Steve's Pov— Como no tiene que ser exactamente preciso el tiempo, diré que fue en un verano cualquiera, por los años 70's...
El calor abrazaba a la cuidad de tal manera, que parecía que el Sol estaba a poco centímetros de nosotros.
El día que detallo era bastante soleado, obviamente, pero no era como los que habían transcurrido anteriormente; ese tenía una chispa de ¿Alegría, quizás?
Ese día, como lo hacía diariamente, me levanté a las 7 de la mañana y ayudé a mi madre a recoger sus flores del jardín, y luego, le di una mano a mi padre en la cocina para el desayuno. Después, hice mi camino al muelle de la Costa Sharp.
Ya que era verano la cantidad de personas era más notoria, incluso a altas horas de la mañana, pero eso no influyó para que la encontrase...
Casi llegaba al final del muelle cuando la vi.
Su cabello pelirrojo ondulado se dejaba llevar por el viento que refrescaba en la mañana, y el Sol naciente se reflejaba en su pálida tez, forzándola a voltearse un poco y que chocásemos miradas.
Unos planetas verdes invadieron mis ojos, y luego, todo mi débil cuerpo, que estaba casi temblando por semejante musa.
Sus labios finamente adornados con una capa rosa de algún labial hacían contraste con el blanco vestido que usaba, y sus delgadas piernas complementaban una figura pequeña, frágil y femenina.
Mis ojos azules la habían hallado.
Y allí lo supe... Con aquella pelirroja tendría una historia la cual agregar a mi libro de vida.
25 años después y, gracias a la Vida, seguimos juntos, como puedes ver.
Ella sigue siendo la mujer más hermosa que he visto, incluso un poquito más bonita que tú, y eres muy bonita, Page.
A los 19 decidimos casarnos, y 12 meses luego de eso vino tu padre.
La felicidad que irradiaba cuando lo tenía en brazos me daba el aire para respirar, y la energía para trabajar y verla siempre así.
2 años después vino tu tía, Dorothy, y su sonrisa creció incluso más, si era posible.
En ese momento pensaba que podía finalmente morir en paz luego de ver la felicidad hecha persona.
Y bueno, pequeña Page, 20 años luego y estás tú aquí, alegrándonos los días a nosotros, unos viejos compartiendo amor.
Esa fue la historia de cómo conocí al amor de mi vida, Page. Tu abuela, Natasha.— finalicé acercándome más a ella y tocando su pequeña nariz, viendo como la arrugaba a mi tacto.
— Abuelo, eso es tan lindo.— dijo con una sonrisa.
— Hey, creo que ya es hora de que ustedes dos se dejen de secretos y vengas a tomar tu desayuno, Page.— interrumpió la pelirroja.
— Pero abuela...— quiso protestar la pequeña, haciendo un puchero, pero la mujer de orbes verdes se le adelantó.
— Pero abuela nada. Se levanta de ese cojín y viene a desayunar.— le dijo en tono firme, pero suave a la vez.
— Está bien.— Page se levantó, limpió un poco sus rodillas, y se dirigió a la mesa, donde su abuela la cargó y la aseguró en su silla.
Yo di un suspiro y me levanté de la silla en la que estaba, negando con la cabeza.
— Nat.— me acerqué a mi esposa por detrás.– No seas tan dura con la pequeña, sólo quería escuchar nuestra historia.
— Steve, sé que se acostó pasadas las 11 anoche por estar contándole historias, ¿Crees que no me di cuenta?— preguntó con una ceja alzada.
No la podía engañar. Sabía todos los trucos posibles, nunca podía ser estafada.
Por eso la amaba.
Me separé un poco de ella, mirándola de frente, y allí de cerca, la admiré un poco más, como cuando se despierta todas las mañanas con una sonrisa y comienzo a contar los lunares de su rostro como siempre.
Se supone que a cierta edad el odioso ciclo de la vida se nota, pero ella era algún tipo de excepción. Se mantenía tan joven, tan bella y perfecta, como la primera vez que la vi. Parecía una obra de un museo, la cual cuidaban y perduraba para siempre con su misma belleza.
Mi esposa era una obra de arte; perfecta en todo sentido.
— ¿Y bien?— me miraba con una pequeña sonrisa y sus ojos se posaron en los míos.— ¿Pensando otra vez?
El color de sus ojos se había vuelto mi color favorito.
Yo sólo reí.
— Si no pienso en ti estaría cometiendo un delito.
Ella negó con la cabeza con esa sonrisa indescriptible en su rostro.
— Eres increíble.— dijo acercándose más a mi.
Yo le sonreí y, aprovechando que Page estaba concentrada en su plato con frutas, la tomé de la cintura y uní mis labios con los de ella.
Luego de aquel corto beso unimos nuestras frentes con una sonrisa, esa sonrisa que se creaba sólo entre nosotros.
Esa es la historia de cómo conocí al amor de mi vida, Natasha Romanoff.