Capítulo 63: Nuevo Comienzo

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—¡Nirelle! ¡Amiel! —dice Sara al abrir la puerta de su hogar— Pasen.

Cinco años ya habían transcurrido, 616 sigue haciendo su trabajo con empatía a la vez que visitaba alegre a sus familiares y amigos. La pareja había llegado en auto, pues, aunque bien pueden viajar por el portal de la joven, a ella le gusta recorrer el camino en coche cuando visita a Elrick.
Un sábado en la tarde de reunión familiar donde hablaban felizmente hasta que la noche llegó, Nirelle se disculpó, pues tenía que recoger a alguien, así que cruzó su portal.

—Se ha ido —mencionó Elrick tomando su té.

—Ella regresará, le encanta viajar en auto —menciona Amiel viendo por la ventana con una mirada algo triste, pues ella le dijo a quién recibiría.

La Muerte entró a una habitación de un hombre mayor y con el cabello blanco, yaciendo en su cama sentado del respaldar y lentes para aminorar el cansancio de sus ojos por la lectura.

—Hola, mi amiga —dice sonriente mientras cierra su biblia.

—Hola Sam —habla con nostalgia, tristeza y amabilidad.

—Estoy listo —menciona recostándose en la cama y poniéndose su viejo rosario en el cuello—. No te sientas mal, me diste una segunda oportunidad, y disfruté de mi vida.

—Sé que lo hiciste —se sentó en la cama al lado de su viejo amigo, notando el antiguo obsequio que ella le había dado.

La joven comenzó a cantar una canción de cuna, la misma canción que Haka usó con ella para calmarla por las noches cuando pasó tres días en su campamento.

—Es una bonita canción —atina a decir cerrando los ojos para dormir, después de unos minutos, murió—. Así que así se siente ser un espíritu —añade después de haber salido de su cuerpo.

—Se siente raro —sonrió levemente levantándose de la cama y ponerse frente a él—. Sam. Gracias por todo, especialmente por casarme con Amiel.

—No hay nada que agradecer —menciona abrazando a su amiga antes de cruzar el portal que ella creó.

Definitivamente van a ascenderlo a Ángel —piensa mientras seca sus lágrimas—. Bien, pues es hora —agrega sonriendo—. Adiós.

—No es un adiós, mi amiga —dio una caricia a la mejilla de ella—. Es un hasta luego —dice despidiéndose después de haberse ido.

La joven quedó viendo por unos segundos el cuerpo de Sam, luego rezó un momento y fue a avisar a los monjes de lo ocurrido, quienes le agradecieron el gesto, ellos ya no le veían con desconfianza, sino con un gran respeto.

La joven quedó viendo por unos segundos el cuerpo de Sam, luego rezó un momento y fue a avisar a los monjes de lo ocurrido, quienes le agradecieron el gesto, ellos ya no le veían con desconfianza, sino con un gran respeto

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Mientras tanto Amiel esperaba a su esposa en casa de Elrick.

—¿Y cómo han estado con ese asunto? —pregunta el mayor.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora