Katniss

569 28 3
                                    


No tenía tiempo para estar rara con Peeta sobre lo que pasó anoche o para evaluar todas las cosas que dejé que me hiciera o todas las cosas que había sido lo suficientemente valiente para hacerle. No sé cuándo se habían ido algunos de mis temores e incertidumbres típicas que normalmente me estrangulaban cuando tenía sexo, pero cuando mi teléfono sonó antes de las seis de la mañana del día de Año Nuevo, todavía estaba desnuda y deliciosamente rodeada por un gran y desnudo hombre. No tenía tiempo para enloquecer, porque cuando el hospital llamaba era mi primera prioridad, y no la tatuada y suave espalda de Peeta por más tentador y atractivo que pudiera ser. Johanna estaba molesta. Dos miembros del personal no habían respondido y tenía que cubrir uno de los turnos. Tenía agendado trabajar esta noche, lo que significaba estar en el hospital todo el día, lo que sonaba horrible considerando que Peeta me había mantenido despierta hasta bien entrada la mañana, pero esto me ofrecía una salida fácil del asunto de lidiar con todo lo que había ocurrido. Cuando colgué el teléfono, aun somnoliento Peeta salió de la cama se vistió sin darme ningún tipo de sentimiento de culpa o molestia, me dio un rápido beso en la boca, y me dijo que lo llamara cuando tuviera la oportunidad. Se fue sin ningún tipo de interrogatorio, cualquier tipo de conversación incómoda sobre, nosotros, o, lo que somos o, si estamos juntos de nuevo. Dejó el balón en mi área y me dejó claro que dependía totalmente de mí si quería seguir jugando o no. 

Él me puso a cargo, que no era algo a lo que estuviera acostumbrada en mi carrera y tenía que admitir que el poder en sí mismo, que la elección fuera mía, hacia la situación con él más fácil para sacarlo de mi cabeza. También lo hacia el hecho de que debía lidiar con los pecados de su pasado si iba a seguir adelante con lo que fuera que estábamos haciendo ahora. Cuando llegué al trabajo era un caos. Fiesteros lesionados abundaban en la noche. Hubo un accidente casero de construcción que implicaba una sierra y una mano perdida; un policía había estado involucrado en una disputa doméstica con una pareja y término con un cuchillo en el estómago por su esfuerzo; un niño se había atascado en un fregadero: dos mujeres en labor de parto, una de ellas con contracciones prematuras. No tuve tiempo de pensar en cualquier otra cosa o preocuparme por las miradas curiosas que Johanna me daba cuando estábamos en la misma habitación o nos cruzábamos en el pasillo. Estaba resistiendo mi turno en la sala de descanso consumiendo café como si fuera mi sangre vital cuando mi diminuta jefa me arrinconó.

—¿Entonces? Me sacudí derramando líquido caliente sobre mis dedos. Le di una mirada enojada mientras buscaba una toalla de papel para limpiar el desorden.—¿ Entonces qué? Me miró fijamente y me dio un codazo en el brazo.—Entonces, ¿cómo fue la cita con el doctor? Sonabas agotada esta mañana cuando llamé, así que supongo que ha estado bien. Apuesto que hacen una linda pareja. Traté de mantener mi rostro impasible, pero no pude mantener su mirada. No cuando había abandonado al terrible doctor y pasé el resto de la noche corrompiendo a Peeta.

—Terminé la cita temprano. Sus ojos se agrandaron y arrugó la nariz.—¿Le pediste que te llevara a casa temprano? Suspiré y tiré mi taza de papel con café, ahora tibio a la basura.

—Él fue un idiota, tan lleno de sí mismo. Sus amigos eran espantosos y la fiesta era en realidad un grupo de personas de pie tratando de superarse unos a otros. Estaba incómoda y aburrida, así que llamé a un amigo y nos fuimos temprano. El Dr. Bennet y yo no somos realmente compatibles. Ella me dio una mirada evaluándome.—¿El chico con el aro en la nariz?—¿Qué pasa con él?—¿Es al amigo que llamaste? Me negué a sentirme mal o avergonzada por ello. No había nada malo con Peeta. De hecho había mucho de bien con él, tanto que estaba teniendo problemas para recordar por qué tenía que cuidar de mi tierno corazón yf rágiles sentimientos alrededor de él en el primer lugar.

—Sí. Ella hizo un ruido y me siguió fuera de la habitación. Uno de los asistentes médicos me entregó un nuevo archivo y me dijo que había un paciente esperándome.—Sé que tienes una primera impresión negativa sobre él pero es un tipo muy agradable, realmente lo es.Se encogió de hombros y empezó a caminar en otra dirección contraria a mí.

Peeta Mellark (EVERLARK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora