-Aprecio mucho tu gesto, Cami.
Tini nunca había estado en la planta superior del edificio yatra Intemational. Al salir del ascensor de servicio se dio cuenta de que era distinta de las plantas inferiores. Nada más dar la vuelta a la esquina vio, a su derecha, una lujosa y enorme área de recepción. Más allá de ella todas las luces estaban apagadas, pero a pesar de todo pudo ver una impresionante pareja de puertas en la penumbra.
Sin embargo, al mirar a la izquierda, al fondo del corredor había otra pareja de puertas idénticas. Martina hizo una mueca y supuso que la parte en penumbra, más cercana a recepción, albergaba la oficina prohibida. Decidió comenzar a trabajar por el fondo para ir acercándose al ascensor y se relajó. Estaba encantada con la idea de que Ricky Bolton no fuera a interrumpirla aquella noche con sus monsergas.
Llevaba unas zapatillas de lona que no hacían ruido. Abrió la puerta doble y cruzó toda la habitación para vaciar la papelera. Entonces se dio cuenta de que la oficina contigua estaba ocupada. La puerta estaba entornada, y de ella salían inequívocas voces masculinas.
Por lo general en un caso como aquél, Tini hubiera anunciado su presencia, pero tras la advertencia de Cami decidió que era más inteligente retirarse en silencio. Lo último que deseaba era causarle problemas a su compañera. Justo cuando estaba a punto de salir escuchó pisadas que se acercaban por el corredor desde la zona de recepción. Aquello le produjo casi un ataque al corazón.
Sin pensar siquiera en lo que hacía se escondió detrás de una de las dos puertas. El corazón le latía acelerado. Las pisadas fueron acercándose, y de pronto se detuvieron justo al lado de la otra puerta. Martina contuvo la respiración. En aquel silencio pudo escuchar palabra por palabra la conversación que aquellas dos voces masculinas mantenían en la oficina contigua:
- ... así que mientras yo siga fingiendo que me interesa comprar Danson Components la Palco Technic se mantendrá igual -murmuraba una voz satisfecha-, pero en cuanto se abra la bolsa el miércoles por la mañana moveré pieza.
Tini escuchó cómo el intruso, cuyas pisadas había oído, contenía el aliento. Era una estúpida. ¿En qué diablos había estado pensando? El carrito con los utensilios de limpieza estaba fuera, delante de la puerta, como prueba evidente de su presencia.
Sin embargo el intruso ni avanzó ni entró en la habitación. Para sorpresa y alivio de Tini volvió sobre sus pasos por el corredor con mucha más cautela de la que había entrado. Martina volvió a respirar de nuevo. Estaba saliendo de su escondrijo, de puntillas, cuando la puerta de la oficina contigua se abrió apareciendo un hombre tremendamente alto de aspecto alarmante. Tini se quedó helada, se ruborizó y abrió inmensamente los ojos cafés. Unos ojos marrones la miraron desafiantes y agresivos.