Capítulo 28: Juego

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Hubo unos segundos de silencio en los que la menor estaba temblado, y mantenía los ojos cerrados fuertemente, ella podía sentir la respiración del mayor que estaba cerca de su cuello.

Esperaba la pronta mordida, no sabía si dolería, pero sabía (o al menos eso quería creer) que él no la lastimaría, al contrario, que sería delicado en el acto. Por eso, a pesar de su temor, se entregaba sin objeción, aunque su cuerpo parecía decir lo contrario, y era algo que él notaba, o mejor dicho, sabía.

—Eso pensé —mencionó Amiel alejándose, haciendo a la menor abrir los ojos confundida—. Dime, ¿por qué quieres que te convierta?

—¡Lo necesito! —él alzó las cejas ante esa respuesta tan desesperada— ¡De otra manera puede que luego ya no me quieras a tu lado! —dice con lágrimas saliendo.

—¿De qué hablas?

—Ustedes son inmortales, yo no. Creceré y envejeceré. ¿Y qué pasa si no te soy útil? No quiero que me dejes.

—¿Dejarte? Jamás voy a dejarte —mencionó sosteniendo su rostro y secándole las lágrimas con los pulgares—. Niña, ¿sabes la razón por la que no quiero que seas uno de nosotros?

Ella negó con ojos cerrados como si fuera la puerta que detuviera su llanto, sin embargo, los volvió a abrir para encontrar esa oscuridad tan cálida que él posee junto a una leve sonrisa compasiva.

—Tú puedes salir en el día sin preocuparte de cargar todo el tiempo con un amuleto para evitar que el sol te mate. Ser inmortales tampoco es la gran cosa, y por suerte, mi familia y yo somos más resistentes a no tomar sangre.

—¿A qué te refieres?

—Es muy común que los que son convertidos terminen obsesionados con la sangre y atacan indiscriminadamente por beberla —a pesar de que no retiraba sus ojos, lo hizo por un instante llevándose también su sonrisa—. Tú me viste anoche, no fue algo agradable ¿verdad? No quiero que tengas que hacer eso.

—Pero puedo hacerlo. ¡Si es por ti, no me importa! —el mayor sonrió por lo tierna que podía llegar a ser la chica.

—No debes hacer las cosas por mí. Yo soy un monstruo.

—¡No es verdad! —se soltó del agarre a su cara para abrazar con fuerza al mayor— Tú no eres un monstruo.

—Eres muy inocente —con un brazo la rodeada correspondido el abrazo y con su otra mano acariciaba su cabeza—. No deseo que hagas algo de lo que te arrepientas.

La menor subió la mirada con tristeza, lo que hizo a Amiel soltar un suspiró.

—Hagamos un trato —dice tomando la mejilla de la pequeña.

—¿Un trato? ¿Cuál? —preguntó la joven extrañada y curiosa.

—Dos años, espera por dos años. Disfruta de tu vida como humana, y si al final del plazo aun deseas ser vampiro, entonces yo te convertiré en uno.

—¿En verdad? —devolvió feliz la joven. Él asintió sonriente.

—Sólo te pido un favor —también volvió a sonreír—. No vuelvas a hacer nada a escondidas de mí.

—¡Sí! ¡Lo prometo!

La menor, contenta, regresó a abrazarlo fuerte, cosa que él seguía correspondiendo.
Se hubieran quedado por más tiempo de esa manera, pero Iván se restregaba en las piernas de sus dueños pidiendo atención, lo que hizo a ambos reír.
La menor soltó al mayor y cargó al pequeño gatito.

—Vamos a cenar —dice Amiel.

—¡Sí! —responde la menor con una sonrisa.

—¡Sí! —responde la menor con una sonrisa

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Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora