Capítulo 74: Regreso

18 1 0
                                    

—¡¡Nirelle!!

Amiel rompió en llanto inmediatamente, no hubo quien no se asombrara de verlo reaccionar así. Él se apresuró a llegar con la joven, arrodillándose y abrazándola con fuerza a la vez que temblaba.

—A-Amiel, tranquilízate, estoy bien, en verdad —corresponde al creer que jamás lo vería así.

—Perdóname, por favor. Lo siento mucho. No pude hacer nada —su voz era pesada mostrando mucho arrepentimiento.

—Me estás abrazando muy fuerte. Amiel, no puedo respirar —el mayor la soltó de inmediato, haciendo notar como sus lágrimas no paraban.

Amiel intentó disculparse nuevamente, sin embargo, fue callado por los labios de Nirelle en un beso tierno.

—Dejaste de llorar —menciona con una sonrisa haciendo que a Amiel también se le dibujara una.

De inmediato el mayor tomó la cabeza de su amada empezando a besarla cubriendo su rostro, y quitándole el aliento a su boca, prosiguió a besar con intensidad su cuello, hombro, brazo, hasta que llegó a las manos. Basta decir que con esa acción dejó a la chica sonrojara.

—Por dios, hermano, hay niños aquí —mencionó Hiram tapando los ojos al pequeño Neizan.

—¿Ah si? Pues llévenlos a dormir —responde abrazando a Nirelle como un niño que abraza a su peluche, haciendo a todos reír.

—Es verdad, aún no los he felicitado por su matrimonio —menciona el Neizan mayor—. Felicidades, mamá y…, papá —agregó con un toque de burla al terminar la frase.

En ese momento todos recordaron el detalle de quién es ese ángel, haciendo que los vampiros celebrasen y fueran a abrazarlo. Fue entonces que el angel volteó a ver al chico moreno y le extendió la mano para que también se acercara al reencuentro, a Iván se le salían las lágrimas y corrió a abrazarlo a él y a todos, recibiendo esos afectos de vuelta. Por parte de Elrick y su hijo, también disfrutaban su reencuentro con Sara. Inmediatamente Nirelle recordó el asunto del ataque de los demonios, preguntando por eso a Neizan y a Sam.

—Los demonios formaron una barrera —responde Sam con seriedad—, los ángeles no podemos entrar, pero los otros seres que no sean demonios sí, sin embargo, una vez dentro no pueden salir sin ayuda de ellos.

—¿Qué pasó con los jefes mayores y las demás Muertes? ¿Qué pasó con la prisión? Sé que a Esteban lo están torturando más que a nadie.

—Los ángeles hemos recuperado la prisión, sin embargo, se llevaron a los jefes a la sede, y ese lugar es el que está resguardado por los demonios —responde Neizan con enfado—. Ellos están exigiendo que se te entregue.

—Entonces tenemos que huir —atina a decir Amiel haciendo que su esposa abriera un poco los ojos—. Vamos —añade tratando de levantar a Nirelle del brazo, pero ella se obliga a no ceder—. ¿Estrellita?

—¿Qué pasará si no voy? —pregunta sin dirigir la mirada a Amiel.

Sam cerró los ojos un momento y suspiró un poco antes de responder. —Se ha estado matando a nueve Muertes por día, uno de cada tipo, este es el tercer día.

—¿Estrellita? NO —Amiel alzó la voz enojado—. Conozco esa mirada tuya, quieres ir.

—Por supuesto que quiero —afirmó soltando su llanto—. No quiero que esto siga. Pero yo, ni siquiera puedo hacer algo. Ya no soy una Muerte. Volví a ser esa humana inútil ¡que no puede hacer nada sin que nadie esté para salvarla! —cubre sus ojos con una mano apretando parte del rostro— Por favor, necesito que me conviertas en vampiro.

—Sabes bien que no puedo y tampoco quiero.

Nirelle estaba a punto de hablar agitada por la desesperación, pero una voz algo conocida hizo a todos voltear a ver a la otra ángel que estaba con ellos, pero que por la conmoción del momento, nadie había notado.

—La oscuridad en ti sigue sin consumirte, así que eres prácticamente una humana y puedes vivir de esa manera. ¿Y aun quieres regresar como un ser de otro plano?

Nirelle quedó consternada al verla, aunque no fue la única cuya atención fue robada, por esa chica con apariencia de dieciséis años que sonreía.

—Verdaderamente es muy raro ver a tu yo adulto, es como si esto fuera un viaje en el tiempo donde tu yo del pasado viene al futuro —era la verdadera dueña del cuerpo que Nirelle había poseído—. Por fin pude conocerla, señorita Nirelle. Me llamo Sofía.

—Lo siento —fueron las palabras sacadas por instinto, la ángel rió al escucharla pronunciarlas.

—En verdad necesita cambiar esa actitud suya de sentirse culpable por todo lo que ocurre a su alrededor. No me importa que haya usado mi cuerpo. Al contrario, me alegra que alguien de buen corazón le haya dado un buen uso —mencionó ofreciendo una mano para levantarse, la cual Nirelle aceptó—. Dime ¿te gustaría volver a ser una Muerte?

—¿Qué? ¿Qué estás…? —no concluyó la pregunta.

—Puedes volver a serlo.

—Eso es imposible, mi guadaña se rompió, ese era nuestro cuerpo, y sin él…

—Tienes un cuerpo —Nirelle estaba confundida y los demás también, a excepción de los otros ángeles—. Hacer una guadaña no es fácil, se requiere tiempo para que se forje. ¿Recuerdas cuando moriste por segunda vez? Tu padre ya tenía tu arma lista ¿no?

—Es verdad —musitó recordándolo frotando su muñeca.

—Esa guadaña fue hecha con tu primer cuerpo. ¿Nunca te preguntaste que le ocurrió al segundo?

—Supuse que Amiel lo había enterrado —dice volteando a ver al mayor.

—Iba a hacerlo —responde Amiel—, pero cuando regresé por él, ya no estaba. Creí que cuando alguien se hace Muerte su cuerpo desaparece después, por eso no mencioné nada.

—Yo me lo llevé —agregó Sofía—. Personalmente pedí al jefe de los enanos que lo hicieran guadaña. Creí que en un futuro podrías necesitarlo —ella extendió su mano con un nuevo brazalete—. Aquí tienes. Esta vez serás más poderosa, pues va acorde con tu último cuerpo. ¿Qué dices?

—Estrellita, no tienes que hacerlo —Amiel la vio a los ojos, pero notando inmediatamente lo que decía su sonrisa—. Lo harás de cualquier manera ¿no?  —añade soltando un bufido y apretando los puños— De acuerdo, te apoyo.

—Gracias —dice tomando el brazalete.

La joven pidió que se alejaran un poco, luego se lo puso en la muñeca. De su cuerpo, sombras salían como si conciencia tuvieran, estas comenzaron a recorrer el brazo donde estaba el brazalete y lo rodearon impregnándose en él, haciendo que brillara. Luego esas sombras salieron de nuevo rodeando a la chica, haciendo que se quejara por dolor que podía notarse en su rostro, a la vez que las heridas que tenía fueran sanando. Nirelle abrió sus ojos y pudieron verse cambiar de color a ese tono rojo claro y brillante que poseen las Muertes. Ella alzó su mano y su guadaña tomó forma con un viento saliendo de esta, haciendo aparecer en la joven la túnica negra, del cual, la capucha formó oscuridad que ocultó su rostro dejando ver sólo los ojos brillantes.

La Muerte Negra número 616 había regresado.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora