Katniss

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El domingo, pasamos todo el día en cama. Noté que  Peeta todavía estaba luchando con el descubrimiento sobre Sayer y el hecho de que tenía un padre negligente. No fue particularmente locuaz, lo que estaba tan lejos en contra de su naturaleza afable que simplemente lo dejé pasar e intenté apoyarlo de la mejor manera que conocía. Me aseguré de que entendiera que yo estaba allí para hablar, y a la vez que me importaba su fuerte acto de silencio, siempre y cuando los resultados fueran tan deliciosos e hicieran que mi cuerpo ardiera. 

Sabía que él iba a tener que enfrentarse a Sayer y al pasado tarde o temprano, pero no iba a empujarlo en eso.

El lunes quiso que fuera de excursión con él. En los últimos meses me estaba dando cuenta de la forma en que mantenía su impresionante físico sin poner, nunca, un pie en el interior de un gimnasio: al estar haciendo actividad realmente extenuante al aire libre en cada oportunidad que tuviera. Le gustaba un buen partido de fútbol en el parque. Le gustaba poner a Jimbo en su correa y salir a correr. Le gustaba ir a trotar alrededor de las montañas. Le gustaba practicar kayak en todos los diferentes lagos y ríos que estaban dispersos por las montañas. Yo, por otro lado, no quería hacer nada de eso incluso si eso significaba que podía verlo todo sudado y corriendo sin camisa.

Estaba feliz de ser un poco redonda y disfrutaba mis curvas en lugar de ser completamente plana. Le dije que le pidiera a uno de los chicos que fuera con él y entorné mis ojos cuando se quejó al respecto. Creo que quería la oportunidad de verme sudar y ponerme toda sucia y caliente junto a él por una vez, pero yo era una dama, bueno, más o menos una dama, y ese no era un aspecto que fuera bueno en mí. Además, ya tenía algo que realmente quería hacer antes de volver a trabajar el martes y que iba a funcionar mucho mejor para mí si él estaba fuera del camino y en las montañas en algún lugar mientras lo hacía.

Él reunió a Nash y Rome para la aventura y salió por la puerta con mi perro sin si quiera preguntar si estaba bien que él se llevara a Jimbo mientras yo todavía estaba vistiéndome y moviéndome un poco más lento de lo normal gracias a su amorosa atención implacable el día anterior. ¿Quién hubiera pensado alguna vez que el pequeño niño dulce de al lado se convertiría en un demonio en la cama? Tenía movimientos que nunca antes había visto y la adición de esa cruz de metal en la punta de su impresionante paquete llevaba las cosas a un nivel absolutamente increíble. Más aún, sin una capa de látex entre él y yo. Solo pensar en ello era suficiente para que me ruborizara y abanicara mi cara. Puse mi cabello en una trenza sencilla y opté por un atuendo que era bastante normal para mí. Una ajustada falda negra y un top con volantes que se parecía a algo que una antigua chica española de salón usarían y que se adaptaba perfectamente a la mecha roja en mi cabello. Me puse unos zapatos rojos feroces, porque no había manera de que pudieras ir a la batalla con otra mujer y no tener de calzado algo que no era tan impresionante como los de tu adversaria y aun así sentirte confiada. 

Me di una última mirada en el espejo y me dirigí a BaJa. 

BaJa era bastante tranquilo los lunes, la cual era una de las razones de que la tienda estuviera cerrada ese día. Me tomó un segundo encontrar el edificio de abogados donde Sayer trabajaba porque en realidad nunca me había dado la ubicación exacta, y cuando lo encontré estuve un poco aturdida y, a decir verdad, intimidada de ir dentro de las elegantes puertas de bronce y madera. No se trataba de un diminuto bufete de abogados. Esta era una sucursal gigante con múltiples socios, y todo gritaba riqueza y opulencia tan pronto como entré al vestíbulo. Había un guardia de seguridad en la recepción que me dio una mirada curiosa cuando le pregunté si podía ver a Sayer.

—¿Tiene usted una cita?¿Lucía como si tuviera una cita? Me tragué el comentario sarcástico y sonreí, asegurándome que todos mis dientes se mostraran.

Peeta Mellark (EVERLARK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora