En una parte del bosque, Nirelle se encontraba peleando con su hermano, ambos blandían sus guadañas creando chispas con el rose de estas, ellos se habían separado del grupo y ahora se encontraban apartados de las vistas ajenas.
—Lilith, vamos, deja esto —el mayor entrecerró los ojos tratando de controlar su irratibilidad—. Hay que irnos.
—Deja de llamarme así, es una falta de respeto cambiarle el nombre a alguien sin su consentimiento.
—Ese ni siquiera era tu nombre cuando estabas viva.
—Tú no comprendes nada, ya no tenía nombre ni siquiera estándolo —gruñó apretando el palo—. Déjame en paz, tengo una verdadera familia ahora.
—Sabes bien que no es verdad, no con ese maldito vampiro que sólo te ha mentido, él jamás te amó.
—¿De qué hablas? No trates de engañarme, no caeré en eso.
—No es un engaño, es la verdad, él quería...
—¡Aléjate de ella! —Amiel llegó hasta ellos ondeando su guadaña con furia hacia Azarías— No la toques, no la mires, no le digas nada —replica tensando las manos en su arma—. ¡No me la van a quitar!
Con enojo se balanceó a combatir contra el hermano de Nirelle, lanzaba tajazos con fuerza y desespero para lograr silenciarlo, la joven se extrañaba del actuar de Amiel siendo que jamás lo había visto tan perturbado y con tanto temor. Ella los siguió, pues estaban regresando a la batalla en la que la mayoría se encontraba reunida. Sin consideración alguna el vampiro arremetía a los enemigos por tratar de cortar a Azarías.
—¿No se supone que no debe haber secretos entre marido y mujer? —mencionó con burla a Amiel, esquivando sus acometidos con algo de molestia, no podía dejar escapar una distracción al diestro guerrero.
—¡Cállate! ¡Tú no sabes nada! —su guadaña dejó una cortada en el suelo, su respiración agitada era notoria por el nerviosismo en vez de cansancio.
—Dime una cosa, ¿por qué aceptaron de vuelta a Dios?
—Que te importa, ese no es tu problema —replica rabioso con la mirada afilada.
—Pero sí es el tuyo, es el que te ha causado toda tu desgracia a ti y a tu familia. Dejó morir a tu madre quien confiaba tanto en él. A Dios, ustedes no le importa.
Hace tiempo, en una pequeña aldea cuya gente en su mayoría era familia y casas hechas de barro, una mujer de cabello negro y largo se encontraba en su hogar acompañada de su cuñada, una joven pelirroja de diecisiete años, la mujer estaba dando a luz a su primer hijo, quien nació con excelente salud.
—¡Es un niño! —exclamó la joven feliz entregando al bebé a su madre— Toma cuñada. ¿Cómo se llamará?
—Veamos —se lo pensó acunando al pequeño entre sus brazos débiles con la mayor fortaleza que su plenitud le obsequiaba—. Amiel, su nombre es Amiel.
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Soy la Muerte [EN EDICIÓN]
ParanormalLa historia versa sobre una chica quien es una de las Muertes, marcada con el número 616 y habiendo olvidado su nombre, ella trabaja recogiendo las almas de los recién fallecidos y abriendo un portal que los guiara a su destino dependiendo de las ac...