-Y en cuanto a los periódicos mis abogados me han dicho que puedo demandarlos, y eso es exactamente lo que voy a hacer -continuó Sebas. -¿Para qué molestarte? -preguntó Martina temblorosa, involuntariamente. -Si alguien te ataca a ti es como si me atacara a mí. Tu reputación está en entredicho, te defenderé. -Pues no te sientas obligado a hacerlo por mí -musitó Tini -. Ya sabes lo que dicen, a palabras necias... -Tendrán que retractarse en privado de todo, y publicarlo después -continuó Sebas mirando de pronto el delicado perfil de Martina -. Y tendrán que revelarme además su fuente de información. Martina levantó la cabeza esperanzada, pero luego volvió a bajar la mirada. -Los periodistas jamás revelan sus fuentes -comentó. -Te sorprendería saber lo que son capaces de hacer a puerta cerrada cuando se ejerce sobre ellos la suficiente presión -aseguró Sebas-. ¿Cómo te encuentras? -Creo que... me gustaría estar sola -confesó Martina. Sebas se puso tenso-. Lo siento, es lo único que quiero - añadió Tini apartándose lentamente y poniéndose en pie-. Iré a dar un paseo. -Iré contigo. -No. Martina pudo observar la frustración de Sebas, sentirla. Lo amaba, y mucho. De no ser así no hubiera sentido aquel dolor. Sin embargo necesitaba tiempo para calmarse y asimilar lo ocurrido. Martina tomó el sendero que llevaba a la casita de invitados. En cuanto llegó a la playa de arena se quitó los zapatos y caminó hasta la orilla. El sol brillaba produciendo fuertes reflejos sobre el agua. Hacía más calor que en su última visita, pero eso le encantaba. Aquel sol parecía capaz de acabar con sus estremecimientos. Aquél era el primer día de su luna de miel, y sin embargo Helena había conseguido separarlos prácticamente. Sebas estaba ofendido, y ella se había convertido en su talón de Aquiles. Él era un hombre orgulloso, y Martina no tenía deseos de que dejara de serlo. No obstante habían tenido otra discusión que no los llevaría a ninguna parte. ¿Cuántas más podrían soportar su matrimonio antes de que Sebas decidiera que no tenían futuro? Tini había llegado lejos cuando vio a Sebas acercarse por la playa con una cesta de picnic. -Te pedí que me dejaras sola -le recordó Martina con suavidad. -Llevas ya tres horas sola, pethi mou. Ahora tienes que comer -contestó él sosteniendo su mirada. -¿Y eso lo sabes porque lo has leído en el libro, Sebas? -Quería estar contigo, ¿acaso es un crimen? -No, yo también quería estar contigo -concedió Martina -Pero no lo suficiente como para volver a la villa. -Tengo que admitir que, a veces, me gusta que me persigas –admitió Martina, suspirando. -Nunca había conocido a ninguna mujer que estuviera dispuesta a confesar algo así -comentó Sebas extrañado, riendo. -No seas tonto, Sebas. Yo puedo admitirlo porque estamos casados. La sonrisa de Sebas emocionó a Tini, que finalmente tomó una decisión. Quizá su marido fuera incapaz de reconocer la malicia de Helena, pero los hombres en general tardaban en notar las artimañas femeninas, y aquel contrincante era muy inteligente. Y lo más importante de todo, Sebas parecía feliz casado con ella. No parecía un hombre triste o desesperanzado por haber tenido que renunciar a la mujer a la que amaba. ¿O acaso era mucho más práctico de lo que pensaba? -¿En qué estás pensando? -preguntó Sebas. -En ti. -Pues tu expresión no era muy amable... -Sólo pensaba en que me gustaría que nuestro matrimonio durara para siempre. Toda la tensión entre ambos desapareció. Sebas podía regocijarse de comprobar que su mujer lo tenía siempre en el pensamiento, y en efecto aquello pareció agradarle. Martina observó la sonrisa que curvaba sus labios. Sólo entonces se dio cuenta de que él era el centro de su vida. Aunque quizá no fuera una buena idea hacérselo saber. -Hoy en día hay que trabajar duro para mantener un matrimonio a flote -añadió ella. -Pero nosotros no tenemos ningún problema -afirmó Sebas. Martina echó un vistazo a la cesta del picnic y reprimió una sonrisa. Sebas se había apresurado mucho a negar que tuvieran algún problema. Pero después de que él descargara su ira culpándola por el artículo del periódico, ¿qué otro daño podía causarles Helena? -Mi reacción ante ese artículo ha sido exagerada -se disculpó Sebas. -¿En serio? -También hay escándalos entre mis antepasados -aseguró Sebas. -Basta ya, no trates de hacerme sentirme mejor. -Mi abuelo fue desheredado temporalmente por casarse con mi abuela. -¿La hermana de Polly y de Lefki? -preguntó Martina sorprendida-. ¡Por el amor de Dios! ¿Y por qué? -Era una chica de la isla. Su padre era... - Sebas vaciló-. Bueno, cuidaba cabras. -¿Que cuidaba cabras? -repitió Tini, incrédula. -Pero no vayas por ahí contándolo... -advirtió Sebas. Martina fue incapaz de decir nada durante unos segundos. Recordaba haber comparado a Sebas con un pastor de cabras. De pronto se echó a reír a carcajadas y se dejó caer sobre la arena. -Lo siento, Sebas , es que es... tan divertido. -Sabía que podía confiar en ti -aseguró Sebas inclinándose sobre ella y contemplando su sonrisa y sus ojos cafés y brillantes.