Peeta

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La semana siguiente vino y se fue sin ningún tipo de incidente. No estaba seguro si era porque Katniss había tomado mi advertencia o porque el amigo de Rome, Dash, Churchill estaba oficialmente en la nómina. No había forma de que nadie fuera lo suficientemente estúpido para meterse con la enorme masa de músculos que casi no hablaba pero podía fruncir el ceño como un profesional. El ceño del chico era suficiente para apagar las ganas del más mínimo mal comportamiento, y mientras el descanso de tener un chico malo en la película estaba bien, me preocupaba que su comportamiento oscuro y melancólico ahuyentara a la clientela.

 Rome era bastante corpulento, y en parte tranquilo también, pero había algo sobre este otro ex soldado que indicaba, alto y claro, que en algún momento no hacía mucho tiempo, el hombre había sido un asesino a sangre fría y no debías meterte con él. Incluso Dixie, que se llevaba bien contodo el mundo, evitaba al nuevo recluso, aunque también le daba la mirada bruta e interesada cuando pensaba que no prestaba atención. Todas las damas en el bar parecían estar pensando que el gigante de piel caramelo con su ascendencia mixta y oscura mirada impenetrable era agradable a la vista, no es que él pareciera dar una mierda de rata por la atención femenina. 

Estaba tranquilo para un lunes por la noche, así que había enviado a ambos temprano a casa y dejado a Avett para cerrar la cocina. No tenía ningún sentido pagarles para pasar el rato cuando no había ni una personaen el bar. Conocía a Zeb Fuller bastante bien. Era amigo de mi cuñado y de gente con la que pasaba la mayor parte de mi tiempo, y era alguien frecuente en El Bar. Era otra bestia de hombre que emanaba una grancantidad de ¡No-jodas-conmigo! Debe haber algo en el aire limpio de la montaña que permitía a los hombres de este Estado crecer como gigantes.Yo no era pequeño ni por imaginación, pero más a menudo que no, me encontraba cara a cara o tenía que levantar la mirada con la mayoría de los chichos que formaban mi círculo social. Era solo un incentivo más para mantener mi culo en línea.

Había demasiados chicos alrededor que eran muy capaces de patearme el culo todos los días de la semana hasta el domingo si metía la pata otra vez. Zeb tenía una mirada pensativa en su cara y se acariciaba distraídamente la barba. Desde que me trasladé a Denver, había aprendido rápidamente cuales eran las tres cosas que gobernaban todo; barbas, cerveza y bellezas. El gigante tenía una plétora de todas esas cosas, y en caso de duda una conversación siempre debía ser iniciada escogiendo una de la santísima trinidad. En caso de necesidad, los Broncos siempre funcionaban como sustituto de una de esas cosas también. Zeb tenía la barba, no bebía cerveza, y sabía, ya que él estaba en el bar derramando sus entrañas todo el tiempo, que su situación actual con su belleza estaba atrapada en neutral porque parecía desorientado por lo que sentía por la chica de la que se había enamorado. Ella también era la hermana mayor de uno de sus mejores amigos, Gale, que no estaba exactamente encantado con el interés de Zeb por su hermana.

Estaba terminando de limpiar la barra y revisar el refrigerador mientras Zeb ponía mala cara a su copa casi vacía de Jack y Coca-Cola. Nunca pensé que iba a ser el tipo al que los demás irían con sus problemas. No era muy simpático o paciente con cosas que pensaba que eran evidentes, pero desde que puse un pie detrás de esa barra, me sentí más como un terapeuta que un camarero. Lo que era aún más sorprendente era que me gustaba. Me gustaba ser capaz de ver la situación desde el exterior y señalarlas cosas de mi propia y única perspectiva. Después de todo, había metido la pata lo suficiente para todo un ejército de gente, así que pensé que bien podría darle a esas duras lecciones aprendidas un buen uso. 

—¿Por qué no le pides una cita? —Tiré el trapo de la barra al montón sucio y tomé el control para apagar los televisores. Iba a cerrarlo todo a la medianoche ya que Zeb era el único cliente y lo conocía lo suficiente para saber que solo quería hablar, no beber.Él me miró y frunció el ceño.

Peeta Mellark (EVERLARK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora