Capítulo 65: Excursión

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Miyagi se replanteó toda su existencia mientras entraba a hurtadillas en un despacho ajeno. Eran las dos de la madrugada de un sábado y en vez de estar en la cama como las personas respetables y de bien, Miyagi estaba a punto de hacer el amor sobre la que había sido su mesa durante muchos años. El entrar en aquel despacho le trajo muchos recuerdos y lo curioso era que absolutamente todos tenían relación con aquel rubio que le había convencido para llevar a cabo aquella locura.

- ¿No te parece increíble estar aquí después de tantos años, viejo?

El mayor no respondió, se limitó a agarrarle de la cintura con la intención de atraerle hacia él. Shinobu sonrió al ver que su pareja estaba dispuesto a hacer aquello. El rubio acarició el cuello de Miyagi con su nariz, mientras este le abrazaba.

- Nueve años - dijo Miyagi-. Hace nueve años de la última vez que entraste en este despacho.

- Esta vez mi padre no nos interrumpirá.

Miyagi besó sus labios sin deshacer el abrazo. Shinobu dio unos pasos hacia atrás hasta chocarse contra la mesa. Continuaron besándose, sintiendo como el ambiente se iba caldeando y la ropa empezaba a molestar. El menor se separó de su novio y se desnudó lo más rápido que pudo. Miyagi imitó aquella acción sin dudarlo, no queriendo perder ni un solo minuto. Shinobu se tumbó sobre el escritorio y separó ligeramente sus piernas.

- Hoy no voy a entretenerme.

- ¿Por qué? ¿Te da miedo que nos pillen?

- No, Shinobu-chin- habló el mayor-. Es que no soy capaz de esperar.

Miyagi se colocó entre las piernas del rubio, apoyando una sobre su hombro. Sonrió ante aquella imagen del menor y, sin pensarlo dos veces, se introdujo en él de forma lenta, arrancando en ronco gemido de Shinobu.

- Eres un ansias, viejo- Le miró con una sonrisa mientras el mayor le sujetaba de las caderas-. Se está perdiendo el precioso arte de los preliminares.

- Dudo mucho que eso llegue a perderse.

Miyagi había ido con la idea de echar uno rápido pero, una vez puestos, no le había importado en absoluto tardar más de lo esperado e, incluso, repetir la jugada. Se vistieron sin poder borrar aquellas sonrisas bobas que se les había dibujado en la cara. Aquello había hecho que Miyagi se sintiera joven y, aunque seguía pensando que aquello había sido una locura, agradecía que Shinobu le hubiera convencido para hacerlo.

Salieron del despacho en silencio, sonriéndose de forma cómplice tras aquella travesura. Miyagi entrelazó sus dedos con los del menor, quien se encontraba feliz por haber cumplido una de sus fantasías. La sonrisa de ambos desapareció al instante cuando vieron al padre de Shinobu en la puerta principal mirándoles con gesto serio y de brazos cruzados.

- Mierda- murmuró Shinobu.

- You, a mi despacho- La voz de su suegro resonó en aquel vestíbulo vacío.

- Papá, no es culpa de...

- Tú a callar- ordenó su padre-. Espera aquí.

Shinobu no se atrevió a protestar y Miyagi se marchó junto al hombre. El trayecto hasta el despacho fue en completo silencio. Miyagi era consciente de que le iba a caer la bronca del siglo y, teniendo en cuenta que su actual trabajo se lo había conseguido su suegro, temía perder su empleo.

- Hace unos días me desapareció la copia de las llaves del internado- dijo su suegro mientras tomaba asiento-. No me preguntes por qué pero supe al instante que era cosa de Shinobu.

- Takatsuki-san, lo siento tanto...

- Calla y escucha- El hombre le hizo un gesto con la mano indicándole que no hablara-. Me despareció la llave y al día siguiente llamó Shinobu diciendo que nos ibais a dejar hoy a Sakura y a mi padre para tener una noche romántica. Conozco muy bien al enfermo de mi hijo y supe al instante lo que os traíais entre manos. Me he pasado toda la tarde esperando vuestra llegada porque estaba seguro de que vendríais. Habéis entrado en una propiedad privada para hacer vuestras guarradas.

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