Capítulo 84: No voy a perderte

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Un deseo, ella sólo tenía un deseo, y así le besaba, con desespero mientras él correspondía y ambos con tristeza. Amiel abrió los ojos al reconocer cierto sabor característico en su boca. Con terror y algo de enojo apartó a Nirelle de él.

—¿Cómo pudiste? —la decepción se incrustaba con fuerza en el corazón, pero Nirelle lo aceptaba sin quejas.

—Lo siento, pero soy egoísta. No voy a perderte.

Nirelle tenía una sonrisa y sangre escurriendo por la comisura de su boca. Ella misma se había provocado una herida obligándolo a tomar su sangre. La conciencia parecía irse de los ojos del mayor, quien comenzó a respirar agitado, a temblar y a pelear por no caer en el deseo que se acrecentaba por tomar a la joven. Nirelle lo veía con ternura mientras sonría y hacía a un lado su cabello para no estorbar en su cuello.

—Por favor, no me obligues a hacer esto... No quiero hacerte daño... —Amiel hablaba con pesadez, estaba perdiendo la cabeza.

—Sólo tómame —menciona abrazándolo con primor.

—Nirelle...

El mayor dejó de temblar, su respiración era tranquila, sus pupilas se hicieron verticales, y sus garras y colmillos sobresalían, se había olvidado de quién era, tomó a la chica de los cabellos y mordió con ansias su cuello. Nirelle soltó un quejido de dolor mientras se aferraba a él y lo tomaba de su cabello.

«Duele»

Amiel comenzó a sanar, pero bebía la sangre sin darse cuenta de que lo estaba haciendo muy rápido y, presionaba con fuerza su mordida.

—A-Amiel... —pronunció la joven con lágrimas de dolor— ¡Amiel!

—¡Amiel! ¡Reacciona! —gritó Esteban preocupado, sin embargo, el mayor no estaba en sí mismo.

—¡Hermano! ¡La estás lastimando! —Hiram también trataba de llamarlo.

—¡Hermano! ¡Estás haciéndole daño a Estrellita! —mencionaba Adir desesperada al ver que la joven se veía con debilidad.

—¡La vas a matar! —añadió Jaziel.

—¡Hermano, detente! ¡Ya estás curado! —decía Adif.

—¡Amiel! ¡Dijiste que la protegerías con tu vida! ¡Se la estás quitando! —Gon estaba muy asustado, sentía como su vínculo con su dueña estaba desapareciendo.

Esteban y Ezequiel trataban de eliminar la barrera de Nirelle, pero no lo lograban.

—Maldición —dijo entre dientes Iván, impotente por no poder ir.

—¿Qué pasa? ¿No vas a ir? Podrías ayudar disipar esa barrera ¿no es así? —menciona burlona Evelyn, quien estaba peleando contra él.

—Claro, pero si lo hago, tendrás puerta libre para atacar a Elrick y a Neizan. Demonios, no puedo ir, ninguno de ellos podrá frenar a Evelyn.

—Gon —habla Elrick entregándole a su hijo—. Cuídalo por mí.

—¿Qué? ¡Oye! ¡Elrick! —el hombre corrió por el campo de batalla, algunos Drows se balanceaban sobre él.

—¡¿Qué crees que haces?! —dijo Hiram salvándolo, cortando a los elfos con su espada.

—¿No es obvio? Voy con ella —respondió como si lo que hacía era obvio, continuó su camino a prisas. Hiram replicó, pero igual fue con él para protegerlo—. ¡Nirelle! —menciona llegando a la barrera— ¡Amiel! ¡Maldita sea! ¡Reacciona de una buena vez!

Tengo sueño —la joven se sentía cansada y su vista se nublaba, sus brazos cayeron y su respiración era cada vez más débil, estaba muriendo.

Soy la Muerte [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora