Let's Make a Baby II

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Steve Rogers quizo decir que a su edad no se sentía nervioso por muchas cosas, pero ver a Natasha Romanoff entrando a aquel lujoso restaurante de la mano con él hacía que sus piernas temblaran.

—Me sorprende que hayas escogido esta mesa. Pensé que siempre te sentabas en el medio del restaurante— comenta ella cuando el castaño le acomoda la silla al sentarse.

—Creo que hoy no quiero todos los ojos sobre nosotros. Es que, rayos, mírate. Estás bellísima— la mira con ojos brillantes y el camarero se acerca a pedir sus órdenes de bebidas.

—¿Te dije que estoy tratando de cambiar mi dieta? Hace tres semanas que no tomo vino— anuncia cuando el joven ya se ha marchado de su mesa, ambos pidiendo limonada.

—Eso me parece algo enorme— ríe—. ¿No que tomabas una copa a diario?

—Quiero hacer esto bien— toma la servilleta de tela y la acuesta en su regazo.

—Lo haremos, ¿escuchas?— toma su mano sobre la mesa y la aprieta reconfortantemente—. Todo saldrá bien.

—No puedo agradecerte lo suficiente por aceptar.

—En cambio, me sorprende que hayas dicho que sí a todo esto— hace gestos circulares—. ¿Salir conmigo y en verdad incluirme en tus planes? ¿Por qué?

—La idea de que estuviéramos juntos no es tan rara. Todos nuestros amigos dicen eso, y bueno, creo que en un punto lo pensé.

Steve parece sorprendido y apenas le alcanza el tiempo para agradecerle al camarero cuando llegó con sus bebidas.

—Es sólo que... como nos conocemos desde hace ya mucho tiempo, y nunca diste el primer paso, pensé que no te gustaba— se encoge de hombros y parece avergonzada.

—¿¡Qué!?— exclama y la pelirroja comienza a reír—. Nat, me has gustado desde que nos conocimos.

—E-eso no lo esperaba— sus mejillas se tiñen de rosa y agacha la mirada.

—Dios, he querido invitarte a salir desde hace años, pero pensé que yo no te gustaba— se señala y dice con diversión.

—¿Cómo no podría? Eres genial.

—Esta sería una historia fantástica para nuestro hijo— ríe y le da un sorbo a su vaso.

"Nuestro hijo"— repite con una sonrisa—. No puedo creer que estemos haciendo esto.

Aunque ambos sabían con exactitud la manera en la que terminaría la noche, no se detuvieron a pensar lo que conllevaría el acto. Y es que, cuando llegaron al apartamento del hombre ya tarde en la noche, el desvestirse les pareció algo innato, y eso de que sus labios se encontraran al salir del restaurante también. 

Cuando vio que el sol estaba a punto de salir, Natasha aún tenía energía suficiente y sabía muy bien lo que hacía— y también Steve disfrutaba del sexo casual—, pero después del tercer orgasmo ella seguía pidiendo más y él se negó, prometiéndole una posición bastante difícil cuando no estuviese cansado.

Por eso, al despertar usó su lengua con lentitud y agilidad hasta que escuchó a la mujer clamar su nombre a gritos.

Una hora más tarde escuchaba como cantaba una canción en español mientras se duchaba en su baño, y Steve quería entrar y abrazarla con fuerza. Esperó a que saliera para hacerlo y agradecerle por simplemente estar con él esa mañana.

Esperó a que se cambiara con la misma ropa del día anterior y luego la invitó a desayunar, porque Steve estaba en verdad loco por ella y una noche de gemidos no se comparaba a ver su rostro iluminado en felicidad al comer unas crepes y un americano con hielo.

—Haré una cita con la clínica de fertilidad para la próxima semana. Tienen que analizar tu esperma para ver si es viable— le dice luego de un sorbo a su café.

—No tienes que preocuparte por eso; mis hombrecitos aún nadan— dice con orgullo y la pelirroja ríe del otro lado de la mesa.

—¿Te gustaría ir a alguna tienda de bebés? Creo que nos dará una idea de lo que nos espera.

El castaño acepta y luego del desayuno ambos se encaminan al centro, viendo tiendas y trajecitos de colores pasteles.

No fue hasta que entraron a la tercera tienda que todo comenzó a ser frustrante para la mujer, que ya comenzaba a quejarse de todos los botones y pañales y peluches destinados a aquella pequeña persona que formaría parte de su vida.

—No veo porqué un coche tiene que costar tanto. No se usará por tanto tiempo. ¿Qué se supone que haga con él después?— exclama al ver el precio de los objetos, no encontrándole sentido.

Él se rasca la nuca, abrumado por todo lo necesario para la habitación de un bebé.

Natasha se despide no mucho después, dándole un beso en los labios y prometiéndole enviarle un mensaje con la fecha de su cita.

Steve no puede dejar de pensar que serán padres horrendos.

Casi dos meses pasaron luego de empezar el tratamiento, y después de una prueba de sangre, la pareja se encontraba nuevamente en San Diego para implantar los óvulos fertilizados en Natasha.

No podían negar que se encontraban nerviosos, ya que la doctora Chuan había llamado dos semanas antes de la fecha acordada, y eso seguramente significaba que algo malo ocurría.

—Pasen, pasen. Adelante— abre ella la puerta de su oficina con una gran sonrisa, dejándolos pasar y cerrándola a su espalda—. ¿Cómo se encuentran hoy?

—Creo que es poco decir que no esperábamos escuchar de usted tan rápido— ríe con nerviosismo la mujer y Steve toma su mano.

—Ah, eso...— mira el expediente que tiene en manos y va hasta su silla, tomando asiento frente a ellos—. ¿Has tenido algún cambio? Esto de la Fecundación In Vitro puede ser demandante.

—No, todo ha estado bien. He cambiado mi dieta, he estado ejercitándome con regularidad. ¿Hay algo malo con mis pruebas?— va directo al punto y mira a la asiática con seriedad.

—Verá, señorita Romanoff, cómo les expliqué la semana pasada, antes de comenzar el proceso hacemos una prueba de sangre para estar cien por ciento seguros de que está lista para recibir los óvulos. Pero encontramos algo en los resultados que nos sorprendió bastante.

—¿Qué? ¿Acaso voy a morir? Vaya al punto, por favor— demanda, y Steve no la detiene, ya acostumbrado a verla así frente a un jurado.

La doctora no parece sorprendida por su reacción y abre la carpeta.

—El cuerpo en ciertas ocasiones produce una hormona llamada Gonadotropina Coriónica Humana— desliza el papel frente a la pareja, que no pierde tiempo en tomarla y ver los distintos valores y porcentajes con ceños fruncidos—. Usted tiene una valor de 51,000 .

—¿Qué significa eso?— se atreve a preguntar Steve.

—Todavía es muy temprano, algunas seis semanas, pero no hay duda— levanta la mirada y los mira a los ojos—. Natasha, usted está embarazada.

Ambos se quedan perplejos, incluso después de que la doctora Chuan los llevara a otra habitación e hiciera un ultrasonido.

Ahora se encontraban fuera de la enorme clínica, sosteniendo la pequeña foto a blanco y negro, donde indiscutiblemente un pequeño embrión se estaba formando, su fuerte latido del corazón todavía retumbando en los oídos de los futuros padres.

—Hay algo allí dentro—susurra Steve sin creerlo.

—Eso fue más fácil de lo que pensé.

—Demonios, Nat. Seremos padres.

Natasha lo mira, el sol golpeando sus ojos, los cuales casi se veían transparentes, y le ofrece una gran, brillante y sincera sonrisa.

—Seremos padres.

—Y seremos unos asombrosos. Los mejores padres del mundo— anuncia con felicidad Steve, caminando junto a ella al auto.

—De eso no hay duda.

-One Shots 'Romanogers'+-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora