Parte IIIOmnisciente
Todos llegaron a la sala principal de la Torre de los Vengadores.
— ¿Qué se supone que le digamos a todos estos... Locos? ¿Bienvenidos a la Torre, somos los Vengadores y los ayudaremos?— preguntó Clint a su mejor amiga.
— Algo parecido— la rusa palmeó su hombro, y le adelantó el paso—. Em, quisiera que todos me prestaran atención, por favor— hizo sobresalir su voz entre las del resto. Un gruñido de parte del hombre con piel escamosa hizo que Tony lo mirara con rareza.
La pelirroja le hizo señas a sus dos compañeros; Steve y Tony, para que se pusieran a su lado.
— Sería lo correcto presentarnos, ya que... Bueno, sabemos sus nombres, y estarán con nosotros...
— Soy Natasha Romanoff— interrumpió al Capitán América.
— O Black Widow— agregó Tony—. Eso significa que luego de tener sexo con alguno de ustedes, le arrancará la cabeza— continuó diciendo, no sabiendo en que se había metido.
Se arrepintió rápidamente.
La Viuda Negra levantó la vista hasta su amigo, y lo miró con tal intensidad, que el genio quiso que la tierra se abriera y lo tragara.
— No hizo eso con el Cap— opinó Sam con diversión, mientras levantaba su vaso con Whisky.
Natasha se puso roja como su cabello, no tanto por la vergüenza, sino por la ira.
Los murmullos entre los presentes no se hicieron esperar, levantando rumores sobre la supuesta pareja.
— ¡Silencio!— exclamó ella con fuerza, casi quedándose sin voz—. Que sea la última vez que mi interrumpan, imbéciles. Y para los nuevos, no piensen que hacemos esta mierda por diversión o por qué queremos. Nos obligaron, así que si no obedecen nuestras reglas, ya saben que se llevaban una buena patada en el culo de mi parte. ¿Entendido?— se le veía como respiraba con dificultad, las venas en su cuello marcándose considerablemente, y el color rojo en su rostro no se desvanecía.
Harley Quinn, siendo la más inoportuna de todos los presentes en aquella sala -y, probablemente de todo el mundo- agachó su cabeza, e hizo silencio.
El arquero se acercó por detrás, frotando la espalda de la espía.
El color carmesí se había apoderado de las mejillas del Capitán América, haciendo que mirase al piso.
Tony, por tu parte; y junto a Sam, permanecieron callados.
— Un placer conocerla, Señorita Romanoff— habló por primera vez en la noche DeadShot—. Debe ser fuerte ser una de las dos únicas mujeres en ese equipo, y esté rodeada de idiotas además— miró a Sam y a Tony, que le devolvieron la miraba con enojo.
La rusa dio un suspiro.
— No te imaginas.
El hombre con el traje de cuero le sonrió a la espía.
Claro, el primer paso era ganarse la confianza de la Viuda Negra, para no acabar con una patada en el trasero como había dicho ella misma.