Soy la Muerte [EN EDICIÓN]

Capítulo 62: Unión

Brisa tranquila meciendo el follaje del enorme roble, caras felices ante un evento nupcial, un vampiro y una Muerte felices en el altar junto a otros seres míticos y algunos humanos.

Sam comenzó a palabrar el rito de matrimonio con la monición y el escrutinio, para luego continuar con el consentimiento de los novios uniendo sus manos.

Amiel:
Yo, Amiel, te quiero a ti, Nirelle, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Nirelle:
Yo, Nirelle, te quiero a ti, Amiel, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi existencia.

-Nirelle, ¿quieres ser mi mujer?

-Sí, sí quiero. Y tú, Amiel, ¿Quieres ser mi marido?

-Sí, sí quiero. Nirelle, yo te recibo como esposa, y prometo amarte fielmente todos los días de mi vida.

-Amiel, yo te recibo como mi esposo, y prometo amarte fielmente todos los días de mi existencia.

Sam a Amiel:
Amiel, ¿quieres recibir a Nirelle, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida hasta que... -se lo pensó un momento antes de volver a hablar- ella decida dejarte?

Decir eso ocasionó la risa de todos sin excepción, ¿qué se le puede hacer? Después de todo es con la Muerte con quién se está casando.

-Sí, acepto -responde feliz el mayor.

Sam a Nirelle:
Nirelle, ¿quieres recibir a Amiel, como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida hasta que decidas dejarlo?

Volvieron a reír, pues no podía haber mejor versión de los votos cuando se trata personaje mismo de la Muerte el que hace el juramento.

-Sí, acepto -responde sonriente la mujer.

Sam continuó con la confirmación del consentimiento y con la bendición de los anillos, los cuales fueron llevados por Arlet.
Cada novio tomó uno y se lo colocó al otro.

-Nirelle, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

-Amiel, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El Padre confirmó el momento del beso, el cual fue dado lento y apasionado, todos gritaban de la emoción y la felicidad por los ahora marido y mujer. La fiesta continuó con el primer baile de los novios.

-Uhm. Aprendiste a bailar mejor -menciona burlón el esposo.

-Haka y Elrick me adiestraron -responde la esposa riendo.

-Son buenos maestros -unieron sus frentes mirándose complices.

Los invitados estaban divirtiéndose y celebrando a través de juegos, comida, bebidas, cantos, música y danza. El momento de lanzar el ramo llegó, Nirelle lo arrojó cayendo en las manos de la melliza, quien felizmente se acercó y abrazó al hombre lobo, sonrojándole, aunque ellos ya habían comenzado una relación hace un par de meses.

Cuando cayó la noche, la pareja se despidió de todos, pues iban a una sorpresa que Amiel preparó para su amor, llevándola en auto hasta una cabaña en medio del campo de lirios de arañas donde se conocieron, una cabaña que Amiel había construido hace tiempo.

-Por esto me pediste que no viniera aquí -menciona sorprendida siendo abrazada por la espalda-. Es hermosa.

-Gracias -besó su cuello-, ¿entramos?

-¡Si! -era imposible que no se notara su alegría.

Aunque por fuera se veía pequeña, por dentro era espaciosa, una vista moderna y acogedora, se notaba el empeño que se le había puesto en construirla.

Amiel la guió hasta la alcoba, pétalos de rosas formando «TE AMO» en la cama de dosel con cortinas blancas, la joven estaba maravillada.
La abrazó por la espalda y comenzó a besarle el cuello, bajó lentamente la cremallera del vestido hasta que le dejó caer, Nirelle se volteó a besarlo.
En el momento en que se separaron, el mayor vio la lencería sexy que tenía, que fácilmente podía intuir fue un regalo de Tara.

-Tiene buen gusto -menciona Amiel con cara pícara, besándola de nuevo y desabrochando el sostén mientras ambos se dirigieron así hasta acostarse en la cama, Amiel se quitó la parte superior de su traje dejando al descubierto cicatrices que habían sido hechas cuando él aún era humano-. ¿Te gusta lo que ves? -preguntó burlón por la mirada fija de su mujer recorriéndolo.

-¿A ti? -respondió de igual forma mientras tomaba el rostro de su amado y lo acercó al suyo.

Ambos se entregaron, con Amiel siendo delicado, pues era la primera vez de su Estrellita, deleitándose con los gemidos de su amada que hacían florecer sus instintos por morderla, más él se abstenía, aun así, se separó al sentir cierto dolor cerca de su cuello. Nirelle le había mordido. Rápidamente puso su pulgar en la boca de la joven para abrirla un poco.

-No ha tragado sangre, de lo contrario ya estaría pidiendo más -dijo en sus adentros soltando un suspiro-. Rayos, yo conteniéndome y tú provocándome -atina a decir a la vez que lame su sangre que había quedado en la boca de su esposa.

La noche siguió, una entrega donde el pudor se fue y la lujuria quedó, una noche donde ambos se unieron.

El sol se colaba por la línea dejada por las cortinas, el canto de las aves no faltaba. Nirelle estaba despierta observando a su ahora esposo, feliz de verlo dormir.

-Buenos días -dice Nirelle sonriendo.

-Buenos días... -menciona al despertarse volteándose a quedar frente a ella- No fue un sueño -sonrió llevando una mano a la mejilla de su compañera.

-No -la joven lo abrazó por el cuello y lo besó por un largo momento.

-Hasta que la muerte nos separe ¿eh? -rió- ¿Qué hacer cuando es con ella con quién te casaste? -atina a decir burlón.

-Uhm, entonces no me hagas tener que darte el divorcio -responde riendo.

La dicha de ser feliz junto a su persona amada, un momento que ambos habían estado anhelando por siglos, ahora, convertido en realidad.