Capítulo 52: Petición

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El brillo lunar era nuevamente descubierto gracias al viento meciendo las nubes, iluminando aquella parte del bosque cuyas ramas permitían el paso de la luz tocando a la pareja, quienes aún se encontraban aferrados el uno al otro en la misma posición.
El rostro de Amiel estaba cerca del cuello de la joven, quien podía sentir la respiración del mayor olfateándola con intención, fue entonces que él comenzó a besar con ternura su cuello hasta que se detuvo y le dio una pequeña lamida haciendo a Nirelle estremecer.

Con suavidad la recostó en el suelo con el sonido de las hojas crujiendo mirándola a sus ojos rojos siendo iluminados por la luz de la luna.
Ninguno decía algo, pero tampoco era como que dijeran nada.
Amiel tomó a su amada de las muñecas, y ahí mismo la besó lentamente en los labios, él abrió los ojos para ver esa expresión de los ojos cerrados de Nirelle con ese toque rojo que le caracterizaba, luego subió sus manos hasta entrelazar sus dedos con la contraria.
Sonrió en sus adentros, pues decidió que era momento de jugar con ella un poco, cosa que la hizo abrir sus ojos con sorpresa y logrando que su rubor subiera de tono cuando ese juego lo llevaba a cabo en su boca.

Ella apretaba sus manos y nuevamente volvió a cerrar sus ojos, pero con más fuerza, mientras pequeñas lágrimas se le formaban a la vez que su respiración aumentaba con un pequeño temblor.
Él se separó haciendo que Nirelle tomara una bocanada de aire para recobrar el aliento, ella lo miraba teniendo la cara completamente roja mientras jadeaba por el intenso beso francés que Amiel le dio.

—Es tu castigo —menciona burlón lamiendo sus labios.

—¿M-Mi castigo?

—Te dejaste atrapar de nuevo.

—N-No es ci-cierto —responde la menor desviando la mirada y volteando la cabeza.

—¿Ah no? —el mayor la soltó de las manos y tomó de nuevo su cabeza, enderezándola para que le mirara, luego bajó y le dio un beso de ángel.

—No hay forma de que te gane —casi susurró haciéndole reír.

—Volvamos a casa.

—Sí… ¿ah? ¿Qué estas haciendo? —pregunta apenada, pues Amiel la levantó cargándola como princesa— Bájame, puedo caminar sola.

—No. Te llevaré de esta manera.

—So-Soy la Muerte, bájame.

—No me importa. Podrás ser la reina del mundo e incluso convertirte en el nuevo Dios, y aún así voy a cargarte de la misma forma de cuando eras humana y siempre me pedías que lo hiciera.

—Idiota —menciona entre dientes mientras se encoge de hombros sin lograr que su sonrojo se vaya.

Con su guadaña volviendo a su muñeca, ambos salieron del bosque, Amiel la llevó cargando y todos sonreían al verlos, la cola de Gon se movía rápidamente al ver lo feliz que su ama se veía. La familia de Amiel sentía que la felicidad aquellos años había regresado. Nirelle les comentó lo ocurrido en el juicio y el indulto que se les fue concedido, ella volvería a vivir con ellos junto con el can, para “vigilarlos”, algo que les hizo feliz por esa parte.

Así, al día siguiente Nirelle se despidió de Elrick y Sara, agradeciéndoles la hospitalidad que habían tenido con ella y su Cadejo, la pareja le recordó sobre la boda, algo que definitivamente ella iba a presenciar. Así, ella partió, regresando a su labor con más ánimo del que ya mostraba, siempre amable y protectora, siempre regresando a su hogar, junto a su familia.

 Así, ella partió, regresando a su labor con más ánimo del que ya mostraba, siempre amable y protectora, siempre regresando a su hogar, junto a su familia

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Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora