Capítulo 75: Sólo causo daño

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La sala permanecía en silencio, veían a la menor imponente e incluso intimidante. Sin perder tiempo los seres se pusieron de acuerdo para formar un plan, todos participarían, con la excepción de los ángeles, pues ellos no podrían entrar con la barrera puesta, y estarían fuera cuidando de Elrick y el pequeño Neizan, pues no querían dejarlos en la Tierra, era más fácil que los cuidarán esos seres de luz. Después de terminado la preparación del plan, Amiel pidió a Nirelle hablar a solas, así que fueron a la cocina.

-¿Qué sucede? -Nirelle ve el semblante asustado del mayor quien no podía mirarla a los ojos.

-¿Qué tanto viste de mi pasado? ¿Viste todo?

-¿Por qué lo preguntas?

-Por favor, dime si en verdad viste todo.

-Sólo vi hasta el momento en que creíste que habías matado a Carolina.

-¿En verdad? -dijo aliviado, sus orbes adoloridos se mostraron cristalizados.

-¿Qué no quieres que vea? Si es sobre mi sangre... -fue interrumpida.

-No es eso. Es algo que me pesa más, incluso me avergüenza. Algo que no quiero que en verdad veas -él tomó la mano del su mujer, para quien le fue inevitable no notar las leves convulsiones de estas-. Te lo pido, no veas a través de mí.

-Amiel -musitó-. No lo haré, te lo prometo. No sé qué es lo que te asusta tanto, pero lo que sea, no voy a dejar de amarte -afianzó el agarre-. Puedes estar seguro de ello.

-Me encantaría poder tener esa confianza que posees.

El mayor se acercó, la besó rodeando su cuerpo por debajo de sus brazos mientras ella rodeaba su cuello, Amiel la alzó recostándola contra la pared volviendo el beso más apasionado, Nirelle rodeó la cadera del mayor con sus piernas y así, el beso cambió a uno más intenso, volviéndolo incluso lascivo hasta que se separaron por aliento, donde una fina línea de saliva les unía. Nirelle limpió su boca y luego pasó su pulgar por la boca de Amiel, sonriéndole y contagiando la expresión al contrario.

-Nirelle -la voz del pequeño Neizan había entrado a la cocina, haciendo voltear a la pareja-. Los demás ya llegaron.

-Gra-Gracias -dijo con una sonrisa nerviosa porque el menor los encontró en esa posición-. En seguida vamos -el pequeño se dio media vuelta y se fue.

-Bien, es hora de irnos -menciona el mayor con cara pícara haciendo reír a la joven.

Mientras tanto, en la sede de las Muertes, los jefes mayores estaban postrados de rodillas y encadenados al suelo en el área de los Cadejos, a los canes se les había ordenado huir para avisar a las Muertes del exterior y que se mantuvieran a salvo...

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Mientras tanto, en la sede de las Muertes, los jefes mayores estaban postrados de rodillas y encadenados al suelo en el área de los Cadejos, a los canes se les había ordenado huir para avisar a las Muertes del exterior y que se mantuvieran a salvo, pues era claro que los demonios les matarían, todas la demás Muertes que estaban en la sede, estaban reunidas ahí también, todas habían sido privadas de sus poderes y ahora estaban obligados a estar también de rodillas, sin posibilidad de levantarse con todo un ejército de demonios que les superaba en número y con creces.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora