Capítulo 100: La muerte es sólo el principio

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Diversos seres reunidos alrededor de un par que habían sido los que se encargaron de terminar la guerra.
Nirelle y Amiel respiraban con dificultad mientras eran sostenidos por sus seres queridos; los jefes mayores, ángeles y amigos de la pareja estaban presentes. Leila y su jefe, Arthur, trataban de curar a ambos. La joven volvía su vista a su amado, y una lágrima resbalaba por su mejilla.

—No llores —dijo Amiel con una sonrisa, pasó el pulgar limpiando esa lágrima—. ¿Sabes? Mi vida ha sido muy larga… pero del tiempo en que estuve contigo, ha sido lo mejor de todo…

—Y tú has sido de lo mejor de mi vida —Nirelle regresaba el gesto.

—Amiel —Esteban fruncía el ceño con tristeza—. Lamento todo.

A eso, ante la expresión fatídica de Esteban, Amiel no tuvo reparo en extraer algo de fuerza para reír.

—Vamos, quita esa cara —volteó su vista al jefe de las Muertes Ámbar—. Déjalo, saben bien que no hay nada que hacer —Arthur, con pesar, aceptó que no podía ayudarlo, por lo que apagó el brillo de sus manos y las retiró, así como también se levantó para dar espacio.

—Leila —habló Nirelle tomando sus manos con delicadeza—. Descuida.

—¡No! —exclamó soltando lágrimas por su amiga— No quiero…

—Leila —Neizan tomó las manos de la joven, haciendo que con dolor Leila dejara de intentar curarla.

Había gran pena y pesar al ver a la pareja, todos querían intentar todo por ayudarlos a pesar de que ya no había nada que hacer, sólo podían acompañarlos hasta su último momento.
Hubo espíritus aparecieron, uno en especial se mostró para estar junto al par. Elrick se arrodilló sonriente para acompañar a su familia. La joven estaba feliz de verlo de nuevo. Nirelle y Amiel voltearon a verse como siempre lo hicieron, con ternura y amor.

—Mi Estrellita…, si tuviera un deseo… sería volver a verte… Eres mi anhelo, mi vida, mi amor, mi ángel, mi milagro… Llegaste a mi vida sin pedirlo, pero cuando más te necesitaba… Te amo… —el mayor no dejaba de sonreír al ver a su esposa, y ella no era diferente.

—Amiel…, Gracias a ti estoy aquí… Contigo supe lo que significaba sentirse vivo…, fuiste mi refugio y mi hogar…, me diste una familia y un motivo para seguir adelante… Siempre te voy a amar —ambos entrelazaron sus manos sin dejar de verse, ni sentirse. Pero la hora llegaba y en ese momento, Amiel cerraba sus ojos y un último suspiro suyo anunció su descanso sin siquiera quitar su sonrisa.

 Pero la hora llegaba y en ese momento, Amiel cerraba sus ojos y un último suspiro suyo anunció su descanso sin siquiera quitar su sonrisa

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«Así que así se siente estar muerto en verdad…» Amiel despertaba en medio de la oscuridad, no había nada excepto él, o bueno, ellos.

—Hermano —dijo la melliza abrazándolo por la espalda—. Reunidos de nuevo, como siempre —río bajo junto a su demás familia acercándose.

—¿Dónde crees que vaya a ir Nirelle? —preguntó Izan con verdadero interés.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora