—Volvamos a casa —dijo Amiel con delicadeza, acariciando la mejilla de su amada con los nudillos. Izan veía a su primo y a la joven mirarse con una sonrisa, mostraban un gran amor el uno al otro.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Nirelle, pero en ese momento vio a Tara y a Shafer dirigiéndose hacia ellos— Ya veo —soltó una pequeña risa. Intentaba mantener su mente apartado lo más que podía en ese momento de su aflicción.
—¡Nirelle! —Shafer se lanzó a abrazarla, aunque ellos también sabían sobre lo que pasó con su hijo, se mantuvieron sonrientes para apoyarla— Vaya, te queda bien —agregó al verle la ropa.
—Cállate —no se enojó. En otras circunstancias Shafer hubiera utilizado algo de picardía en sus palabras, pero en cambio se mantenía en una ligera bromilla sin ser impropio.
—De acuerdo, vamos. Tenemos que salir —atinó a decir Tara con premura.
—Estrellita, toma —Amiel le entregó su brazalete.
—Mi guadaña —ella lo tomó con sumo agradecimiento, se quitó los zapatos e hizo aparecer su túnica para taparse.
Todos se apresuraban a salir, pero Nirelle se detuvo en cuanto notó que Izan se quedó parado. Él estaba seguro de quedarse ahí, solo para mirarlos irse sin más, aceptando que su fin estaría ahí en el infierno luego de quedar claro que traicionó a Satán, pero no lo asesinarían rápido, no, primero lo torturarían hasta quedar satisfecho, sabrá Dios cuánto duraría eso. Pero aceptaba.
—Izan, vamos —aunque siempre la sorpresa le empaparía.
—Estás loca ¿lo sabes? ¿Crees que puedo irme como si nada? ¡Deja de ser tan estúpida! No puedes ir por ahí perdonando a todo el que te lastime. ¿Por qué simplemente no me odias?
—Maldita sea, Izan —replicó Amiel tomando sus cabellos—. Ya ríndete, no vas a hacerla cambiar. Así que muévete que quiero largarme de aquí.
—Es tu esposa, ¿no te enfada lo que le he hecho?
—Sí, pero no voy a ponerme a pelear ahora, salgamos de aquí y luego te mataré.
A Izan todo eso le parecía que era de lo más surrealista que podría contemplar. —¿Q-Qué haces? —preguntó cuando la súcubo le tomó del brazo y le jalaba para que empezará a caminar.
—¿Qué crees? Nos vamos.
—No decidan por mí.
—Nirelle quiere que vayas, entonces irás.
No había manera de que eso fuera real, estaba siendo llevado de regreso, y él no comprendía por qué no se resistía más.
Cuando llegaron afuera vieron que el castillo estaba rodeado, Satán estaba al frente junto a Azarías, y el gobernante estaba realmente furioso, pues sus cuernos de macho cabrío estaban al descubierto.—¡Lilith! ¡Esta es tu última oportunidad! —expresó denotando su enojo— Ven conmigo por las buenas y mataré a esos idiotas sin que sufran. O de lo contrario los torturaré por la eternidad hasta que me aburra de ellos, y a ti voy a violarte hasta que supliques morir.
Amiel encendía sus ojos con intensidad mientras mantenía a su esposa detrás de él. Aferraba las manos temblorosas a su arma, no por temor, sino por la inconmensurable ira que les inundaba.
—Oye, ¿qué haces? —preguntó Shafer al ver a Izan caminar al frente.
—¿Izan? –mencionó Nirelle— ¿A dónde vas?
—Simplemente no comprendo ni que estoy haciendo —musitó sin intención de ser escuchado. El rubio se paró a quedar dando la espalda a Nirelle y su primo—. Amiel, ¿podrías decirle a Jaziel que siempre estuve orgulloso de él?
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Soy la Muerte [EN EDICIÓN]
ParanormalLa historia versa sobre una chica quien es una de las Muertes, marcada con el número 616 y habiendo olvidado su nombre, ella trabaja recogiendo las almas de los recién fallecidos y abriendo un portal que los guiara a su destino dependiendo de las ac...