Capítulo 99: Familia - Parte 2

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La sangre del menor resbalaba por el metal dorado del tridente, tosió sangre y Glasya lo alzó y lo lanzó a chocar contra la pared. Los ojos de Izan se cristalizaron en el instante y con furia arremetía con disparos al presidente del infierno, quien burlón esquivaba los acometidos del hermano afligido. El mayor sólo se concentraba en su ira y dolor, no prestaba atención a su alrededor y a los otros demonios enemigos que le acechaban, y que aprovecharían esa oportunidad para incrustarle espadas y lanzas en el cuerpo.

—Que decepción, Izan —mencionó Glasya con sonrisa sádica—. Mira que dejarte llevar por estos sentimentalismos.

—Cállate… ¡Es mi hermanito!

—Pues pronto van a reunirse.

El contrario elevaba su tridente para arremeterle, sin embargo, fue atravesado por una espada y luego partido hacia arriba, confundiendo a los otros. Hiram había acabado con Glasya y sin esfuerzo alguno terminó con los demás demonios. Vio con compasión a sus primos y, ayudó a Izan a quitar las armas que tenía incrustadas para luego llevarlo junto a su hermano.

—Jaziel… —mencionó Izan tomándolo en brazos y abrazándole fuerte— Lo siento.

—Hermano… Al final nunca pude odiarte… Era imposible, siempre te adoré… —el menor comenzaba a desintegrarse, los párpados le pesaban, pero no necesitaba abrirlos porque la presencia amorosa de su hermano mayor le envolvía con calidez.

—Lo siento, nunca fui un buen hermano mayor —incluso las lágrimas que caían en Jaziel eran cálidas, el menor sonrió sereno.

—Fuiste el mejor que pude haber tenido. Siempre me cuidaste y preocupaste por mí —relajó mucho más la expresión y se acurrucó con paz. Cuando ya faltaba poco expresó sus últimas palabras—. Te amo…

—Jaziel —el mayor quedó con sus brazos vacíos y con cenizas en su ropa—. ¡Jaziel! —soltó con un agudo chillido de lástima.

—Lo siento mucho —Hiram se recostó en la pared y se deslizó hasta sentarse—. Sé lo que sientes ahora mismo —se aclaró la garganta—. Mis hermanos menores ya no están tampoco… —lo dicho hizo al rubio dar un respingo.

—Siempre fui un egoísta.

—Claro que no, todos cometemos errores, pero siempre te preocupaste por la familia.

—¿Quieres hacerme sentir mejor ahora que estoy por morir de verdad?

Hiram rio con dificultad. —Ninguno de los dos tiene tiempo, pero hey, al menos todos estaremos juntos en el mismo lugar.

Izan secó sus lágrimas, aunque estás regresaban, y se recostó junto a su primo. —Quisiera regresar el tiempo.

—Todos quisiéramos, pero si lo hiciéramos, borraríamos los buenos momentos que se formaron. Yo no me arrepiento del todo de mi pasado, Jaziel tampoco lo hacía.

—Lo sé —el mayor comenzó a desaparecer—. Me iré primero, Hiram.

—Te alcanzaré luego —dijo con una sonrisa viendo a su primo irse.

Él quedó recostado de la pared y creó una última ilusión para sí mismo, una ilusión dónde estaba su familia, sus hermanos, sus primos, Iván, Nirelle y su madre también estaba ahí. «Mamá…» musitó con melancolía. Sus ojos perdieron ese brillo que indica que ya no había vida, su cabeza cayó y sus ilusiones desaparecían junto a su cuerpo que poco a poco se dispersaba en pequeñas esferas de fuego.

Hijo…

En otra sección, Nirelle y Satán luchaban incesantemente, la Muerte chocaba su guadaña contra la espada del diablo, ambos se detuvieron cuando el espacio de estrellas a su alrededor desaparecía. Nirelle apretaba su mandíbula y el palo de su arma, pues sabía lo que eso significaba. Ella volvía a pelear contra su ancestro con determinación. Mientras tanto, fuera del castillo, el campo que antes era verde ahora estaba destruido por la fiereza de la batalla.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora