensando en ti. Sólo quería que volvieras a mi cama, ésa era la razón.

-Bueno, pues no quiero ser tu amante -susurró ella temblorosa, hambrienta del roce de su piel-. Pero sí que quiero estar contigo esta noche...

Sebas no fue capaz de ocultar su sorpresa. Atónita ante su propio atrevimiento, Tini se ruborizó sin saber muy bien de dónde salía aquella confesión.

-No te merezco, Martina -aseguró Sebas tomándola en brazos.

Ella enterró el rostro en su hombro y se vanaglorió de su fuerza física. En aquel instante lo único que deseaba era estar con él. Sebas la dejó sobre un diván en un dormitorio escasamente alumbrado y le quitó las botas. Luego se enderezó con gracia y comenzó a desvestirse. Tini, observándolo, ardía en deseos de estar con él. Se quitó los pantys y el jersey y lo escuchó decir:

-Espera, eso quiero hacerlo yo.

Martina sintió que se le secaba la boca viéndolo acercarse desnudo, con su sexo completamente excitado. Sebas le desabrochó el sujetador. Los ojos de él ardieron de tentación ante aquella carne rosada. Pero de pronto Sebas gimió:

-¡Cristos... no debería de estar haciendo esto!

Tini frunció el ceño. Tras aquel ataque de rabia Sebas levantó la mirada y contempló sus labios abiertos y la expresión confusa de sus ojos chocolate. Y de pronto pareció tomar una decisión. Tomó las manos de ella y la estrechó entre sus brazos. Y poseyó su boca con crudo, ardiente anhelo. Tini jadeó. Después él comenzó a quitarle el resto de la ropa.

Te quiero toda entera -dijo él haciéndola recostarse sobre las almohadas y dejando que sus seguras manos acariciaran los sensibles pechos de ella -. Pero con tranquilidad, pethi mou.-Tini sintió una excitación recorrer todo su cuerpo incluso antes de que él acariciara sus prominentes pezones. Sólo pudo gemir y jadear y levantarse para tirar de él y volver a besarlo en la sensual boca. Dejó que sus dedos se detuvieran en el estómago plano mientras sentía cómo los músculos del torso de Sebas se tensaban al acariciarle.

Sebas sonrió al ver la audacia que mostraba Martina y se tumbó para observarla con ojos dorados, dejando que lo explorara. Y después la atrajo a sus brazos con lento erotismo y le enseñó lo que más le gustaba. Martina, tensa e insegura como estaba, se dejó llevar por una intensa necesidad de darle placer.

-Basta -gimió Sebas al poco rato, levantándola con poderosos brazos para besarla apenas sin aliento y escrutar su rostro-. Aprendes demasiado deprisa.

-¿En serio? -preguntó Martina temblorosa. Se apoyó sobre el torso plano de él y se dejó llevar por los besos. Sebas rodó por la cama y comenzó a acariciarla hasta volverla loca. Nada existía para ella excepto Sebad y aquella tumultuosa necesidad que la poseía.

-Por favor... -jadeó ella impotente. Sebas, con ojos dorados como el oro, se deslizó entre sus muslos abiertos y la penetró con un gruñido terrenal de satisfacción. Aquello le causó a Martina una intensa sensación de placer. Él se movía deprisa, llegaba a lo más hondo. Cada embestida de él la hacía arder como fuego líquido. Martina se colgó de él abandonándose salvajemente, estaba fuera de sí mucho antes de que él la condujera al clímax. Y cuando volvió en sí fue con lágrimas en los ojos y llena de extrañeza.

-Me haces sentirme tan especial... -susurró con voz trémula comprendiendo que se sentía así por primera vez en su vida. Justo entonces sonó el teléfono-. No contestes.

-Estoy esperando una llamada –respondió Sebas rodando por la cama para levantar el auricular.

Romance Griego -Sebastini- TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora